Una infección grave tras grabar sin permisos en el Paseo de la Fama llevó a la cantante a la UCI: “Mi rótula empezó a desintegrarse”. Lo que parece una anécdota pop es también una metáfora de su evolución artística.
“Rodé por la acera y atrapé algo”, dijo con sorna Miley Cyrus, como si hablara de un encuentro casual. Pero lo que atrapó no fue fama, ni inspiración, sino una bacteria que estuvo a punto de costarle la pierna.
Miley Cyrus ha vivido suficientes vidas como para escribir varias biografías. Ex estrella Disney, provocadora compulsiva, cantante de country, reina del pop psicodélico, artista experimental, musa queer… y ahora, casi mártir del videoclip guerrilla. Lo que empezó como una escena glamourosa —ella arrastrándose sobre las estrellas del Paseo de la Fama— acabó con un ingreso en cuidados intensivos y una infección que rozó lo trágico.
Durante una reciente entrevista en Jimmy Kimmel Live!, la artista de 31 años compartió uno de los episodios más insólitos (y peligrosos) de su carrera: en octubre de 2024, mientras rodaba el videoclip de Walk of Fame, una de las piezas audiovisuales de su nuevo álbum Something Beautiful, decidió hacerlo sin permisos, sin cerrar calles, sin producción convencional. Solo ella, su equipo mínimo y la calle más icónica (y sucia) de Los Ángeles.
“Estaba rodando sobre la acera, toda glam, muy Hollywood decadente, ¿sabes? Y entonces atrapé algo. Literalmente”, dijo con la naturalidad de quien convierte cada drama en una anécdota pop. Lo que atrapó fue una infección que, según reveló, comenzó a devorarle la zona de la rótula.
Cuando la performance se vuelve peligrosa
Un mes después del rodaje, durante la celebración de Acción de Gracias, Miley fue ingresada en la unidad de cuidados intensivos por una infección que había progresado rápidamente. “Mi pierna comenzó a desintegrarse alrededor de la rótula”, explicó sin dramatismo, pero con la contundencia de quien ha sentido el cuerpo traicionar su vocación artística.
Los médicos, según contó, se sorprendieron tanto por la gravedad del caso como por su causa: una mezcla de exposición a bacterias urbanas, heridas abiertas y falta de tratamiento inmediato.
“Rodamos sin permisos porque era más barato. Tenía un sueño grande y un presupuesto pequeño. Bueno, en realidad tenía un presupuesto decente, pero me lo gasté en ropa”, bromeó.
Su confesión, más allá del tono relajado, es una radiografía exacta de cómo muchas producciones musicales actuales se financian: entre la precariedad y la épica del “háztelo tú mismo”, incluso para estrellas globales. En su caso, la consecuencia fue física, tangible, casi grotesca. Una metáfora dolorosa —y literal— de lo que significa dejarlo todo en el escenario… o en el suelo.
La estética de la decadencia y el dolor
Something Beautiful, el álbum que verá la luz el 30 de mayo, se presenta como un proyecto visual, introspectivo y psicodélico. Según la propia Cyrus, es “un intento de medicar una cultura enferma a través de la música”. Y esa frase, tras conocer el contexto, se convierte en profecía cumplida: la música como tratamiento, el arte como antídoto, el cuerpo como campo de batalla.
El videoclip infectado es ahora parte de esa narrativa mayor. En una era donde el exceso se recicla como discurso artístico, Miley ha logrado canalizar la desmesura desde un lugar vulnerable, genuino, casi poético. El glamour se mezcla con la podredumbre urbana. La estrella pop se arrastra, literalmente, sobre las estrellas de la fama. Y termina con una herida que la devuelve al mundo real, a los límites físicos del cuerpo.
Este no es el único problema de salud que ha atravesado la cantante recientemente. En conversación con Zane Lowe, Cyrus reveló que sufre de un pólipo en las cuerdas vocales y un edema de Reinke, una condición que compromete seriamente la calidad vocal y dificulta las giras. “No he hecho una gira mundial en más de una década”, admitió, apuntando a que sus problemas vocales no son recientes.
Todo ello ha condicionado su relación con el directo y con la exposición pública: ya no es la adolescente salvaje de Bangerz, ni la estrella hiperactiva de Wrecking Ball. Ahora se mueve desde un lugar más controlado, más íntimo, más artístico. Y quizás, más peligroso.