Los ciclos políticos, como los ciclos económicos, son un misterio insondable en el que los teóricos sociales y económicos han intentado adentrarse. Su interacción solo es comparable a la que mantienen las tres personas de la Santísima Trinidad. Un misterio cuasi-teológico y metafísico en toda regla.

Su naturaleza y dinámica ha sido analizada y teorizada desde la segunda mitad del siglo XX, en la que el Estado adquirió su posición predominante en la economía y la sociedad. ¿La ampliación del Estado en funciones económicas y sociales fue causa o consecuencia de la ampliación de los derechos civiles y de participación política? Una pregunta que ha hecho correr ríos de tinta y que se encuentra en el origen de, si los cambios en los ciclos políticos producen cambios en los ciclos económicos, o son estos últimos las causas de aquellos. ¿Qué fue antes el huevo o la gallina?

A quien le interese, puede profundizar su comprensión leyendo, tanto las aportaciones teóricas de los representantes de la Teoría de la Elección Pública, particularmente los trabajos de Downs, Buchanan, Schneider, Frey, Rogoff, Nordhaus o Alesina, como las de la teoría marxista personificada en la figura de Michal Kalecki.

Lo cierto es que, más allá de intelectualismos, se mire como se mire hay dos evidencias fundamentales en nuestro país que los partidos no deberían olvidar.

La primera es que estamos en el momento clave del actual ciclo político. Desconocemos si nos encontramos en el punto de inflexión (hoy gustamos más de llamarlo 'pico') de un ciclo político que empezó en Murcia con una moción de censura y se trasladó como un tsunami a la Comunidad de Madrid y a las encuestas electorales nacionales. El aleteo de una mariposa en el Paseo Alfonso XIII de Murcia provocó la caída del Vicepresidente del Gobierno, la consolidación del liderazgo y estilo de Ayuso y una nueva mayoría demoscópica conformada por Partido Popular y Vox. Pedro Sánchez descendía al purgatorio y Ciudadanos se desplomaba a los infiernos. Drama trágico para la izquierda y Divina Comedia para la derecha.

La segunda evidencia es más genérica pero no menos importante: el tempus fugit político es cada vez más breve, más elástico. No estamos en aquellas épocas en las que los ciclos se contaban por años, de tiempo ralentizado, de subidas y bajadas ampliadas en el tiempo, lo suficiente para verlas venir, para analizarlas con calma. No. Vivimos en el tremor volcánico continuado, sobrevolamos placas tectónicas en continuo movimiento, el tiempo se acelera y se acorta. Un nuevo paradigma digno de estudio de la física política: hemos pasado de la política newtoniana a la de Einstein. De la teoría universal a la de la relatividad.

Por eso, encerrarse en la seguridad de las encuestas olvida lo fundamental: que, en un escenario de incertidumbre y de cambios constantes, todos los escenarios están abiertos, todos los juegos, son posibles.

Hagan juego, señoras y señores

Nuestro juego comienza en Castilla y León y se trasladará posteriormente a Andalucía. ¿Nuevo ciclo político? Veremos. Las urnas, pero no solo las urnas, nos darán su veredicto.

Por de pronto, en las urnas, el PP empieza con ventaja. Es el favorito en ambas comunidades. No es un mérito menor. Son dos piezas de caza mayor. Además, y esto es lo verdaderamente interesante, los populares ganarán las elecciones, según todas las previsiones, tanto en su granero de la Meseta como en el granero tradicional de voto socialista al sur de Despeñaperros. Una proeza de los de Casado que se apuntarán un doble tanto: consolidar electoralmente su feudo y el de su principal rival y seguir con el ciclo político de victorias populares y derrotas de la izquierda. Murcia, Comunidad de Madrid, Castilla y León, Andalucía… Suma y sigue…

Pero la victoria en las urnas es solo una cara de la moneda. Las elecciones de Castilla y León y Andalucía se van a jugar a dos vueltas: en las urnas y en los despachos. En las primeras el juego será de estrategia electoral, en el segundo será un caso interesante de teoría de juegos no cooperativos. Vamos por partes.

Si analizamos el estado de las encuestas la victoria del PP parece clara en ambos casos. Con probabilidades mayores del 90%, solo una catástrofe no prevista haría descabalgar a los populares de la primera posición.

Por tanto, la duda es la magnitud de la victoria popular. Ésta se puede producir en cuatro escenarios diferentes, con diferentes consecuencias: mayoría absoluta, mayoría simple en la que el PP sume más que la izquierda, mayoría simple en la que sume menos y la última, en la que, pese a la victoria popular, la izquierda consiga mayoría absoluta.

Este último escenario es el de los socialistas andaluces en 2018. De hecho, a Casado se le pondría cara de Susana Díaz. Este escenario significaría no solo perder feudos y poder territorial, sino, además, no consolidar su liderazgo y perder el viento a favor del ciclo electoral. La mariposa que aleteaba a favor del PP en Murcia y Madrid se pondrá de cara a Sol (no es ningún juego de palabras) al PSOE. El liderazgo de Casado interno para dirigir el partido y para dirigir el país se le pondría cuesta arriba. Viviría momentos Boris Johnson con tambores de guerra sonando en el PP, en el PSOE y en Vox. Los socialistas y Vox recuperarían posiciones. Arenas movedizas en la derecha.

En cambio, una mayoría absoluta sería el mejor refuerzo de Génova. No tanto para allanar el camino de Casado a La Moncloa sino para despejar los nubarrones de su liderazgo interno: en el partido y en la derecha. A partir de ahí podría (debería, porque aún no lo ha hecho) construir su marca, imagen, liderazgo como presidenciable. Pero la realidad es que Génova saldría reforzada, y Moncloa y Sol se debilitarían. La mayoría absoluta de Mañueco o de Moreno significará una pluralización de voces en el PP. Sería una demostración tácita de que no únicamente la guerra cultural da votos sino que el centro moderado también. Sería una demostración que hay otros estilos que triunfan en otras comunidades, y que, quizás, todos sean necesarios para ganar. Casado se situaría en el centro de la ecuación entre los barones y Ayuso. De nuevo en el centro de la foto. Este escenario encierra una curiosa paradoja: Casado necesita a las baronías que apoyaron a Soraya en el Congreso popular para reforzarse frente a su apuesta personalísima 'Ayuso'. Cosas de la política…

Los otros dos escenarios iniciarán un interesante juego entre los populares y la extrema derecha a dirimir en los despachos, en los medios y en Twitter. Hemos de tener claro que, en estos momentos, el PP tiene tres frentes de batalla: el interno con la guerra Sol-Génova, el izquierdo hacia el PSOE y el conjunto de la izquierda, y el derecho hacia Vox. Son tres frentes de batalla. En el flanco derecho, cualquier escenario en el que el PP necesite a Vox para la investidura convertirá las conversaciones entre ambas formaciones en un juego peligroso para ambos. El que calcule mal pierde.

Se llama juego del gallina. Un choque frontal en los despachos en la derecha del tablero.

Casado necesita llegar a las elecciones generales sin que Vox pise la moqueta de los despachos de gobierno ni los coches oficiales, sin que se visibilice que la extrema derecha tiene algún tipo de influencia en la conformación del Gobierno o del programa de gobierno. Necesita que la factura que le haga pagar Vox por su apoyo sea mínima. Su juego será decir a Vox que no hay candidatura alternativa a la popular y que cualquier movimiento en su contra provocaría, o bien la repetición electoral (ya lo hemos visto en España), y, por tanto, una más que segura penalización a la derecha, o la conformación de gobiernos de izquierda. 'No os vais a atrever' les dirá.

Por su parte Vox necesita consolidar posiciones en España demostrando la utilidad de su voto, que sus papeletas sirvan para algo. Necesita comenzar a reivindicase subiendo la apuesta de Madrid, Andalucía y Murcia. Han pasado de pantalla y fase. Necesitan colocarse en una posición ganadora al PP en las autonomías para darle jaque a nivel nacional. Mañueco y Moreno se convertirán en los alfiles y torres que tomar en el camino del jaque a Casado. La reina Ayuso va por libre, pasarán sin tocarla…

Decíamos al principio que los juegos de la derecha serán una teoría de juegos de carácter no cooperativo. Vox y el PP rivalizan por la hegemonía de la derecha en medio de una guerra cultural. No hay cooperación posible ni espacios de diálogo o entente. Solo puede quedar uno.

Lo relevante, por tanto, será la factura y quién la pagará. Casado intentará que sea gratis, Vox intentará hacer valer sus votos lo más que pueda. Cualquier cesión a Vox reforzará a la extrema derecha a nivel nacional. La amenaza es doble: un Vox reforzado puede ser el empuje que necesita Sánchez para despertar a la izquierda dormida. Ya pasó en Andalucía y en Colón en la entre diciembre de 2018 y febrero de 2019. Ahí se definió el ciclo político sanchista, no en las urnas andaluzas de noviembre.

Las urnas de febrero serán únicamente la primera vuelta de un partido a doble juego. Tras las elecciones vendrá la pregunta que decantará definitivamente el nuevo ciclo electoral: ¿Quién se comerá el sapo?

APUNTES AL MARGEN

  • La leyenda negra. Hubo un tiempo que la leyenda negra española ser esparcía por Europa producto de la propaganda protestante de holandeses e ingleses. Hoy en día no hace falta ningún actor exógeno para ir propagando pestes de España. Solo hace falta dar voz al líder de la oposición en Europa o al ministro de consumo en Reino Unido. En esto ya somos autosuficientes.
  • Los datos y la esperanza. La gripalización is the new normal. Es la nueva palabra de moda. Vamos a palabra de moda mensuales, semanales. Gripalización del virus, gripalización de la economía… Lo evidente es que la gripalización es un desideratum, una esperanza para los gobiernos. La fatiga pandémica ha llegado a las moquetas. Antes del verano nos prometían los felices años 20, y ahora estamos viviendo entre augurios de los terribles 70. Los gobernantes necesitan vender esperanza. ¿Los datos? Van por libre.
  • ¿La fiesta se acabó?. Boris Johnson está en la cuerda floja. El populismo, la extrema derecha, la alt right, está en horas bajas. Han ido cayendo como fichas de dominó tanto políticos: Matteo Salvini, Donald Trump… como sus tecnogurúes: Luca Morisi, Dominic Cummings, Steve Bannon… Ahora penden de un hilo el propio Johnson y Jair Bolsonaro… ¿La fiesta se acabó? Es pronto para saberlo. Trump reconstruye sus huestes, Le Pen-Zemmour luchan por llegar al Elíseo y en España aún falta por conocer el ascenso y la infuencia de Vox.