El presidente del PP, en un intento absurdo de cambiar la historia de España, dijo en el Congreso de los Diputados que la Guerra Civil fue “un enfrentamiento entre quienes querían la democracia sin ley y quienes querían ley sin democracia”. Y se quedó tan fresco. Algún asesor de Pablo Casado, de esos que provocan vergüenza ajena, debió sugerirle tamaña afirmación. Desconocer que un golpe de Estado, encabezado por el general Franco, derrocó la República legítimamente nacida de las urnas, tras una sangrienta contienda seguida de durísimas represalias, es de suspenso. Y si fue una reflexión del propio Casado, su ignorancia estaría garantizada.

El presidente Pedro Sánchez le exigió que se retractara de esas palabras. “La única ley legítima es la democrática”, le afeó el líder socialista. Y Adriana Lastra, la portavoz del PSOE, le preguntó si, en ese caso, las cunetas están repletas de personas que querían una democracia sin ley. Si están ahí será porque algo hicieron ¿no? Y a modo de conclusión dijo, “¡Qué vergüenza y qué indecencia la declaración que ha hecho!”. El diputado de Más País, Íñigo Errejón, calificó las afirmaciones de Casado de “extraordinariamente graves”.

Por si hubiera dudas, Errejón destacó que los golpistas se levantaron contra el pueblo español, contra la democracia española y contra la ley vigente en España. “Y un demócrata, eso lo tendría que tener meridianamente claro”. Más tarde, el secretario de organización del Partido Socialista y ministro de Transportes, José Luis Ábalos, lo apostilló en redes sociales diciendo que la guerra civil fue un enfrentamiento contra una democracia legítima, para instaurar un régimen de terror y represión.

Varios historiadores han desmentido al líder popular, como no podía ser de otra manera. Julián Casanova dijo en El País que la Guerra Civil la provocó un golpe de Estado porque “la República no era un imperio sin ley”. Es más, Casanova denunció que esa es una gran operación de propaganda que está aquí hace muchísimo tiempo y que ninguna investigación rigurosa la ampara.

La opinión del catedrático Ángel Viñas fue también demoledora, dejando a Pablo Casado por los suelos: “Fue una estupidez. Una de esas frases que suenan bien para quien no sabe nada, pero que no corresponde a los hechos demostrados inequívocamente”.

La evidencia de este pálpito franquista surge con demasiada frecuencia en el primer partido de la oposición. Precisamente, el miércoles se conoció que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, tras un intenso recorrido judicial, ha autorizado al Ayuntamiento madrileño para que los nombres de Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero desaparezcan definitivamente del callejero, para satisfacción de Vox, PP y Ciudadanos que promovieron esta iniciativa en el pleno del consistorio.

Llegados a este punto habría que confirmar si las manifestaciones del político del PP, cabeza de la oposición, fueron debidas a la ignorancia o si también tuvieron que ver con su tenaz competición con la ultraderecha de Abascal, a ver quién es más extremista. O, si es fruto de ese franquismo que sigue anclado en alguna parte de la sociedad, contaminando de ecos de la dictadura y de pinceladas fascistas, la vida española del siglo XXI.