La derecha considera que el Rey es cosa suya. Se arrogan su defensa, aunque no la necesite, y están al quite ante la mínima sospecha de que otro partido pueda reivindicar su figura. De ese modo prestan un flaco favor a la Monarquía, debilitan su papel y politizan su imagen dándole un matiz conservador innecesario y peligroso. Convierten a Felipe VI en un monarca florero, utilizado para inaugurar determinados actos institucionales o, en el peor de los casos, para respaldar en ocasiones políticas discutibles.

El PP ha creado una polémica porque el soberano no ha ido este viernes a la toma de posesión de la 69 promoción de la Escuela Judicial en Barcelona. Ha sido muy criticado por las asociaciones de jueces más conservadoras que pidieron explicaciones al Ejecutivo de Pedro Sánchez, mientras el PP le ha acusado poco menos de secuestrar a Felipe VI bajo la acusación de hacerle el juego a los que no quieren ver al Rey, ni en pintura. En mi opinión, no habría que descartar que una de las causas de esa ausencia haya sido prevenir posibles protestas radicales por la inminente publicación de la sentencia sobre la inhabilitación del President Torra.

Y si bien el ejecutivo puede haber pecado de opacidad, porque a veces no se puede contar todo, a lo mejor es que la derecha no desea huir de la confrontación, pues no olvidemos que el PP y sus áreas de influencia siguen considerando la jurisdicción catalana como campo de batalla.

En su discurso, el presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, expresó su pesar por la ausencia del Rey cuyos motivos, dijo, desconocía, y se remontó a las Cortes de Cádiz para resaltar la relación entre la Corona y el poder judicial.

Más tarde, daría cuenta de que Felipe VI le había llamado por teléfono para que transmitiera a los nuevos jueces que le hubiera gustado estar con ellos en la entrega de despachos en Barcelona, pero sin que eso tuviera repercusiones institucionales.

Pero, para felicitarlos personalmente por sus éxitos académicos, como precisó ayer tarde la Zarzuela. En todo caso, todo esto huele a rancio y suena a antiguo. ¿Qué papel haría un Jefe de Estado moderno rodeado de togas y pelos engominados, arengando a los nuevos jueces a cumplir su misión con honor? Lo que habría que pedirle al Rey es que omita tanta representación inocua y cumpla con su función principal al frente de la Jefatura del Estado. Es decir, que cuando hiciera falta llamase la atención a los partidos del arco parlamentario para que cumplan con sus obligaciones.

En estos momentos, la negativa a renovar las Instituciones con mandato caducado, empezando por el Consejo General del Poder Judicial, sería merecedora de una advertencia por parte del jefe del Estado. Y el propio Lesmes debería ser consciente de que está metido de lleno en una grave crisis institucional y constitucional, y no debe pretender dar sensación de que aquí no pasa nada, pero encontramos a faltar a Felipe VI.

Ese sería el papel que debería desempeñar el Rey en su calidad de Jefe del Estado de una Monarquía Parlamentaria y no dedicarse tanto a tareas de representación bastante desfasadas. Si se hace un somero repaso de la cantidad de audiencias que concede a representantes de organismo varios, que acuden a la Zarzuela a hacerse una foto con Felipe VI, se visualizaría muy bien la situación.

El jefe del Estado debería empeñarse en actuar, en pedir al Parlamento y a sus integrantes que se apresten a cumplir la Constitución. Se lo debe a los ciudadanos y a la democracia.