Las voces que creyeron ver en la reunión de Pedro Sánchez y Quim Torra un punto de inflexión optimista en el la nueva etapa de diálogo pactada por ERC y los socialistas se han apagado paulatinamente al paso de las horas. La mayoría se inclina a pensar que el gran éxito del encuentro del pasado jueves es no haberse convertido en la última cita de un proceso negociador que goza de un enorme apoyo en las encuestas pero que en la realidad debe enfrentarse a la sideral distancia de los planteamientos previos. El gran obstáculo es Quim Torra y JxCat, ahora ya dedicados a tiempo completo al pressingERC .

La reunión del jueves se acabó convirtiendo en un homenaje involuntario a José Luis Cuerda y a su película más conocida, Amanece, que no es poco. El anuncio de una pronta fecha de encuentro de la mesa negociadora era lo mínimo y lo máximo que se esperaba de la conversación entre el presidente del gobierno central y el de la Generalitat; una vez cumplido el objetivo indispensable para dar continuidad al discurso del diálogo, el resto de detalles quedaban en segundo plano. Sánchez había ido a Barcelona para esto, para agendar un nuevo día, y Torra no se atrevió a romper el cántaro tan pronto, aunque ya dejó caer en su comparecencia que la reunión de hecho no se había acabado todavía porque él debía consultar su respuesta definitiva a su grupo asesor, formado entre otros actores por la ANC, la CUP y Òmnium.

Pedro Sánchez ganó el primer asalto; pudo anunciar una nueva sesión y dejó en manos de Torra sus 44 puntos de la Agenda para el Reencuentro, un compendio de medidas que deben tratarse básicamente en los presupuestos generales o en la comisión mixta Estado-Generalitat, salvo los referentes a la negociación política que deben ser objeto de la Mesa de Diálogo entre gobiernos propiamente dicha y que deberá respetar “el marco de la ley y de la seguridad jurídica” en su búsqueda de soluciones al conflicto. Solo hay que comparar la oferta de salida del gobierno central con las pretensiones repetidas a destajo por Torra (“la raíz del problema es la soberanía”) para tomar conciencia del peligro que amenaza de forma permanente la continuidad del diálogo.

A las cuarenta y ocho horas del solemne episodio celebrado en el Palau de la Generalitat, Torra y JxCat han explicitado lo que todo el mundo sospechaba: se van a dedicar en cuerpo y alma a hundir la estrategia de ERC para impedirles ganar las elecciones. En un acto convocado en el Born, la sede de la épica independentistas del 1714, declararon la guerra al independentismo programático defendido por Pere Aragonés, se apuntaron unilateralmente el mérito de los presupuestos autonómicos negociados por los republicanos con los Comunes y rechazaron la Agenda del Reencuentro de Pedro Sánchez por su “tufo colonial”, en palabras de la diputada Laura Borràs.

Torra ya había despejado cualquier duda sobre sus intenciones incluso antes de comparecer entre las piedras sagradas del Born. El todavía presidente de la Generalitat volvió a situar la figura del mediador internacional como la exigencia previa a toda mesa negociadora, despachando el documento presentado por Sánchez a una próxima convocatoria de la comisión bilateral Estado-Generalitat, cuyo desarrollo pretende endosar a Pere Aragonés para que ponga a prueba su capacidad negociadora en materia autonómica, reservándose para él el protagonismo en la negociación política si esta comienza antes de su previsible inhabilitación por el Tribunal Supremo.

La situación para ERC se complica de forma evidente. Torra, Puigdemont y JxCat han declarado abierta la campaña electoral aún sin fecha para los comicios (Estamos a punto, era el eslogan del acto del Born) pero con el objetivo claro de pasar cuentas con sus ex socios de gobierno (todavía en el gobierno) y se preparan para desacreditar la mesa negociadora a partir de las resoluciones aprobadas en el Parlament (con el voto de ERC, claro) en las que se apremia a los actores del diálogo a ser fieles a la reclamación del derecho a la autodeterminación y a exigir la amnistía como condición previa.

Por si el mandato parlamentario no fuera suficiente para debilitar la posición pragmática de ERC, Torra cuenta con su particular consejo asesor, liderado por la ANC, al que se ha comprometido a consultar y a obedecer antes de responder a Sánchez sobre la posibilidad de acudir a una nueva cita. En el interior de esta línea Maginot del independentismo radical las posiciones de Torra son ampliamente compartidas, de la misma manera que rechazan las estrategia de los republicanos, quienes también solían asistir a estas cumbres con el presidente, al menos hasta la fecha .

Estando el gobierno prácticamente en funciones, la capacidad de influencia de ERC en Torra es prácticamente nula. De hecho, los republicanos tienen mucha más ascendencia actualmente sobre Pedro Sánchez, dada la aritmética del Congreso de los Diputados. De todas maneras, el margen de maniobra del presidente del gobierno quedó reflejado en las 44 propuestas presentadas el jueves, aunque su voluntad política de mantener vivo el diálogo y ayudar a ERC a resistir el acoso de JxCat puede sostenerse todavía en diferentes iniciativas parlamentarias como la reforma del Código Penal.