La música puede ser muchas cosas: un canal de emociones, un vehículo de protesta o incluso una forma de celebrar la vida. Pero en el caso del último concierto de Mägo de Oz, la banda pareció desviarse de todos esos caminos. El guitarrista de la formación, Victor de Andrés, aprovechó un momento del espectáculo para lanzar un exabrupto contra el presidente del Gobierno que ha dejado a muchos perplejos.
Durante la actuación, Víctor interrumpió la música para gritar desde el escenario: “¡Pedro Sánchez, me cago en tus muertos!”. Las palabras, que se pueden escuchar claramente en un vídeo que circula por X, fueron recibidas con algunos vítores del público, pero también con una fuerte reacción crítica en redes sociales.
Mientras desde sectores ultraconservadores aplauden la declaración como una “valiente” muestra de “libertad de expresión”, voces del ámbito cultural y político denuncian que se trata de una muestra clara de discurso de odio, impropia de cualquier escenario artístico.
Mägo de Oz ha sido durante años una de las bandas más influyentes del metal español, conocidos por sus letras épicas y su estilo único que fusionaba el folk celta con el rock duro. Pero no es la primera vez que el grupo protagoniza una polémica.
Este nuevo estallido de agresividad verbal supone, para muchos, la confirmación de una deriva preocupante. No se trata ya de una simple opinión política: el insulto directo, con una frase de carga violenta como “me cago en tus muertos”, traspasa los límites de la crítica legítima para entrar de lleno en el terreno del odio personal y político.
Las redes sociales arden: ¿libertad de expresión o incitación al odio?
La reacción en X no se ha hecho esperar. Cientos de usuarios han denunciado la actitud del músico como un “ataque gratuito” y un ejemplo de cómo ciertos sectores culturales han abrazado sin complejos el discurso de la ultraderecha.
Silencio por parte del grupo, pero celebración en la ultraderecha
Hasta el momento, Mägo de Oz no ha emitido ningún comunicado oficial. Tampoco su guitarrista ha rectificado ni aclarado sus palabras.
Desde sectores progresistas se recuerda que este tipo de mensajes pueden acabar normalizando un clima de confrontación política insano, especialmente en un país donde los discursos de odio están en auge. Y no se trata solo de una cuestión de buenos modales: en un contexto de violencia política creciente, como la vivida durante los escraches a ministros o las amenazas a familiares de cargos públicos, este tipo de insultos no son inocuos.
¿Debe la cultura blanquear este tipo de actitudes?
La pregunta que muchos se hacen ahora es: ¿dónde está el límite entre la libertad de expresión y la incitación al odio? ¿Debe la industria musical tolerar que desde los escenarios se lancen este tipo de mensajes contra representantes públicos?
Lo que está claro es que el caso de Mägo de Oz reabre un viejo debate sobre el papel de los artistas en la vida pública y el tipo de sociedad que se está alimentando cuando desde el mundo cultural —que debería ser refugio de pensamiento crítico y respeto— se legitiman expresiones propias del extremismo político.