El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abandonaba este miércoles el Congreso de los Diputados satisfecho por el resultado de su comparecencia para dar cuenta sobre el apagón que dejó España a oscuras el pasado 28 de abril y el aumento del gasto en Defensa. Una miscelánea de Pleno, a la que se sumaban otros temas no agendados, comenzaba con el presidente del Gobierno realizando un estado de la cuestión de ambas materias, sin sumar apenas detalles novedosos, y se enfangaba al tomar la palabra las derechas, que elegían desplegar discursos conspiranoicos.

Una hora y media destinaba el mandatario socialista a explicar más a fondo lo que sucedió durante el apagón, pero sin aportar ningún detalle nuevo, y relatar una vez más el Plan Industrial y de Tecnología de la Seguridad y la Defensa que eleva el gasto en Defensa al 2%, ya presentado semanas atrás. “Cautela, prudencia, rigor y absoluta transparencia” era lo que reclamaba en el caso del cero energético, justificando no aportar novedades para no colaborar a las especulaciones. No más armas a Israel y un plan de Defensa basado en la diplomacia, la promesa a los socios.

Batalla con la oposición

El presidente del Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijóo, optaba en su turno por culpar al Ejecutivo del apagón, instalar las dudas en torno a las energías renovables, ensalzar la nuclear y mezclar estos ámbitos con la respuesta a la crisis arancelaria detonada por Donald Trump y el robo de cable que causó un gran número de retrasos ferroviarios días atrás. A Sánchez se le atisbaba una pequeña sonrisa al acercarse a responder a la tribuna. “¿Qué tiene que ver el tocino con la velocidad? ¿qué tiene usted en la cabeza para unir aranceles y nucleares?”.

El jefe del Ejecutivo, repleto de sarcasmo y socarronería, respondía a la oposición durante su turno de réplica, pero principalmente se mofaba ante los argumentos presentados. “No sé por qué y para qué exige explicaciones del apagón si tiene todas las respuestas”, deslizaba a Feijóo; “mucho gritar ¡viva España! y qué poco conocen a los españoles”, dedicaba a Santiago Abascal, líder de Vox, y su discurso centrado en culpar a la Agenda 2030. “A Vox le gustan tanto los bulos como a los dirigentes del PP las sobremesas”, aunaba Sánchez a las dos derechas.

El abordaje de PP y Vox se alejaba de datos y hechos y Sánchez, cómodo si tiene que bajar al barro, no dejaba pasar la oportunidad de aludir la conspiración instalada por la oposición y su curiosa y repentina defensa de la nuclear. “A base de anunciar apocalipsis que no llegan, usted no llegará a ser presidente del Gobierno”, le recomendaba a Feijóo, a quien le recomendaba otra salida profesional. “Usted está en su derecho de defender los intereses sectoriales de personas ultrarricas con nombres y apellidos concretos, pero si elige la opción de convertirse en portavoz de las grandes energéticas nucleares, le sugiero que lo haga desde la sala de prensa de una de esas empresas, no desde esta tribuna”.

Apaciguamiento con los socios

El presidente afrontaba una contienda más compleja con sus socios de Gobierno, los de dentro y los de fuera, a cuenta del aumento del gasto en Defensa, materia a la que se añadían las últimas polémicas por las operaciones de compraventa de armas con empresas israelís, supuestamente canceladas desde el 7 de octubre de 2023, y los contrato que aún quedan pendientes y que el jefe del Ejecutivo desmentía que se encuentren en vigor, como apuntan las últimas informaciones.

“Dos de las licitaciones fueron paralizadas y el resto de contratos o se trata de adquisiciones que no implican armamento de munición, como elementos de iluminación para cascos de la Guardia Civil o de chalecos antibalas, o son componentes absolutamente imprescindibles para el funcionamiento del equipamiento ya en manos de las Fuerzas Armadas, como escáneres de explosivos". Esta explicación y otras dadas durante su primera intervención no le evitarían duras críticas a Sánchez, como las de “señor de la guerra” provenientes de Ione Belarra, diputada de Podemos.

El socio de Gobierno, Sumar, reclamaba pasar “de las palabras a los hechos”, mientras que izquierdas independentistas como EH Bildu o ERC llamaban al orden al presidente por los 15 millones de balas israelís. “Fue un error”, le reconocía Sánchez a todas estas fuerzas, “el único”, defendía, y “subsanado”. “Este es un Gobierno comprometido con la causa de los palestinos”, continuaba, antes de anunciar la presentación de un proyecto de resolución en la ONU “para que se pronuncie sobre lo que está ocurriendo en Gaza” y con el objetivo de “proponer medidas urgentes para parar la matanza de civiles inocentes y permitir la llegada de ayuda humanitaria”.

Casi siete horas después, la comparecencia del jefe del Ejecutivo concluía mejor de lo que este podría haber esperado. Una dura pelea protagonizada con las derechas, algo habitual en el día a día de la política española, y una patada hacia delante en el conflicto abierto con los socios por el aumento de gasto para Defensa y los contratos de armas suscritos con empresas israelís. Mucho relato en juego y poco detalle nuevo sobre los temas que estaban encima de la mesa. A continuación, comenzaba la habitual sesión de control al Gobierno, pero esa ya es otra historia.

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