En la segunda mitad del siglo XIX y hasta los años 90 del siglo XX existieron a orillas del río Llobregat, en la comarca del Berguedá, en Barcelona, una veintena de colonias textiles (más de 70 en toda la provincia), que impulsaron el desarrollo industrial de Cataluña. Se trataba de auténticas ciudades organizadas por clases sociales, en lo más alto, la casa del amo -así era como se llamaba entonces al patrón-, para que se pudiera ver desde todo el recinto, al lado la iglesia, el segundo poder fáctico. El siguiente nivel era el del director del complejo y los encargados, mientras que las casas de los obreros estaban situadas al lado de la fábrica, ubicada siempre cerca del río y desde las que se oía constantemente el ruido ensordecedor de las turbinas que alimentaban los motores de la fábrica. Sólo se apagaban los domingos. Los trabajadores tenían jornadas diarias de 12 horas que empezaban a las 5 de la mañana, de lunes a sábado. Si llegaban tarde o no iban a misa, se les ponía una falta, a la tercera les expulsaban, lo que suponía una tragedia para el trabajador y su familia, que quedaba estigmatizado de esa sociedad que parece más propia del medievo y que Rafael Tarradas Bultó ha elegido como escenario de su última novela, ‘La protegida’ (Espasa).
Trabajar en las colonias era como trabajar en Apple ahora
“No podemos ver las colonias con los ojos actuales”, asegura el autor a ElPlural, quien nos explica que para estos obreros aquello era como trabajar en Apple ahora. “Había mucho control, pero también tenías muchas ventajas”, enfatiza.
Casas de los obreros de la colonia Vidal (Foto Hugo G. Pellecín)
A los trabajadores se les proporcionaba una casa para cada familia, contaban con escuela, servicio de guardería para cuidar de los bebés y los niños más pequeños, carnicería, pescadería e incluso un local para el entretenimiento. “Era especialmente ventajoso para quienes venían del campo y se enfrentaban a la incertidumbre de las cosechas”, añade, paseando por las calles de la antigua colonia Vidal, hoy convertida en museo.
El río más trabajador del mundo
Las chimeneas de este microcosmos se apagaron hace años. Quedan las fachadas de ladrillo, los canales secos y el rumor del río Llobregat, al que se llamó -no por casualidad- el río más trabajador del mundo, porque movía sin descanso las turbinas de las fábricas. En sus orillas se tejió buena parte de la historia industrial catalana y, también, la memoria de miles de familias que vivieron allí.
Es precisamente esa memoria la que Rafael Tarradas Bultó rescata en este nuevo relato. Su propia familia, antes de dedicarse a las motos, tuvo fábricas textiles, tanto por la rama materna como la paterna. “Han pasado muchos años, pero sigo oyendo aquel ruido mecánico y constante al que nadie prestaba atención”, asegura.
Un relato de amor, venganza y redención
La protegida cuenta la historia de Sara Alcover, una joven que entra como trabajadora en la colonia textil Bofarull con un propósito oculto: vengar la muerte de su padre, sindicalista asesinado durante una revuelta obrera. A partir de esa premisa, Tarradas construye una trama de poder, amor y redención en la que, como es habitual en la narrativa de Tarradas, no faltan los giros de guion.
La historia es pura ficción, pero recoge fielmente el ambiente de una época convulsa en la que la clase trabajadora se rebela contra la explotación y la desigualdad. El trabajo infantil estaba a la orden del día: “Había maquinaria en la que un niño era muy útil, ya que se metía y podía limpiarla o manipularla por ser más pequeño. Su sueldo era menor que el de un adulto y había muchísimos menores no solo en el textil, en toda la industria ya que no estaba especialmente mal visto en aquella sociedad, que consideraba que les estaban dando un trabajo y un futuro”.
‘La protegida’ es también un relato sobre la justicia y el perdón, la lealtad familiar y el deseo de libertad. La protagonista se mueve entre el ruido de los telares y el silencio de los secretos. Su talento para el diseño -potenciado por una curiosa condición, el tetracromatismo, que le permite ver más colores que los demás- la convierte en una figura clave en el departamento de diseño. En realidad, es una licencia narrativa ya que las mujeres en aquella época no llegaron a ocupar puestos relevantes, salvo excepciones -entre las que se encuentra una bisabuela de Tarradas, quien llegó a dirigir una fábrica textil durante un breve tiempo-. Sin embargo, sí eran mayoría en la cadena de producción.
Los personajes femeninos tejen su propio destino: Sara, la obrera; Lourdes Bofarull, la patrona; y Carmen, su cuñada y aliada, forman un triángulo de poder que refleja distintas formas de resistencia femenina: “La industria textil era muy femenina. el ochenta por ciento de los trabajadores eran mujeres. Ellas hacían funcionar las máquinas, sostenían las casas y, en muchos casos, también las decisiones”. Tarradas rinde homenaje a esas figuras invisibles que sostuvieron el progreso.
De la fábrica al salón
El relato nos lleva del ruido de los telares a los salones de París y la corte madrileña. En su recorrido, la protagonista se cruza con personajes reales, como la infanta Eulalia, hija de Isabel II, “una mujer fascinante, moderna y desterrada por decir lo que pensaba”, en palabras del autor. La convierte en embajadora de las sedas de la fábrica Bofarull, algo absolutamente inventado, pero que resulta clave en la trama y creíble en la vida real, dada su falta de recursos económicos.
El contraste entre la colonia y los salones aristocráticos pone de relieve la doble moral de una época en la que el progreso convivía con la desigualdad. Mientras los obreros luchaban por reducir su jornada de doce horas, la burguesía barcelonesa se afanaba en levantar el Ensanche, “su patio de recreo”, como lo definió Tarradas.
Para el autor este viaje nostálgico al pasado ha sido de lo más gratificante y espera que sus lectores se diviertan tanto como él. “Mi novela habla de los inicios de la pujante industria textil, de una forma de vivir y trabajar que hoy resulta difícil de comprender, pero entonces era moderna e incluso deseable. Como decía Margaret Mitchell en su aclamado libro: ‘una época que el viento se llevó y de la que apenas queda nada’”.
Síguenos en Google Discover y no te pierdas las noticias, vídeos y artículos más interesantes
Síguenos en Google Discover