Alpha Decay publica Una vía para la insubordinación, del poeta y artista belga Henri Michaux, excelente libro sobre los fenómenos conocidos como poltergeist.


Henri Michaux (1899-1984) fue una figura tan fascinante como escurridiza. Pintor, poeta, viajero, tanto en el sentido físico como en el interior gracias a las experiencias con las drogas, especialmente con las mescalina, narrador, ilustrador… Artista polifacético y extraño autor de una extensa obra de la que no nos ha llegado en castellano más que una pequeña parte, y principalmente poesía. Alpha Decay apuesta por la publicación de Una vía para la insubordinación, escrita por el autor belga en 1980, una obra singular, original y tan rara como el propio autor.


En Una vía para la insubordinación Michaux se adentra en sus breves páginas en el fenómeno conocido como poltergeist, un suceso extraño que tan solo puede explicarse como un elemento o ente sobrenatural, esto es, su explicación, en caso de tener una, no proviene de lo racional, sino de su contrario, ya sea lo irracional, lo supersticioso o cualquier tipo de creencia, no solo religiosa, que crea en ese tipo de manifestaciones. Michaux, sin embargo, intenta en su breve y magnífico libro llevar a cabo una tarea analítica tan subjetiva como libre de dichas fenómenos.


Es posible que su afición (o adicción) a diferentes drogas, con tendencia a las psicotrópicas, llevara a Michaux a interesarse por aquello que sucede más allá de la razón, incluso en la alucinación. El mundo esotérico y sobrenatural fue de su interés durante gran parte de su vida, de ahí Una vía para la insubordinación. Pero lo relevante es que el escritor belga no se adentra en los poltergeist desde una postura más o menos convencional, sino que ahonda en ellos desde una mirada personal y libre sin ánimo alguno de estar entregando un tratado o estudio sobre el tema. Todo lo contario, Michaux parte de algunos ejemplos, que denota conocer bien, para llevar a cabo una tesis: que es posible que esas manifestaciones que se consideran producto de una realidad etérea, desconocida,  sean en realidad expresiones externas de un interior oprimido o reprimido. La persona que levita, que tiene trances místicos, por ejemplo, quizá no esté ni endemoniado ni tenga poderes ni esté tocado por un aura divina camino de la santidad. Es posible, piensa Michaux, que todo eso sea un síntoma de rebeldía con lo establecido, contra el orden. Desde el caos que se produce con manifestaciones como aquellas que provocan los objetos que se mueven de un lado a otro o que simplemente aparecen y desaparecen o las puertas que son aporreadas por entes invisibles, pueden ser acciones o alucinaciones producidas o experimentadas por personas que, consciente o inconscientemente, desean o necesitan rebelarse con el orden. El caos se presenta ante ellos para contravenir lo establecido, y el anhelo de la insubordinación produce esas visiones, esos ruidos, esas manifestaciones.


Michaux propone la idea, nada más. Y lo hace mediante un estilo literario libre, con una prosa musical que imprime cierto sentido de movimiento que ayuda a que la lectura sea ágil, dinámica, muy rápida. Con una construcción de las frases concisa y directa, pero sin abandonar cierta poética en las descripciones, Michaux va pasando de un ejemplo a otro, deteniéndose en alguna reflexión, pero siempre creando una narración que transmite a la perfección el contenido del texto: pasa de un lado a otro de manera brusca, como si apareciera y desapareciera, con un tono etéreo que hace que Una vía para la insubordinación no sea ni un ensayo ni una novela corta, sino algo diferente a caballo entre ambos.


Una vía para la insubordinación no será posiblemente una de las grandes obras del autor, pero es sin duda un libro magnífico, intrigante, lleno de humor, aunque muy soterrado, capaz de hablar de un tema de manera diferente y apostando por un analítica subjetiva y por un estilo literario personal y pulido.