La historia de Lola Índigo no se entiende sin mirar atrás. Antes de llenar estadios, de firmar discos de platino o de colaborar con las mayores estrellas del pop latino, Mimi Doblas ya sabía lo que era enfrentarse a un plató, a una cámara y a un jurado. Tenía solo 18 años cuando, en 2010, se presentó al concurso Fama, ¡a bailar! en Cuatro. Allí, sin apenas experiencia mediática pero con una fuerza natural arrolladora, dejó claro que lo suyo era el escenario. No ganó, pero se convirtió en una de las concursantes más recordadas por su actitud, su entrega y ese fuego interno que más tarde ardería con nombre propio: Lola Índigo.

Quince años después, ese mismo fuego sigue ardiendo, aunque con otro brillo. En 2025, la artista andaluza encara una nueva etapa en su carrera. Atrás queda el personaje de fantasía de El Dragón o la estética rosa chicle de La Niña. Ahora se presenta con una propuesta más introspectiva, sin abandonar sus raíces bailables, pero mostrando una versión más cruda, más honesta de sí misma.

Estoy en una etapa de cambio, de crecimiento

No es casual que esta nueva piel coincida con una mirada al pasado. Mimi Doblas ha aprendido que para avanzar también hay que reconciliarse con lo que fuiste. Desde aquella chica que entró nerviosa en Fama en 2010 hasta la Lola Índigo de hoy, hay una línea coherente: el esfuerzo, el sudor, la ambición artística y una convicción feroz en su identidad. No ha dejado de bailar, ni de cantar, ni de contar su historia. Solo ha cambiado la forma de hacerlo.

Esta nueva era promete menos artificio y más verdad. Y si algo ha demostrado Lola Índigo en estos años es que sabe muy bien cómo bailar entre géneros, romper etiquetas y, sobre todo, volver a empezar. Una y otra vez. Como solo lo hacen las que tienen claro que el éxito no es llegar, sino resistir.

“Nave Dragón” no es solo un disco, es un viaje intergaláctico en el que Lola Índigo asume el mando sin titubeos. La artista granadina se mueve con soltura entre el pop, el reguetón y la electrónica, construyendo un híbrido sonoro tan explosivo como coherente. Lejos de encasillarse, vuelve a demostrar su capacidad camaleónica para innovar sin romper con su esencia. Aquí no se trata de cruzar fronteras, sino de borrarlas.

La tripulación de esta nave es de lujo: Paulo Londra, Kidd Voodoo, Turizo, Becerra y Villano Antillano acompañan a la capitana en un recorrido que tiene claro quién pilota. El viaje arranca con MISSION005, una especie de manifiesto que establece el tono de la travesía: aquí manda Lola, y cada canción es una constelación dentro de su universo.

Entre las joyas destacan MI COLETA, un reguetón de pulso lento con guiños a la cumbia que invita al perreo introspectivo, y SIN AUTOTUNE, una pieza emocional que mezcla cuerdas clásicas con bases latinas contemporáneas, creando un contraste tan frágil como poderoso. En Q SOMOS, se une a Kidd Voodoo para explorar los matices de una relación que se mueve entre la amistad y el amor, sin etiquetas.

El cierre llega con YOTELLEVO, una balada pop que estalla en estética Y2K, entre la nostalgia de principios de siglo y la producción brillante del presente. Es un broche final que sintetiza toda la propuesta del disco: vulnerabilidad, fuerza, estilo y dirección.

Con Nave Dragón, Lola Índigo no solo lanza un disco, lanza un manifiesto. Uno donde la música es viaje, es identidad y es poder en movimiento.

De Granada al estrellato

Nacida en Madrid en 1992, Mimi Doblas se crió en Huétor Tájar (Granada), en una familia humilde. Mimi empezó su historia pública mucho antes de OT. Su primera aparición televisiva fue en 2010, cuando, con apenas 18 años, participó como bailarina en el talent show Fama, ¡a bailar!. Aunque no ganó, su paso por el programa fue clave para visibilizar su talento y abrirse camino en el mundo de la danza profesional. Mimi trabajó sin descanso como bailarina profesional para artistas de primer nivel como Enrique Iglesias, Sweet California o Chris Brown.. Se formó en China y Los Ángeles, donde perfeccionó su técnica y consolidó una ética de trabajo férrea. Pero su ambición iba más allá del cuerpo de baile: quería contar sus propias historias, en sus propios términos.

Cuando entró en OT 2017, muchos vieron en ella una artista completa, pero su propuesta no caló en la primera gala. A pesar de ser expulsada a la primera de cambio, algo en su mirada ya anticipaba que no se iría del todo. Y así fue.

El nacimiento de Lola Índigo

En 2018, Mimi se quitó el nombre y se puso un álter ego: Lola Índigo. No era solo un nombre artístico, era una declaración de intenciones. Su primer single, Ya no quiero ná, fue un pelotazo inesperado: una mezcla explosiva de pop urbano, ritmos latinos y un mensaje feminista claro. La canción no solo arrasó en las listas —fue disco de platino en pocas semanas—, también marcó el tono de lo que sería su carrera: empoderamiento, coreografías afiladas y una imagen cuidada hasta el último detalle.

Lejos de encasillarse, Lola Índigo fue tejiendo su universo. Con Akelarre (2019), su primer álbum, convirtió su proyecto en una especie de aquelarre musical: un espacio para la diversidad, la fuerza femenina y la creatividad sin complejos. Canciones como Mujer bruja o Lola Bunny conectaron especialmente con una generación joven que buscaba ídolos sin miedo a romper moldes.

Discografía como declaración de identidad

Lola Índigo de concierto en Plaza España. EP.

Tras el impacto de Akelarre, llegaron La Niña (2021) y El Dragón (2023), trabajos que consolidaron su estatus en el panorama musical español y latinoamericano. En La Niña, se permitió jugar con sonidos más dulces, pero siempre con la actitud que la caracteriza. En El Dragón, abrazó un imaginario fantástico con tintes épicos, confirmando que Lola Índigo no es solo música: es espectáculo, es estética, es concepto.

Colaboraciones con artistas como Mala Rodríguez, Rauw Alejandro, Tini, Don Patricio o Belinda han ampliado su alcance sin diluir su esencia. Ha llenado estadios, encabezado festivales y se ha convertido en un referente LGTBI+ sin renunciar nunca a sus raíces.

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