Como si de un instinto irreprimible se tratase, Podemos ha vuelto a abrirse en canal en riguroso directo. Pablo Iglesias, exvicepresidente segundo y exlíder del partido, fue el encargado de cerrar la Uni de otoño, acto en el que pretendía ungir a sus candidatos para las municipales y autonómicas y exhibir músculo para demostrar a Yolanda Díaz que siguen constituyendo la columna vertebral del espacio confederal. A nadie se le escapa que, pese a haberle entregado el cetro, la ministra de Trabajo no es santo de su devoción; pero tampoco se esperaba que Iglesias recelara de ella de tal manera. En su arenga, le exigió respeto a la hora de integrar a Podemos en Sumar. Cierto es que no la mentó, pero el enorme elefante en la sala tenía nombre y apellidos: Yolanda Díaz. Iglesias acusó a la práctica totalidad de los medios de manipular sus palabras pese a que, al día siguiente, ya el lunes, repitió argumentario y remachó: “Respétanos”, que “te hemos hecho vicepresidenta”. Si lo que pretendía el exlíder era aplacar las turbadas aguas, su incursión ha fracasado. Por contra, ha aquilatado la teoría de que los morados son incapaces de solucionar sus vicisitudes orgánicas en privado, sin dañar al partido y sin hacer de los medios y las redes sociales una suerte de ring improvisado.

Corría el año 2016 y era Nochebuena. Por aquel entonces, Pablo Iglesias era secretario general y diputadoy su número dos era ni más ni menos que Íñigo Errejón, su amigo. Una amistad que, sin embargo, no le salvó de un plan macabro. Le dieron la noche. Ambos mantenían un fabuloso pulso por la estrategia que debían seguir. El líder apostaba por endurecer el mensaje mientras el portavoz parlamentario abogaba por seducir a aquellos a los que aún no habían llegado pescando en caladero socialista. El 23 de diciembre, en la víspera de Nochebuena, la dirección del partido decidió cesar a José Manuel López como portavoz en la Asamblea de Madrid. “Este no es el camino”, lamentó Errejón. ¿Y cuál fue la respuesta de la cúpula oficialista? Una campaña orquestada de la que participaron varios dirigentes de primer nivel, como Irene Montero, con el hashtag: #ÍñigoAsíNo.

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Esta fue una de las primeras colisiones televisadas. Su víctima, Errejón, no guarda buen recuerdo de aquello: “Te puedes imaginar, no me hizo mucha ilusión, no fue algo que me gustara. Hay que respetar los días familiares”, sostuvo días después, el 4 de enero. Desde septiembre hasta dicha fecha, los medios habían dado buena cuenta del quilombo interno que dormitaba en Podemos. El aluvión de informaciones fue atajado por Pablo Iglesias y su guardia pretoriana desacreditando a los periodistas que informaban de ello. Sí, cierto es que la ultraderecha mediática inició una cacería contra él, Juan Carlos Monedero y cualquier atisbo de tinte morado; pero reputados compañeros sufrieron ataques y acusaciones muy graves únicamente por hacer su trabajo. Y ha vuelto a ocurrir.

Con el choque de Nochebuena y la contienda pre Vistalegre II en la que Errejón se enfrentó a Iglesias y este le purgó, ya nadie negaba la fractura. ¡Sólo faltaba! De hecho, la batalla se trasladó a Madrid. Errejón fue orillado del Congreso y aparcado en la capital, donde le hicieron candidato en detrimento del líder regional, Ramón Espinar. El resultado es de sobra conocido: Errejón no tragó el sapo de ser un mero busto electoral y acusó la falta de independencia para justificar su candidatura por separado al abrigo de Manuela Carmena. Como dato no menor, Espinar (pablista) dejó la política y ahora dispara en Twitter contra Iglesias. Sin ir más lejos, este lunes criticó que su otrora amigo “ha conseguido instalar en todos los medios un mensaje agrio, agresivo y vengativo contra Yolanda Díaz”. “No son las cloacas, es lo que dijo. No carga contra el poder económico, en esta crisis, sino contra la compañera que él mismo denigró”. Y despachó: “Es la caricatura de un liderazgo tóxico”.

Dudosas prácticas

Resulta cuando menos curioso que Iglesias cargue contra los medios por sus afiladas palabras cuando hasta los que fueron sus amigos ven en las mismas un dardo envenenado que daña al proyecto de Díaz. El exvicepresidente segundo se parapeta, una vez más, en que es cosa de la prensa corrupta y sus esbirros, pero no es cierto. Podemos tiene un problema y es aún más grave de lo que proyecta. No es que el partido albergue discrepancias internas, pues en todas las casas cuecen habas, sino que se recurre a una estrategia de descrédito contra periodistas de dilatada experiencia y demostrable reputación, poniéndoles en el disparadero. Podemos no ha sufrido la peor de las crisis orgánicas. La velada en Ferraz que se saldó con una gestora en sustitución de un denostado Pedro Sánchez y la cabeza de Pablo Casado servida en bandeja de plata por Isabel Díaz Ayuso han hecho méritos para encabezar el ranking. Y el problema de Vox con Macarena Olona -la que no debe ser nombrada- amenaza con escalar posiciones. Pero al menos, todas ellas, son abordadas en privado, sin agitar día sí y día también las redes y sin intercambiar golpes en riguroso directo.

El problema de Podemos no son sus riñas internas, pues sus reclutas no son los que blanden los cuchillos más afilados, sino cómo las afrontan

Cualquier periodista que haya dado cobertura a Unidas Podemos sabe de lo que aquí se habla. Así es como Podemos gestiona las habas: a través de una guerra mediática. Este martes, servidor publicó a primera hora de la mañana un artículo titulado Sectores críticos de Podemos lamentan la afrenta de Iglesias a Díaz durante su arenga en la 'Uni de otoño': "Se equivocó”. En él, relato que hay dirigentes y cargos orgánicos morados que apuestan por Sumar y no entienden que se ningunee el proyecto. Las citas son de “fuentes” que prefieren mantener el anonimato. Pues bien, a media mañana, después de la publicación, servidor recibió un comentario de un integrante del partido afín a Iglesias: “Ya, claro, fuentes…”, murmuró, insinuando poco menos que me las había inventado. No pude evitar sonreír. Esa misma persona me había filtrado informaciones en anteriores ocasiones bajo esa misma premisa: “Fuentes”.

No son las riñas internas, pues sus reclutas no son los que blanden los cuchillos más afilados. Es cómo las afrontan. Amistades rotas, bloqueos en Twitter y debates sangrientos vía pájaro azul. Hay quienes, como Enrique Santiago (PCE) o Yolanda Díaz, apuestan por lavar los trapos sucios en casa; mientras otros como Iglesias cubren los paños con la capa de invisibilidad. Como si no hubiera nada que ver debajo. Lo hay; y negar la mayor no hace sino empañar otros mensajes. En su discurso en la Uni de otoño dijo muchas más cosas, algunas muy importantes: la cacería que sufre su partido, el veto a Vicky Rosell, Vivienda, el cambio de logo... Pero decidió aprovechar para lanzar un mensaje a Yolanda Díaz. Me pregunto si realmente esperaba que los medios hablaran de la ley Trans (que también se ha hecho) después de sus ofensivas contra la ministra de Trabajo. Si no cesan las hostilidades, la sangría puede ser babilónica.