Lo sucedido hoy en Castilla y León no es una buena noticia para el presidente andaluz Juan Manuel Moreno. Tampoco para Pablo Casado. Paradojas de la política: ni siquiera es una buena noticia para el ganador de las elecciones, Alfonso Fernández Mañueco, que, incitado por la dirección nacional del PP, adelantó las urnas con la esperanza de repetir la hazaña electoral de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, cuando en mayo pasado neutralizó a Vox quedándose a un tiro de piedra de la mayoría absoluta y expulsó a Cs de la Asamblea.

Más perdedores del 13-F: Cs, que pasa de 12 escaños a 1; el Partido Socialista, que cede al PP la primera plaza conquistada hace tres años al pasar de 35 a 28 procuradores; y Unidas Podemos, cuyo único escaño certifica su impotencia electoral en los antiguos reinos de León y de Castilla.

Con 13 procuradores, 12 más que en 2019, el verdadero ganador de las elecciones castellanas ha sido Vox, a quien siguen en el podio los partidos de la España vaciada, que sientan a 7 diputados en las Cortes de Valladolid: Soria ¡Ya! 3, Unión del Pueblo Leonés otros 3 y Por Ávila 1. Al haber obtenido el PP únicamente 31 escaños, la suma con los partidos localistas no le alcanza para llegar a los 41 de la mayoría absoluta.

La única opción de Mañueco de conformar una mayoría parlamentaria estable sería aliándose con Vox, que a su vez ha proclamado por activa y por pasiva que su precio es entrar en el Gobierno. “Qué cara de vicepresidente se le está quedando a Gallardo”, decía Santiago Abascal al término del escrutinio, refiriéndose a su cabeza de lista. El presidente castellanoleonés habría hecho, pues, un pan con unas tortas al adelantar tan imprudentemente las elecciones, pues el papel preeminente que hasta ahora desempeñaba Cs en las Cortes pasa a manos de la ultraderecha.

No le faltaba razón al presidente andaluz cuando en la campaña electoral les pedía, entre bromas y veras, a sus compañeros castellanoleoneses: “Por Dios, sacad un buen resultado”. Las plegarias de Juan Manuel Moreno no han sido atendidas: el PP de Mañueco no ha sacado un buen resultado. La suya ha sido una amarga victoria. Su dependencia de la extrema derecha es un mal augurio para Moreno: si Vox ha experimentado una subida tan espectacular en Castilla, ¿quién le garantizar al inquilino de San Telmo que no vaya a suceder algo parecido en Andalucía?

En principio, no parece que los resultados del 13-J sean un acicate para Moreno para adelantar las elecciones en Andalucía. De haberse cumplido las previsiones de los sondeos más optimistas, con un Mañueco al borde de la mayoría absoluta, la opción más lógica para Moreno habría sido anticipar los comicios al verano y cabalgar cómodamente a lomos de la ola victoriosa inaugurada por Ayuso y mantenida por Mañueco.

Con un Cs fuera de juego y un Vox eufórico, con el electorado ultra fuertemente motivado tras el triunfo logrado en Castilla, sería una temeridad que Moreno pensara en abrir las urnas de forma inmediata. Mejor esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos en las Cortes de Valladolid y con qué apoyos logra Mañueco su investidura. Pero también la espera tiene sus riesgos: si Vox entra en el Gobierno castellano, su segunda estación autonómica sería el palacio de San Telmo, una pespectiva que estimularía a los hoy amodorrados votantes de la izquierda.

A todo ello hay que sumar otra circunstancia inquietante para el presidente andaluz: el PP castellanoleonés no ha absorbido los votos perdidos de Cs, que parecen haber ido más bien a Vox y a las marcas provinciales. Los naranjas lograron 205.000 votos en 2019 y ahora se han quedado en apenas 53.000, pero es que el PP sumó 432.000 hace tres años y el 13-F solo ha sumado 377.000. Mientras, los 77.000 votos de Vox en 2019 se han transformado ahora en 211.000. Las cifras castellanas desaconsejan las prisas andaluzas.

Y si malos son los augurios para Moreno, no son mejores para el presidente del PP Pablo Casado, a quien prácticamente todos los observadores atribuyen la autoría intelectual del adelanto electoral en Castilla y León. Mañueco no solo no ha apagado a Ayuso sino que aumentado el fulgor de su victoria. La jugada de Génova no ha podido salir peor. Casado está más en la cuerda floja que nunca.