Polonia vivirá a partir de ahora en una situación más que similar a la que predomina en España desde el pasado 23 de julio. Más de 30 millones de polacos estaban citados este domingo a las urnas. La democracia habló y si bien le otorgó la victoria al Partido Ley y Justicia (PiS), de perfil ultraconservador, el protagonismo recae sobre el líder de la oposición liberal y miembro del Partido Popular Europeo (PPE), Donald Tusk. El expresidente del Consejo Europeo tiene en su haber los apoyos necesarios para dar el golpe de gracia a la ultraderecha y arrebatarles el poder. Un triunfo que en el resto de Estados Miembros de la Unión Europea se ha celebrado por todo lo alto. Conservadores, democristianos y socialdemócratas comunitarios han recibido estos primeros resultados -los definitivos no se conocerán hasta bien entrado el lunes o el martes- con albricias. ¿Todos? No. Hay un silencio proveniente de España que es ensordecedor y no es otro que el del presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Mutismo que en Ferraz se entiende como una confirmación tácita de la asunción de postulados ultras por parte del dirigente del PP. “Es curioso, quizás por eso no le haya felicitado aún…”, barruntan en fueros socialistas.

A la hora de la publicación de este artículo, el líder del Partido Popular ha tenido tiempo para acusar a los socios del Partido Socialista de buscar un “horizonte similar a los Balcanes” para España. Sin embargo, Feijóo no ha encontrado el momento desde el pasado domingo para felicitar a su colega del PPE. Su silencio ha llamado la atención, no sólo por compartir familia en el Parlamento Europeo, sino también porque Donald Tusk fue una de las voces de peso en su unción como presidente del Partido Popular. El líder de la Plataforma Cívica remitió un vídeo que se proyectó en el gran cónclave conservador de aquel mes de abril de 2022: “Vuelve el mejor PP. Eres el líder necesario en el momento necesario”. Palabras que, a año y medio vista, resuenan en la zona noble de Génova ante la repentina afonía de su inquilino.

Existen numerosos paralelismos del resultado electoral polaco con el español. De hecho, convergen en ambos puntos la incapacidad del partido vencedor a la conformación de una mayoría. El resto de fuerzas políticas, en sendos supuestos, aglutinan los apoyos necesarios para edificar una vía alternativa, en el caso de Polonia, al ultraconservadurismo del PiS. Un elemento que aviva las sospechas en ciertos fueros socialistas. Voces de peso próximas a la Ejecutivo reflexionan sobre el mutismo del dirigente popular. Sospechan que la asunción de la retórica ultraderechista, “quizás”, le ha impedido siquiera felicitar a su compañero del Partido Popular Europeo.

Silencio esclarecedor

En primer lugar, estas voces censuran la “escalada verbal” que ha asumido Feijóo tras el batacazo en las urnas el pasado 23 de julio. De hecho, estiman que al sumergirse en esta vorágine ha provocado un corrimiento de tierras hasta situarle en la órbita de la “ultraderecha europea”. “Quizá por eso no haya felicitado ni apoyado a Donald Tusk”, barruntan en sectores de Ferraz, al tiempo que recuerdan que el líder de la Plataforma Cívica arrebatará el poder a la formación ultraderechista polaca sin la necesidad de ser “la lista más votada”.

“No lo apoya, no lo felicita siendo del PPE… Va a gobernar como aquí, sin ser la opción que más votos ha recabado y largando a la ultraderecha”, verbalizan fuentes del Partido Socialista. “Es curioso”, agregan las mismas voces, recordando que ni tan siquiera durante la campaña ha mandado un mensaje de apoyo al candidato de la alternativa liberal polaca; máxime cuando el propio Tusk ha exhibido su respaldo a Feijóo desde su unción como presidente del Partido Popular en aquel congreso extraordinario tras la purga de Pablo Casado.

Estas palabras de apoyo, sin embargo, se contraponen a la incesante lucha de Tusk contra la ultraderecha. De hecho, en el año 2019, en una entrevista concedida a El País, el por entonces dirigente del PPE advirtió de los peligros de “flirtear” con el ultraconservadurismo. En aquellos momentos, al igual que en el contexto actual, el PP había estrechado lazos con Vox, pero sin cristalizar en coaliciones, como sí se generaron tras el 28 de mayo. Tusk expuso una línea argumental similar a la que actualmente enarbola el PSOE: “El problema de empezar a flirtear con los extremistas no es que encuentres intereses comunes, sino que empieces a pensar lo mismo que ellos. Es muy fácil transformarte si estás en contacto estrecho con ese tipo de poderes”. El máximo responsable de los liberales polacos ya exigió entonces guardarse de “aquella tentación”.