El uno de enero puede aprobarse la Ley de Desperdicio Alimentario que ya se planteó antes de la pandemia. Con esta perspectiva ilusionante se quiere evitar la pérdida de alimentos desde el origen hasta la distribución y que las familias se conciencien porque el 40% de ese desperdicio se produce en los hogares.

El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, se ha puesto como obligación transformar los sectores que están bajo su tutela con la ayuda de los miles de millones de los fondos europeos, llevarlos a la modernidad y a la innovación. Considera que es urgente modernizar la flota pesquera. Piensa Planas, además, en el relevo generacional de unos buques que ya estaban desfasados en el siglo XX. También quiere transformar las condiciones del trabajo en el campo, además de abaratar los productos fitosanitarios o los piensos, retos que traen de coronilla a todo el sector.

Algunas organizaciones profesionales se han apresurado a anunciar próximas movilizaciones que, el presidente del PP, Pablo Casado, ya ha adelantado con entusiasmo que apoyará con su presencia, de acuerdo con el oportunismo que últimamente detenta su formación.

En todo caso, el ministro Planas abogaba ayer por la serenidad y el diálogo: “Lo que hace falta es consenso para trabajar con serenidad. Una pausa para el conocimiento es muy necesaria. El ruido tapa las cosas -muchas y muy buenas- que hace nuestro país”. A su juicio, el pesimismo es un lujo que no nos podemos permitir.

Acababan de hacerse públicos los datos del último Índice de Precios al Consumo que marcan una tasa interanual, en este mes, de hasta el 5.6% debido sobre todo a la subida en los precios de la luz. La noticia le llegó a Planas precisamente durante su conferencia en Nueva Economía Forum.

Su conclusión fue que estamos ante un repunte puntual que prima sobre todo lo energético y que esperan que se modere para la primavera porque dijo en términos metafóricos que “estamos ante una máquina parada que se está poniendo en marcha a nivel mundial”. Ahí es nada.