No puedo llegar a imaginar qué se siente sabiendo que padeces una enfermedad como el cáncer, y que alguien te niegue la oportunidad de curarte; que alguien te niegue el tratamiento que podría salvar tu vida. Y eso, simplemente por haber perdido el permiso de residencia.

Esto es lo que le pasa a Claudia una inmigrante en situación irregular enferma de cáncer a la que una decisión de este Gobierno, un decreto, le niega el tratamiento a su enfermedad y la oportunidad de seguir viviendo.

Es duro, sólo pensarlo, sin conocerla, pero es más duro imaginar cómo debe sentirse ella, o Mustafá, el marido de Hanane, que ve cómo su mujer, de 29 años, que vive en España desde los 19 y tiene un cáncer muy avanzado, empeora día tras día, sin que nadie ponga remedio. Hanane no puede dormir por las noches, no puede cerrar los ojos, por los dolores que sufre. Sin embargo, además de la quimioterapia, le niegan las recetas de los parches contra el dolor.

Sólo imaginar lo que deben estar pasando, por una decisión del Gobierno, me produce tal grado de indignación, que no entiendo cómo la ministra Mato puede sonreír mientras le cuento estos dos casos en la sesión de control al Gobierno.

Y los de estas dos mujeres inmigrantes no son los únicos; son centenares de casos ya los acreditados por Médicos del Mundo y la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria.

Son centenares de personas, las que sufren las medidas de un Gobierno cruel que les priva de su derecho a la salud.

Alpha Pam murió. Y murió no por tener tuberculosis, murió porque no se le trató esa tuberculosis, lo que costaba menos de 300 euros… No entiendo cómo pueden dormir los responsables de aprobar un decreto que ha excluido de la atención sanitaria a los inmigrantes, también a Alpha Pam, no entiendo cómo con un cinismo absoluto nos dicen “a veces se comenten errores”… y a otra cosa…

No, me niego a que vuelva a suceder, nos revelamos ante tanta crueldad, ante una medida que no es económica, sino ideológica, y que nos convierte en un país que traza una línea divisoria entre los que sí tienen derecho a ser curados y los que no, en función de su situación administrativa.

¿Qué pasa con aquellos inmigrantes que padecen de diabetes? ¿Qué pasa con aquellos que tienen asma? ¿Qué pasa si no pueden pagarse un tratamiento que supera los 100 euros al mes? ¿Qué pasará con aquellos que tengan una insuficiencia renal y necesiten diálisis? ¿Y si tienen VIH, qué pasa con ellos?

La ministra Mato nos toma a todos por tontos y tontas, e insiste en decir que en España todas las personas tienen derecho a la atención sanitaria urgente. Así es, perfecto. Pero con esa ‘verdad’ oculta otra más grande: que ninguna de las enfermedades o patologías que he nombrado aquí se curan en urgencias, que esas enfermedades, por tanto, no se tratan si eres un inmigrante en situación irregular. Y ella lo sabe.

Desconozco si los miembros del Gobierno desde luego, si la ministra Mato, pueden cargar en su conciencia con la decisión y las consecuencias de excluir a tantos hombres y tantas mujeres de la asistencia sanitaria. Lo que sí tengo claro es que nosotros no nos podemos permitir como país la inmoralidad y la indecencia de tratar con esa crueldad a las personas que viven aquí, en nuestro barrio, en nuestras calles. Tratar así a seres humanos que están en nuestros parques y plazas, que viajan junto a nosotros en el autobús.



Me siento profundamente abochornada y avergonzada de que sea mi país, España, el que trate así a un ser humano, simplemente porque perdió el trabajo (como tantos españoles y españolas) y con el trabajo, perdió el permiso de residencia.

Siempre (pero ahora más que nunca, cuando vemos marchar a tantos amigos y amigas, a tantos jóvenes al extranjero) tenemos que reaccionar ante esa medida injusta y cruel. Porque nos escandalizaría que se hiciera lo mismo con nuestros amigos, hijos e hijas allí donde estuvieran, porque moveríamos Roma con Santiago si le pasara a uno de los “nuestros” en el extranjero, debemos reaccionar.

Que no muera nadie más, recuperen la decencia señores del Gobierno…, señora Mato.

Patricia Hernández es diputada socialista en el Congreso

En Twitter es @PatriciaHdezGut