El problema de buena parte de las series, tanto nacionales como de fuera, es que el guion en el que se sustenta la historia es tan malo que no hay por donde cogerlo. Ni siquiera cuando se adaptan libros, la cosa mejora. Con frecuencia, aquello que estaba tan bien contado entre líneas y páginas no se ve reflejado en la pantalla. Siempre digo que lo mejor es no arriesgarse a ver su adaptación cinematográfica o televisiva de una novela. Un consejo que uno se debe saltar con Chica de Nieve, el inquietante y angustioso thriller psicológico que estrena Netflix este viernes y que tan buena justicia hace al bestseller de  Javier del Castillo en el que está basado.  

Aunque en medio de cierto desorden tanto temporal como narrativo, desde el primer capítulo engancha tanto por lo que cuenta como por quién lo cuenta y de qué manera lo hace. Ha confluido una potente historia, un excelente reparto y una gran dirección. Y eso, en los tiempos que corren, no es que sea mucho, es que es demasiado. La ficción española demuestra una vez más, aunque con cuentagotas,  que no es casualidad el gran momento  que atraviesa.

Atípica Films

Atípica Films (responsable de películas como Modelo 77 y series como Las de la última fila, produce este thriller dramático de seis intensos episodios tan entretenido, protagonizado por Milena Smit (No matarás), José Coronado (El inocente), Aixa Villagrán (Vida perfecta), Tristán Ulloa (Fariña), Julián Villagrán (Nasdrovia), Raúl Prieto (Antidisturbios) y Cecilia Freire (Velvet).

Creada por Jesús Mesas y Javier Andrés, la historia nos traslada a Málaga durante la cabalgata de los Reyes Magos (la original arrancaba en el desfile de Acción de Gracias de Nueva York en 1998). Aquí Amaya, la hija de la familia Martín, desaparece entre la multitud en uno de los días más bonitos para cualquier niño. Miren (Milena Smit), una periodista en prácticas, comienza una investigación paralela a la de la inspectora Millán (Aixa Villagrán) que despertará turbios aspectos de su pasado.

Con la ayuda de su colega periodista Eduardo (José Coronado), Miren no parará hasta encontrar a la niña siguiendo pistas como unos mechones de pelo que aparecen junto a la ropa que llevaba puesta la pequeña o una cinta VHS que recibe la familia cinco años después en la que Amaya aparece jugando en una habitación desconocida y aparentemente tranquila. ¿Dónde está Amaya Martín? ¿Quién la ha secuestrado? ¿Por qué ahora insisten en ponerse en contacto con sus padres?

Uno no sabe muy bien por qué, pero las desapariciones de menores no solo conmueven a la sociedad, sino que además atrapan al espectador que devora sin parar información en los medios y las televisiones. Al morbo se une esa particular empatía y sensibilidad que sentimos hacia los más pequeños y vulnerables. No hay más que recordar el caso de las dos niñas de Canarias a las que su padre arrojó al mar, o el pequeño Gabriel al que cruelmente mató la pareja de su padre. 

No es extraño por ello que Chica de Nieve, por todo lo que encierra, se convierta en una de las apuestas más potentes de Netflix los próximos meses. Y es que tanto la pérdida de la niña, como el envío de imágenes suyas grabadas en una misteriosa habitación, así como las pistas que podrían llevar hacia a ella o no, atrapan sin parar, y su resolución en los dos últimos capítulos es un golpe de efecto, que deja a uno sin palabras. Lo que menos interesa de la serie es la historia en paralelo de lo que le ocurrió a la joven periodista en el pasado.

Milena Smit

Nada sería igual en Chica de Nieve sin Milena Smit.  Hipnótica y cautivadora, la joven que saltó a la fama por protagonizar la última película de Almódovar Madres Paralelas y No matarás, por la que fue nominada a los Goya como mejor actriz revelación, da al personaje de Miren un aura de sufrimiento y ternura al que no estamos acostumbrados en televisión.

José Coronado abandona los rudos papeles de hombre poderoso, malvado y con carácter, que viene interpretando con gran éxito,  para meterse en la piel de un periodista maduro, normal y corriente, y tremendamente atractivo. De Aixa Villagrán, poco que decir. Demuestra que puede ser dueña de cualquier registro interpretativo, casi sin despeinarse. Lo mismo le da una comedia, que un drama o un policial. Todo lo hace bien.