Mejor Unidos o España Suma. A falta de limar los flecos finales, parece seguro que, independientemente de la nomenclatura de la alianza, PP y Ciudadanos se disponen a presentarse en coalición en Cataluña, Euskadi y Galicia. Mientras que los críticos naranjas o ciertas baronías populares se resisten a la fusión, la apuesta de Casado acabará consumándose. Una reconversión del centro-derecha con la que devolver la ilusión a los votantes descontentos y frenar la hemorragia abierta en Génova y Alcalá 253.

Albert Rivera fue incapaz de valorar la idea de su homólogo. Derechizó su discurso ganándose la reprimenda de su electorado, perdiendo 47 escaños, viendo como el lenguaje ultra amparado por Girauta y Marcos de Quinto no conquistaba a los que abrazaban el europeísmo liberal, dimitiendo frente a las lágrimas de aquellos que no fueron capaces de prever la evidencia  y dejando al partido en el ostracismo y a su previsible sucesora con la difícil tarea de recuperar el rumbo de un partido sin más identidad que los tuits de aquellos que siguen erigiéndose como la vanguardia de la política caduca.

Tres fuerzas luchando por un mismo target mientras el centro quedaba vacío y en bandeja para el PSOE. Luis Garicano, Toni Roldán, Francisco de la Torre, Xavier Pericay y algunos más alzaron la voz, pero el riverismo se defendió abriendo la puerta a sus detractores y enterrando sus críticas entre fuego amigo.

Tras la caída del presidente omnipotente de Ciudadanos, Inés Arrimadas es la única candidata que, a fecha de hoy, se ha presentado a su sucesión. Una especie de paso natural, después de que su otrora alto mando decidiera utilizarla de escolta en Madrid tras su buen hacer en Cataluña, donde logró ganar las elecciones autonómicas en 2017 poniendo a la formación naranja en el liderato del autodenominado constitucionalismo del Parlament.

Ahora el reto es mayúsculo. Un partido perdido donde acabar con la fractura se antoja inverosímil. Máxime si las promesas de aperturismo y los anuncios de volver al espíritu fundacional del partido se difuminan con el paso de los días. El debate sobre las baronías -proyecto de los críticos- empieza a poner en jaque sus aspiraciones, la crítica vuelve a apoderarse de la última hora comunicativa de la formación y el protagonismo se pone en quién liderará una coalición que, anteriormente, fue calumniada con toda serie de exabruptos públicos.

España Suma, pero la corrupción resta: no todo el mundo va a votar por un partido que tiene más de cuarenta casos de corrupción por resolver”. Lapidario, Albert Rivera daba la espalda a Pablo Casado pensando que, compitiendo de tú a tú, el liderato de la derecha era factible. Ciudadanos se hundió, el PP creció y Vox triunfó.

La extrema derecha española amenaza con romper las filas del conservadurismo tradicional. El PP lo sabe y entiende que la fractura es el principal hándicap al que se enfrenta si, a corto plazo, quiere contrarrestar la fuerza de la izquierda. Ciudadanos, mientras tanto, aguanta con las rentas y respiración asistida.

Ahora, el último volantazo de Arrimadas, refrendado por la Gestora del partido que lidera sus actuaciones hasta la realización de la V Asamblea General de la formación, responde a la consumación del fracaso: luchar contra la desaparición es la única batalla factible por el momento.

Inés Arrimadas, 10 de noviembre de 2019: “España Suma es el sueño húmedo de Pedro Sánchez. No se lo pondremos tan fácil”. Tres meses y varios golpes después, la hemeroteca evidencia que asume su derrota. Ya no son lo que eran, pero hay que resistir: buscar alianzas y seguir copando la actualidad informativa, aunque sea a costa de la pérdida de identidad. Un paso al lado para no tener que darlo hacia atrás.