A propuesta de Santiago Abascal, Vox aprobará este sábado un cambio en los estatutos obligando a sus afiliados a “guardar secreto” no solo de las deliberaciones, sino también, “de los acuerdos de los órganos de gobierno y grupos institucionales”. El “incumplimiento grave” de esta obligación dará lugar a la expulsión de cualquier miembro del partido.

Estos cambios, que suponen un espaldarazo a la línea dura de los sectores más ultraconservadores de Vox liderados por los hermanos Garriga (Ignacio y Joan) entre los que ganan peso miembros de la secta El Yunque y del Opus Dei más combativo contra los consensos de la transición, otorgan en la práctica plenos poderes a Jorge Buxadé.

Un partido militar y vertical

Arquitecto de la nueva estructura “militarizada” del partido, Buxadé consigue su objetivo de convertir a Vox en un partido de estructura vertical y de adoración al líder, que podrá “dictar órdenes” e “instrucciones internas” sobre el “funcionamiento del partido”. En definitiva, un partido castrense en el que los militantes y dirigentes deben guardar obediencia ciega a la cúpula dirigente. Es decir, a las decisiones dictadas por el propio Buxadé.

No es una cuestión menor si se tiene en cuenta que Buxadé es el delegado de Abascal en las negociaciones territoriales que Vox mantiene con el PP para formar gobierno en regiones como Extremadura, Baleares, Murcia o Aragón. Con los cambios de estatutos, Abascal respalda sus controvertidas gestiones y le sitúa como negociador en el PP de Feijóo ante un hipotético gobierno nacional entre populares y Vox a partir del próximo 23 de julio.

Un falangista auténtico en un partido sin ‘liberales’

De este modo, para llegar a La Moncloa -si las urnas así lo quieren-, Alberto Núñez Feijóo y su equipo tendrán que pactar con un falangista auténtico, que no oculta su sintonía con la Rusia de Putin y su lucha cultural contra el feminismo, la igualdad y el colectivo LGTBIQ+. Propulsor de teorías conspirativas, como “nacionalista” reconoció que no le gusta ver la 'M' de McDonald's allí por donde va”. Está en contra del capitalismo y del globalismo. La defensa de la libertad individual la sitúa en un segundo plano en comparación con la defensa del Estado-Nación.

El PP no sólo tendrá que lidiar con Buxadé en las hipotéticas negociaciones, sino que además no podrá apoyarse y buscar alianzas con perfiles ‘más liberales’ dentro del partido de extrema derecha como Mireia Borrás, Víctor Sánchez del Real y Rubén Manso. Todos ellos han sido eliminados de las listas junto con otros 10 diputados con posiciones ‘más moderadas’.

En el nuevo Vox de Buxadé también pierde peso Iván Espinosa de los Monteros, todavía portavoz de Vox en el Congreso y que en ocasiones servía de puente con el Partido Popular.

Con Macarena Olona fuera del partido y totalmente enfrentada a la dirección, Vox se distancia por completo de los principales rostros que marcaron el inicio del partido cuando por primera vez obtuvo éxito electoral en las elecciones autonómicas de Andalucía en 2018.

En este camino hacía un partido castrense y militarizado, especialmente llamativa fue la defenestración como secretario general de Javier Ortega Smith, persona que en su día fue de tanta confianza con Santiago Abascal que incluso le defendió como abogado en el juicio en el que el líder de Vox se enfrentó al desahucio de su casa tras un complicado divorcio y quiebra de un bar que montó en Euskadi.

'Lepenizando' aún más el discurso

Al margen de las negociaciones con el Partido Popular, Buxadé también jugará un papel clave a la hora de consolidar el discurso 'lepenista' -de la dirigente francesa Marine Le Pen- en la próxima campaña electoral, en el que es previsible que Vox potencie aún más temas sobre los que incide la extrema derecha europea para confrontar con la izquierda e intentar atraer el llamado voto obrero: exaltación de la identidad nacional frente al proceso de globalización, seguridad de las calles frente a un supuesto aumento de la violencia y control de la inmigración ilegal identificando a los trabajadores extranjeros cono el aumento de la criminalidad en los barrios.

Es decir, “patria, inmigración y seguridad” como ejes discursivo (y de campaña).