El director francés Christophe Honoré no ha tenido una exhibición regular en nuestro país ni ha disfrutado, en general, del beneplácito de gran parte de la cinefilia; aunque habitual en festivales, Honoré tampoco ha conseguido, desde su debut en la dirección en 2002, lograr esa validación como cineasta a tener en cuenta en el cine actual. Su última película, Vivir deprisa, amar despacio, en cambio, contraviene lo anterior, afortunadamente. Porque Honoré, con todos sus defectos y excesos, se trata de un cineasta siempre lleno de interés, con películas notables, algo que ha venido a demostrar de nuevo con su última, y quizá, mejor película.

'Vivir deprisa, amar despacio', de Christophe Honoré

Vivir deprisa, amar despacio, nos sitúa en los años noventa. Jacques (Vincent Lacoste) es un escritor que vive en París; Arthur (Pierre Deladonchamps), en la Bretaña francesa. El primero ronda los cuarenta, vive por encima de sus ingresos y es testigo de cómo una antigua pareja se enfrenta a un estado avanzado de la misma enfermedad que él tiene, SIDA. El segundo, en plena juventud, vive una relación heterosexual que alterna con una homosexualidad que no niega pero que amplía su espectro vital. Ambos se conocen en un cine y a partir de ahí arranca una relación en la distancia, coronado con un encuentro final, que sirve a Honoré para trazar no solo una película de sesgo romántico, sino una auténtica reflexión sobre diversos temas que fluyen en una narración compleja, que problematiza a sus personajes, a sus relaciones y a su contexto, con la suficiente destreza para que sea la narración la que vaya dejando surgir todas esas cuestiones.

Honoré crea unas imágenes impregnadas de melancolía en su pulsión entre una vitalidad -la de Arthur, por su edad; la de Jacques, en su intento de luchar contra lo inevitable- y la sombra de un cierto carácter mortuorio, que el cineasta conjuga a la perfección, sin estridencias -no al menos a las que en ocasiones suele tender- y sin caer en un excesivo dramatismo. Honoré busca la belleza en todo momento de unas vidas en un momento de inflexión contextual que representan cada personaje. Así, Jacques, por generación, procede de unos ochenta que han hecho estrago en la comunidad gay a través del SIDA, mientras que Arthur observa un futuro en el que el pasado reciente parece demasiado lejano y ajeno a él. Junto a ellos, Mathieu (Denis Podalydès), de mayor edad, representa una forma de entender la vida muy diferente, más calmada, más íntima, retraída y casi clandestina en cuanto a su homosexualidad.

'Vivir deprisa, amar despacio', de Christophe Honoré

Así, Vivir deprisa, amar despacio recrea una época mediante pinceladas, tan sutiles como explícitas, de carácter cultural para conformar una visión de la homosexualidad que, a través del retrato íntimo, cercano y personal, confiere una mirada más generalizada, pero sin olvidar en momento alguno el carácter individual y humano de cada personaje. Honoré trabaja sus contradicciones mediante un lirismo que no esconde su cariño hacia ellos, pero a su vez no niega el cuestionamiento moral de sus actos, así como la complejidad de unas relaciones sexuales que Honoré muestra a través de un amplio abanico de posibilidades y que, a su vez, ejemplifican diferentes formas de enfrentarse no solo a la experiencia sexual, sino también como esta tamiza el interior de las relaciones. Esto es, llegar a lo íntimo a través del cuerpo y su gestión.

Honoré juega con ciertos imaginarios a través de un realismo visual lleno de lirismo en su materialidad, con un trabajo a través de la banda sonora -algo muy común en su cine- que amplía sentidos y emociones, las complementa y transciende, con una gran sensibilidad para conseguir que determinados momentos fluyan con una enorme fuerza sin necesidad de caer en un énfasis dramático. Honoré no evita lo emocional, pero lo supedita a una mirada reflexiva, logrando con ello transmitir la propia relación entre Jacques y Arthur, esto es, entre una vitalidad forzada frente a una natural, entre un intelectualismo asentado y uno que florece, entre dos hombres obligados a vivir en el presente su amor, sin un futuro posible para su relación. Una historia trágica en su base, pero que Honoré sublima bajo esa reflexión exenta de proclamas, con una mirada adulta que trata a sus personajes a través de ciertos imaginarios que pervierte en sus imágenes para liberarlos, finalmente, de todo cariz de representación estereotipada.

'Vivir deprisa, amar despacio', de Christophe Honoré