Residente retira su participación en el Festival Internacional de Benicàssim (FIB) y el Morriña Fest tras conocer que ambos están vinculados indirectamente al fondo estadounidense proisraelí KKR. El artista lanza un contundente mensaje: “no puedo participar ni un solo segundo” y exige coherencia ética en la cultura.
Un paso firme por principios éticos
El artista puertorriqueño Residente ha cancelado sus conciertos en el Festival Internacional de Benicàssim (FIB), previsto para el 19 de julio, y el Morriña Fest de A Coruña, donde iba a actuar el día 12. Su motivo: el vínculo financiero de ambos festivales con un fondo de inversión relacionado con intereses israelíes.
En un comunicado difundido en redes sociales, Residente anunció que su decisión no se debe a “cuestiones políticas”, sino a su compromiso con los derechos humanos. Explicó que, tras recibir información de su hermano y de periodistas, decidió cancelar su presencia al conocer la relación indirecta entre los festivales y un fondo “involucrado en la tragedia que vive el pueblo palestino”.
“No puedo participar ni un solo segundo en nada relacionado con esta tragedia”, expresó el artista, que reconoció posibles consecuencias legales por su decisión, pero añadió que “honestamente, no me importa”.
Efecto dominó en los festivales españoles
Residente no es el primer artista en tomar una decisión similar. La cancelación de actuaciones en festivales organizados por una conocida promotora internacional, adquirida recientemente por un fondo de inversión señalado por activistas y organizaciones de derechos humanos, ha provocado una oleada de abandonos en cadena.
Festivales como Viña Rock, Resurrection Fest o el Sónar han vivido semanas convulsas, con cancelaciones de artistas nacionales e internacionales que han denunciado públicamente su malestar con la financiación empresarial de estos eventos.
La situación ha generado un debate inédito sobre la financiación ética en la industria musical y la transparencia sobre quién está detrás de los grandes eventos culturales.
¿Qué implica el vínculo con el fondo inversor?
El fondo en cuestión tiene inversiones en empresas tecnológicas y de seguridad con intereses en Israel, incluidas algunas asociadas con la industria militar o con actividades en territorios ocupados. Aunque no se trata de una relación directa con los festivales, su vinculación con la promotora que los organiza ha sido suficiente para que varios artistas den un paso atrás.
Para Residente, no hay margen de ambigüedad: aunque se trate de una participación indirecta, el vínculo es incompatible con su discurso y su compromiso con Palestina.
Consumidores en pie: reclaman la devolución
Las cancelaciones no solo afectan al cartel artístico. Organizaciones de consumidores recuerdan que el público tiene derecho a solicitar la devolución del importe de las entradas si considera que se ha producido un cambio sustancial en el evento.
La retirada de un artista principal como Residente, anunciada a pocos días del evento, se suma al efecto acumulado de otras cancelaciones y está provocando un aluvión de quejas y solicitudes por parte de los asistentes.
¿Y ahora qué?
El gesto de Residente es más que una cancelación: es una llamada a la coherencia ética dentro del sistema cultural. En tiempos donde los festivales de música son escaparates globales de marca y poder financiero, su renuncia pone sobre la mesa un debate incómodo: ¿puede la cultura mantenerse independiente cuando depende de grandes fondos de inversión?
El artista ha sido rotundo: “Que viva Palestina libre”. Con esa frase cierra un comunicado que ha sido aplaudido por miles de seguidores y ha puesto en apuros a las organizaciones de estos festivales, que ven cómo la presión se traslada también al público.
Los próximos días serán clave para conocer si otros artistas siguen el ejemplo de Residente. Mientras tanto, crece la tensión entre la industria musical y un sector cada vez más movilizado que exige que la música y la cultura no se conviertan en instrumento de lavado de imagen empresarial.
Este episodio podría marcar un antes y un después en la relación entre artistas y festivales. No solo por lo que se canta sobre el escenario, sino por quién paga por ese escenario.