La gestión del agua es uno de los ámbitos de la gobernanza municipal que exige una mayor responsabilidad por parte de todos. Podemos y debemos estudiar nuevas fórmulas de administración para avanzar hacia otros modelos de gestión, por supuesto, pero cuidado con el tema del agua. La gestión del agua debe estar basada en tres premisas básicas: la sensatez, la responsabilidad y el sentido común.

Sensatez a la hora de primar un sistema que garantice el acceso universal de toda la población al agua potable, tal y como establece la Resolución 64/292 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que reconoce explícitamente el derecho humano al agua potable y de saneamiento. Pero que mantenga los más altos niveles de eficiencia en el servicio y de responsabilidad medioambiental.

Responsabilidad para que el abastecimiento sea suficiente y continuo para satisfacer las necesidades básicas de agua entre la población: beber, mantener una correcta higiene personal, realizar la colada, preparar y cocinar los alimentos o realizar la limpieza del hogar, entre otros. Unas tareas que, de acuerdo con lo que establece la Organización Mundial de la Salud (OMS), requieren el empleo de 50 a 100 litros de agua por persona y día. Un servicio que debe ser constante, seguro y eficaz.

Sentido común para proveer a la población de un agua saludable y sometida a los más estrictos controles de seguridad: un suministro libre de los microorganismos, sustancias químicas y peligros radiológicos que constituyen una amenaza directa a la salud humana. Y para que su acceso sea asequible para todos, algo para lo que, según establece el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el coste del agua no debe superar el 3% de los ingresos del hogar.

Por todo ello la prioridad en la gestión municipal del agua debe ser seguir garantizando el acceso de todos los ciudadanos al servicio, incluso el de aquellos que no puedan costearlo. Algo que exige mantener y reforzar la actual red de equipamientos de captación, potabilización, transporte, almacenamiento, distribución, alcantarillado, depuración, reutilización y restitución al medio ambiente que hemos ido desarrollando a lo largo de todos estos años. Cuidado con los ensayos propagandísticos: estamos hablando de un servicio básico para la salud y la calidad de vida de las personas y con una importante repercusión en el medio ambiente.   

Sensatez, responsabilidad y sentido común: esas deben de ser las premisas básicas en la gestión del agua. Por el bien de los ciudadanos y del medio ambiente, el compromiso de servicio público debe prevalecer frente a cualquier otro propósito político, frente a todo afán de protagonismo.