La degradación del Parlament de Cataluña alcanza a fecha de hoy límites casi cómicos. La repetición de debates y votaciones sin trascendencia jurídica sobre la autodeterminación con el único objetivo de mantener vivo el estado de ánimo de las bases independentistas en la perspectiva de la siguiente convocatoria electoral, sea cual sea, ha acabado por ofrecer un debate desangelado y absurdo. El único interés era comprobar si la astucia del presidente de la cámara, Roger Torrent, de adelantar la hora de la votación per driblar la desobediencia, sorprendería dormidos a los miembros del Tribunal Constitucional. El TC siempre acude puntual a la cita de la intervención, aunque en esta ocasión habrá que comprobar con el VAR si la notificación para paralizar la votación llegó antes o después de haberse producido. Cosa de minutos. Por si acaso, el boletín del Parlament no publicará la moción aprobada.

La suspensión del acuerdo de la Mesa que permitía la tramitación de la moción de la CUP y la obligación de paralizar estaba cantada por los antecedentes existentes en esta materia. También era conocida la renuencia de Roger Torrent a cometer ningún tipo de desobediencia formal que pudiera acarrear su inhabilitación, aunque en vigilias del 10-N mostró solemnemente su predisposición a asumir el riesgo. Solo faltaba conocer cómo se materializaría en esta ocasión la proverbial astucia de los líderes independentistas.

La opción fue la de madrugar, introduciendo a las 9 de la mañana una modificación del orden del día para que la propuesta de resolución pudiera votarse a primera hora de la mañana en lugar de a primera hora de la tarde. Sin embargo, dado que todo se limita a la propaganda, no pudieron resistirse a anunciar la maniobra el lunes por la noche, eliminando el factor sorpresa con el que pretendían sorprender al TC. Solamente queda por comprobar si la notificación llegó antes o después de la votación para saber si existió o no desobediencia. Para ello, el TC ha solicitado el acta de la sesión. Carlos Carrizosa, presidente del grupo de Ciudadanos, pidió la palabra justo antes de votar para advertir de la existencia de la comunicación del alto tribunal.

A quien sorprendió Torrent con el cambio del orden del día fue al gobierno de la Generalitat, que al coincidir el horario con la reunión semanal del ejecutivo, no pudieron asistir al debate.  El adelanto decretado por presidente de la cámara alegando un compromiso de su agenda (el pleno podría celebrarse sin su presencia) tuvo que salvar en primera instancia las quejas de los grupos de la oposición, habituales en este tipo de situaciones, quienes le recordaron los tristes precedentes de Carme Forcadell. Torrent alegó que en aquel instante no había requerimiento específico del TC para la suspensión.

Astucia al margen, el debate fue muy pobre, rutinario. Ningún presidente de grupo ni portavoz parlamentario intervino, tan solo el del PP, Alejandro Fernández. Muchas referencias a la actualidad y escasa argumentación más allá de confundir la libertad de debate con la prohibición de una votación concreta. El interviniente por el PSC, Ferran Pedret, casi se limitó a leer la Resolución 2625 de la ONU sobre la aplicación del derecho a la autodeterminación a las colonias o los territorios no autónomos en la que queda literalmente recogida la no traslación de dicho derecho a la intención de quebrantar la integridad territorial de los estados soberanos dotados de gobiernos que no hagan distinciones de raza, credo o color.

La resolución de la CUP abarcaba muchas más cuestiones además de reclamar el ejercicio del derecho a la autodeterminación. Así, exigía el cese del conseller Buch por la actuación de los Mossos en los altercados callejeros post sentencia del Procés, recogía referencias a las tasas universitarias, la violencia machista, los déficits sanitarios y un largo etcétera de materias diversas. ERC y JxCat solamente aprobaron el punto de la autodeterminación.

Paradójicamente, ERC y JxCat votaron en contra del resto de apartados alegando que ya habían sido votados con anterioridad. El interviniente republicano, Ernest Maragall, incluso llegó a recriminar a la CUP de “vivir de espejismos” por insistir en temas ya vistos, obviando que también el supuesto derecho de Cataluña a la autodeterminación habrá sido votado una docena de veces en la cámara catalana. Maria Sirvent, en nombre de la CUP, reaccionó airadamente contra los dos grupos independentistas que forman el gobierno Torra: vergüenza de votación la vuestra. No queremos ninguna relación con vosotros.