Se celebran 75 años de la liberación del campo de exterminio nazi de Auschwitz- Birkenau. Un lugar que simboliza el pozo más profundo de la maldad humana; un abismo al que cayeron millones de personas y que constituyó la bajeza moral, ética, social, y política más importante de la Historia de la Humanidad. Nunca nada ni nadie alcanzó tal nivel de ignominia y esta fecha, el 27 de enero, debe ser recordada entre los demócratas como un símbolo de lo que jamás, nunca, en ninguna circunstancia, puede volver a suceder. 

En los campos de concentración fueron asesinadas millones de personas, como judíos, gitanos, personas con discapacidad y homosexuales. Una industria de la muerte que alcanzó las cotas más altas de crimen al final de la guerra, acelerando su maquinaria de forma extraordinaria para alcanzar la "Solución Final". Así se llamó la eliminación de toda diferencia, de la diversidad, de lo que no encajaba en el modelo impuesto por el pensamiento totalitario. Cada año recordamos Auschwitz desde la memoria y en homenaje a quienes perdieron la vida marcados con estrellas de David por ser judíos. Los triángulos rosas invertidos, en esos campos, se utilizaron para señalar a los presos homosexuales. 

El Holocausto no empezó con tanques y hornos crematorios, empezó con palabras malvadas, lenguaje difamatorio, propaganda. Las persecuciones, señalamientos y difamaciones empezaron mucho antes, criminalizando a toda una población indefensa que se encontró, poco tiempo después, con el peor de sus destinos. 

Esta semana en acto de la conmemoración del 75 aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz- Birkenau la extrema derecha amenazó con salir de la ceremonia durante mi intervención, en la que señalé que todos los demócratas tenemos la obligación de frenar el discurso de odio que se ha colado en las instituciones. Hablaba en nombre del colectivo LGTBI, recordando a nuestras víctimas. Hoy, en el ayuntamiento de Valencia niegan el Holocausto e impiden la aprobación de una declaración institucional que se solidariza con las víctimas y recuerda su sufrimiento, porque según ellos "no hubo homosexuales en los campos de concentración".

Negar el genocidio en España es un delito. La maquinaria nazi criminalizó la homosexualidad reformando primero su código penal y luego condenándolos a penas de trabajos forzados, utilizándolos para sus experimentos perversos y después gaseándolos y quemando sus restos en hornos crematorios. Negar que los homosexuales fueron exterminados por ser homosexuales es, en nuestro ordenamiento jurídico, un delito contra las libertades públicas, tipificado en el artículo 510 del código penal. Probablemente la Fiscalía valenciana siga sin actuar contra las palabras de Vox en el Ayuntamiento de Valencia y probablemente se siga dejando en situación de vulnerabilidad a todo un colectivo, como el LGTBI, frente a estos discursos. La ausencia de respuesta jurídica ante estas declaraciones es, además, un insulto a todas las víctimas del Holocausto, especialmente en este caso a aquellas que fueron condenadas a la muerte por su orientación sexual o su identidad de género. 

Dijo Primo Levi que "quien niega Auschwitz estaría dispuesto a rehacerlo". Se construyó la Europa de los derechos sociales después de la Segunda Guerra Mundial para evitar que el fascismo volviera, con sus discursos de odio, a inocular la violencia en la sociedad y eliminar toda posibilidad de que nadie nos empujara al abismo criminal, al genocidio y, por tanto, al Holocausto. Para que nadie anestesiara la conciencia colectiva con la indiferencia ante el abuso, utilizando la propaganda y la demagogia. Negar el crimen hoy es equivalente a mirar a otro lado mientras las chimeneas cubren el cielo con el humo negro de los cuerpos asesinados. Negar el crimen equivale a esa misma indiferencia que nos avergüenza y que avergonzó a Alemania después de la guerra. Como entonces, esos discursos nos empujan al borrado de la conciencia, de la comprensión de los mecanismos de la maldad que nos llevaron a la peor de las catástrofes. 

Negar el genocidio no es pacífico ni neutral, tiene intencionalidad política, y daña a toda la sociedad porque nos hace peores seres humanos, individual y colectivamente. Hoy, desgraciadamente estamos más cerca de la catástrofe gracias a los discursos que se lanzan con absoluta irresponsabilidad y temeridad por parte de la extrema derecha fascista y criminal en las tribunas y las instituciones. Ellos, quienes promueven esas ideas, piensan lo mismo que pensaban entonces los que condenaron a muerte a los homosexuales, los gitanos o los judíos, que somos personas sin dignidad. Ese fue el inicio de todo, y ese será -como lo fue entonces- nuestro final. Pararlo es una obligación democrática.

Toño Abad. Director del Observatorio Valenciano contra la LGTBIfobia.