Pero basta de nostalgia, vivamos el aquí y el ahora”. Con esta frase finaliza la novela Un amor imposible, de Christine Angot, adaptada por Catherine Corsini en la que es, hasta la fecha, su mejor película. De Angot, prolífica autora y guionista ocasional, además de la esta obra, se han traducido las también más que recomendables El incesto y Una semana de vacaciones. Las tres, a pesar de sus diferencias, giran alrededor de un trauma que la propia Angot sufrió y que en Un amor imposible plasmaba en sus páginas de manera abierta en un trabajo que mostraba la escritura como vehículo de redención -la propia novela- y de entendimiento del pasado -las diferentes cartas y correos electrónicos que se intercambian los personajes en las diferentes etapas en las que se desarrolla-.

En su trasvase a la gran pantalla, esa relación personal de la escritora con lo narrado se pierde, aunque Corsini sea fiel a la voz narradora de Christine, quien arranca en el momento en el que sus padres se conocen, y al desarrollo narrativo de la novela, tan solo acelerando en su parte final, condensando en pocos minutos lo que en la obra de Angot está desarrollado a lo largo de varios años. Un alejamiento que conduce a Un amor imposible hacia un terreno más puro de la ficción y su historia a unos contornos más amplios en su compleja visión de unas relaciones íntimas y emocionales que, en apariencia, se desarrollan sobre una base normativa y que, sin embargo, esconde bajo su historia e imágenes una subversión de sus formas.

'Un amor imposible', de Catherine Corsini

Rachel Schwart (una magnífica Virginie Efira) comienza una relación en los años sesenta con Pierre (Niels Schneider). Ella vive con su hermana y su madre en la localidad de Châteauroux, es judía, de origen humilde y vive con el recuerdo de un padre que se encuentra residiendo en el extranjero; Pierre, en cambio, es un burgués, tan intelectual como pedante como cabrón, que tiene claro que no quiere ataduras en su vida. El nacimiento de una hija en común no cambiará esa perspectiva. Un amor imposible relata los inicios de la relación y su desarrollo durante décadas con un uso excepcional de la elipsis -en un momento dado, de gran brillantez por lo que oculta, pero a la vez por lo que da a entender- y creando unas imágenes que se ajustan a unos modos más o menos reconocibles de cine de época para, desde su interior, ahondar en lo que escondían los constructos sociales, también personales, y en sus consecuencias.

'Un amor imposible', de Catherine Corsini

Porque bajo una capa de corrección se esconde una película compleja y problematizadora del personaje de Rachel, primero, y, después, de su hija y la relación que ambas mantienen. Con una mirada que une la educación en un sistema patriarcal asimilado y apenas, en esos momentos, contestado, con la diferencia de clases, tanto por el origen judío de Rachel como por cuestiones económicas. En un momento en el que apenas se encuentra en el cine consideraciones de clase, borradas de un plumazo de las ficciones, Un amor imposible resulta excelente en esta cuestión gracias a cómo lo muestra, además, haciéndolo de una manera tan contenida como despiada, tan distanciada como dramáticamente elaborada.

'Un amor imposible', de Catherine Corsini

Tanto Rachel como su hija sufrirán a Pierre en diferentes niveles y en distintas cuestiones, y Corsini se encarga de transitar con sus imágenes sus vidas de manera elegante, con una puesta en escena de gran precisión a la hora de dotar a los planos de significado más allá de lo que muestran. En Un amor de verano Corsini ya se había acercado al pasado para ahondar en el feminismo y en el retrato femenino, como también lo estaba en películas anteriores como la notable La répétition, Partir o Tres mundos, pero en ningún caso con el equilibrio que consigue en Un amor imposible. Incluso a pesar de que la conversación final adolece de un innecesario subrayado -en diálogo, porque en cuanto a la realización, en contraposición a lo visto anteriormente, posee un gran significado por su movimiento de cámara de un cuerpo a otro-, la película de Corsini muestra la posibilidad de un relato adulto, con claroscuros en el acercamiento a sus personajes, especialmente a Rachel y sus decisiones, sumida en una educación que ocasiona que, en un momento dado, sea ciega ante lo que está sucediendo ante ella.

Regresando al comienzo, la novela termina con un reclamo de olvidar el pasado, de asimilarlo, aceptarlo y, sobre todo, superarlo para poder vivir en el presente y crear, desde ese aquí y ese ahora, un espacio vital sin condicionantes pretéritos. La película, al final, mientras se escucha la voz en off de Christine leyendo una carta de su madre, lo traduce con una imagen simple y sencilla y, por ello mismo, llena de significado: madre e hija, tras una conversación que ha dejado claro que aquello que ha sucedido en el pasado no se puede revertir y que las dudas sobre cómo se actuó no dan pistas sobre ello, cruzan la calle cogidas del brazo. Corsini representa ese aquí y ahora para dos personajes que no podrán olvidar, pero sí vivir su presente de manera más libre.

'Un amor imposible', de Catherine Corsini