Es preciso comenzar este artículo recordando que la relación entre el mundo islámico y Occidente no siempre se ha desarrollado del modo en el que la conocemos ahora. Hace más de mil años, por ejemplo, cuando los árabes introdujeron el concepto del 0 posicional en nuestra cultura a través de Al-Ándalus, la Iglesia cristiana lo catalogó como “mágico” y “demoníaco”. En algunos lugares la prohibición de su uso alcanzó hasta el S. XV.

También hubo filósofos como Averroes, el cual recuperó las enseñanzas de Aristóteles mucho antes que Tomás de Aquino, quien lo hizo cien años después. U otro sabio cordobés y discípulo suyo, Maimónides, un rabino talmudista que escribía en territorio musulmán, algo impensable hoy en día. Al igual que su maestro, pretendió conciliar racionalismo y fe cuando era impensable plantearlo en el mundo cristiano de entonces.

Sin embargo, en siglos posteriores y, especialmente desde el Renacimiento, comenzaron a surgir numerosos intelectuales occidentales quienes, a través de la filosofía, la astronomía y las ciencias cambiaron los cimientos de nuestra sociedad. Aun a costa de ser perseguidos por sus enseñanzas y sus ideas.

Por ejemplo, Giordano Bruno fue quemado en la hoguera por sus teorías de un universo infinito, la existencia de otros mundos y la transformación de la sustancia, además de otras ideas. O Giulio Cesare Vanini, que también fue quemado vivo en 1618 por cuestionar la inmortalidad del alma.

Otros discutieron el poder tanto eclesiástico como estatal, siendo hostigados toda su vida por ello o criticados y acosados, pero sin renunciar a sus creencias por tal motivo. Hombres como Thomas Paine, Rousseau o Voltaire, que sufrió la prohibición del Parlamento francés de su obra “El Fanatismo o Mahoma”. Ésta criticaba no solamente el integrismo religioso musulmán ya en 1736, sino también el cristiano. Hubo muchísimos otros, claro, con el propio Darwin a la cabeza.

Me pregunto dónde están todos esos intelectuales o revolucionarios en el ámbito islámico una vez superada la denominada Edad de Oro del Islam, la cual es comúnmente aceptado que finaliza en el S. XIII ¿Por qué esa escasísima proliferación de personas que cuestionan el orden establecido o plantean avances científicos en países musulmanes desde hace muchísimos siglos? Es algo especialmente llamativo.

Y no podemos aducir la falta de libertad o de democracia como excusa para ellos, porque casi todos los autores y científicos occidentales que cito expusieron sus obras e ideas en un marco autoritario la mayoría de las veces.

La persecución de escritores como Salman Rushdie u Orhan Pamuk (éste en menor medida, claro), es ampliamente conocida en el mundo occidental. Además de ellos, existen otros menos populares como el poeta sirio Ali Ahmad Said Esber o el bloguero saudí Raif Badawi. Exiliados o viviendo en la clandestinidad en su propio país.

Pero son muy pocos los que se atreven a hablar con libertad dentro de las fronteras de una religión que profesan 1.500 millones de personas en el mundo. Imposible si muchos otros que sienten igual que ellos, pero callan por temor a las represalias, no se atreven a sumarse.

Es cierto que las situaciones actuales en países musulmanes como Afganistán, Irak, Siria o Irán, por citar algunos, llevan el sello de EEUU, Rusia y Europa impreso. Pero eso jamás puede servir como justificación para quienes temen rebelarse contra la tiranía y la falta de libertades que ya existía en su tierra antes del intervencionismo occidental.

María Zambrano dijo que todo extremismo destruye lo que afirma. El fundamentalismo islámico acaba con todo el respeto y tolerancia que exige para sí mismo pero que no profesa hacia todo lo demás.  

Pero han de ser quienes más padecen sus estragos los primeros que se levanten contra él. La Revolución francesa no fue liderada por potencias exteriores. Las conquistas sociales de la clase trabajadora jamás hubieran sido posibles sin las reivindicaciones y el activismo de este colectivo.

Para eso los millones de musulmanes que anhelan libertad y democracia sí que deberían tener toda la ayuda posible de Occidente. Pero una vez que ellos hayan dado el primer paso.