Que Artur Mas no quiere irse, lo saben hasta los guarda parques. Que está dispuesto a aceptar todas las propuestas de las CUP, por más radicales u opuestas a Convergencia, también. De hecho, hay abiertas cuatro mesas de negociación en las que los miembros de la formación cupaire no paran de lanzar ideas y apenas encuentran oposición por parte de Mas. El escollo se halla en la denominada quinta mesa, la que trata del candidato. Ahí Mas se muestra inflexible. Tiene que ser él.

Antonio Baños, que juega calculadamente con las prisas de Mas y su necesidad de continuar manteniendo cortinas de humo para ocultar su nefasta gestión y los procesos que por presunta corrupción asedian a los convergentes, exige numerosas concesiones. La última es que la presidencia sea rotatoria, cada tres meses. El president en funciones, que considera que, a día pasado, día ganado, podría incluso aceptar. Pero ésa posibilidad causa pavor en Oriol Junqueras al que, si ya la viene ancha la vicepresidencia económica, ni que decir tiene la de ser president de una Generalitat arruinada, dependiendo de los fondos del estado y en transición hacia la independencia. La prioridad de los republicanos es encontrar economistas. Porque una cosa es prometer un país en el que los niños comerán helado todos los días, y otra muy distinta tenérselas que haber con una administración en quiebra.

A Mas no parecen importarle las tribulaciones ni de Junqueras ni de nadie, solo quiere ser investido, como manifiestan tanto él como sus personas de confianza. Las CUP, cansadas, han lanzado globos sonda, como el del colectivo Arran, que ha iniciado una campaña anti Mas.

Los encuentros entre el candidato y sus posibles aliados son cada vez más agrios, según algunos. El primero se impacienta y los segundos están enfadados por el trato que les dispensan los medios afines al Palau. “Es un puro disparate, nos compran todas las motos a cambio de hacer al autor de las retalladas otra vez president”, decía en privado uno de los máximos dirigentes de las CUP.

Mas no ceja, cree que su amenaza de hacer pasar a los cupaires como unos traidores va a pesarles más que el rechazo a su persona. Mientras tanto, los convergentes que están hartos de tanto personalismo, que los hay y no son pocos, también se reúnen. Y a espaldas de Mas.

El grupito de los traidores
El propio ex conseller de interior Ramón Espadaler, de Unió, ha sido el que ha dicho en público lo que muchos sabían: hay gente de Convergencia que, harta de Mas y su locura personalista, se está pasando al partido que lidera Duran Lleida. Esta huida hacia posiciones más centradas del catalanismo, propicio al pacto y con sentido del estado, no ha pasado desapercibido a los hombres del president. “Son un grupo de traidores que no cuentan para nada", ha comentado una persona de la máxima confianza de Mas.

En las comidas, cenas o reuniones que empiezan a ser frecuentes en Barcelona entre miembros de la vieja guardia de CDC, la consigna es una, hay que hacer que Mas se vaya. Saben que con él tienen los días contados y temen como a una pedrada el nuevo partido que quiere fundar. Alentados por importantes sectores de la empresa privada, éste colectivo comienza a tomar cuerpo.

Las recientes declaraciones del propietario de los importantísimos laboratorios Almirall, en el sentido que él nunca ha llevado el capital de su empresa a Andorra, reflejan la indignación que siente un segmento importantísimo de la gente que, hasta ahora, apoyaba a CDC. “La paralización del gobierno de la Generalitat es total, nadie hace nada y todo se limita a esperar la investidura. No podemos permitirnos estar así, que se vaya a su casa”. Así de rotundo se manifestaba un ex conseller de la Generalitat en las épocas de Jordi Pujol a éste periodista. “En función de la asamblea de las CUP, que va a decirle que no, habrá que tomar decisiones que pasarán por una nueva convocatoria electoral y por decirle a Artur que gracias y a casita, a hablar con su amigo Pujol las veces que quiera”, añadió.

Si los de convergencia se expresan en éstos términos, excusamos decir lo que opinan los que no apoyan al president.

Esto parece que se acaba.