En una situación como la actual, en la que los recursos hídricos del planeta están siendo sobreexplotados, la regeneración de las aguas residuales urbanas es una de las grandes oportunidades para garantizarnos el acceso doméstico al agua potable y de saneamiento.

Pero para hacerlo posible, para poder reutilizar nuestras aguas residuales una vez regeneradas, es necesaria la colaboración de todos mediante una gestión más responsable de los vertidos que realizamos a través de los desagües. Una gestión que debe basarse en la reducción de vertidos contaminantes.   

Estamos empleando las mejores tecnologías de saneamiento para mejorar la eficiencia de las estaciones depuradoras de aguas residuales, dotándolas de los sistemas de filtración, inertización y retirada de contaminantes más avanzados. Todo con el propósito de obtener un agua reciclada cada vez más pura, más limpia y más segura que retorne al medio en el mejor estado posible.

Pero todo ese esfuerzo, toda esa tecnología empleada para reducir la carga contaminante de las aguas residuales resulta baldío si, en el momento inicial del proceso, como por ejemplo cuando hacemos uso del inodoro, añadimos tal cantidad de residuos tóxicos que impiden su recuperación.

Siguen siendo demasiados los que entienden el váter como un agujero negro, un túnel a través del cual todo lo que allí tiramos va a parar al hiperespacio. Y no es así.

Tirar por el váter medicamentos fuera de uso, sobrantes de disolvente, pinturas y otros productos químicos equivale a pincharnos el bote salvavidas de la reutilización. Porque necesitamos recuperarla para garantizarnos de nuevo el acceso a ella.

A medida que avanza el calentamiento global tenemos cada vez más claro que vamos a necesitar el comodín de ése agua. Por ello, tirar por el váter toda clase de residuos sólidos no biodegradables: desde productos de higiene íntima femenina hasta las famosas toallitas húmedas, es un auténtico disparate. Porque todos esos impropios colapsan los sistemas de alcantarillado, reducen la eficiencia de las estaciones depuradoras y causan cuantiosas pérdidas de dinero público.

Si el cambio climático va a reducir la disponibilidad de agua cruda, es decir la que podemos captar en el medio natural, y el aumento de población va a multiplicar la demanda de agua potable, no nos queda otra opción que reciclar la que usamos. Y una buena manera de contribuir a ello es reducir la carga contaminante de nuestras aguas residuales para propiciar esa reutilización.

El mes pasado el Parlamento Europeo aprobó una resolución para impulsar la reutilización de aguas residuales para riego agrícola. El principal objetivo de esta medida es hacer frente a la sobreexplotación de los recursos hídricos de la Unión Europea y contrarrestar la más que probable escasez a la que vamos a tener que hacer frente en los próximos episodios de sequía, que a tenor de los informes de los climatólogos serán cada vez más severos y recurrentes.