Máximo Huerta acaba de publicar ‘Adiós, pequeño’ (Planeta), la novela con la que ha ganado el Premio Fernando Lara de este año. Se trata de una obra autobiográfica en la que deja atrás los capítulos de su vida que no le gustan, como su paso fugaz por la política, y vuelve a su infancia para poder seguir mirando al futuro. “Esta novela me ha permitido reconectar con el Máximo escritor, que disfruta escribiendo y contando historias”, nos explica feliz. Nos descubre, entre otras cosas, su relación con la religión católica: "Pertenezco a una España, la que narro en este libro, en la que íbamos a misa, hacíamos la comunión y la confirmación. Para mí ir a misa ha sido como para otros ir a yoga". A estas alturas sigue siendo un lugar que frecuenta para disfrutar del silencio. “Son lugares en los que entro y me relajo. Entra mucha gente a dar gracias y creo que es contagioso, como pasa en las floristerías o las librerías, donde compras cosas para ser feliz".

“Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido”

Le preguntamos por el arranque de la novela, una frase que queda grabada en nuestra conciencia: “Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido”. Nos explica que ha querido recuperar al niño y la niña que fueron sus padres, o a los adolescentes que en su momento fueron personas independientes. “Es una forma de abrir todo un abanico de cómo fue la vida de esos padres antes de serlo y esos futuros robados”. Todo ello desde la mirada de un niño

“Mi madre es solo mi madre, que ya es bastante”, replica contundente cuando queremos saber si ha hablado con ella de esta frase. No lo ha hecho ya que en cuanto la novela está escrita y publicada se convierte en ficción, asegura. ”Queda lejos de mí y ya es del lector”, añade.


Máximo Huerta en Buñol, el pueblo donde creció y en el que vive con su madre la mayor parte del tiempo (Foto: Greg A. Sebastián)
Máximo Huerta en Buñol, el pueblo donde creció y en el que vive con su madre la mayor parte del tiempo (Foto: Greg A. Sebastián)

Máximo Huerta presenta su trabajo más personal

Aunque es su novela más íntima y personal -“la mejor que he escrito hasta ahora”, puntualiza-, aborda temas universales. “Es la historia de una familia que ha guardado muchos secretos y que ha mantenido muchos silencios para ser feliz o para intentar ser feliz. Habla de toda esa España que nunca ha sido protagonista: familias rurales, familias sencillas que tuvieron que ponerse un filtro ante la vida para mantener la casa segura y los secretos a salvo”.

Máximo Huerta ha tirado de “literatura de proximidad” para conectar con la gran mayoría. “La memoria de cada uno se parece mucho a la de tu vecino. Al final todos somos muy parecidos”, enfatiza. Supone un retrato de toda una generación y la España de los años 70. “Es una época en la que hay menos prisas y no hay ansiedad por tantas cosas. Ahora no somos ciudadanos, somos consumidores”.

En ‘Adiós pequeño’ hay también mucha nostalgia y un firme deseo de que ese niño no desaparezca por completo. “El niño desaparece, pero al niño que todos llevamos dentro hay que seguir entrenando para seguir teniendo inquietudes y asombrarnos por las cosas. Es como ir al gimnasio”, nos comenta Máximo Huerta.

"Cuando se vacíe un sillón se sentará otra persona

La novela es una despedida de ese niño de la infancia y, al mismo tiempo, un hola a la madurez. Máximo Huerta deja también atrás los episodios de su vida como adulto que no le aportan. En este sentido, le preguntamos por su fugaz paso por el Ministerio de Cultura del que habla en la novela indirectamente, cuando menciona que su “gran fracaso” fue otro. “Mi madre recuerda un episodio infinitamente peor para la autoestima”, explica.

“Cuando pones un cuadro siempre habrá otro que quitar. Y cuando se vacíe un sillón se sentará otra persona”

Su breve experiencia como Ministro

Fue cuando regaló a su abuela paterna un óleo con una rosa que había pintado del que se sentía especialmente orgulloso. No duró ni una semana ya que fue sustituido a los pocos días por una pintura de su prima Amparín. “Cuando pones un cuadro siempre habrá otro que quitar. Y cuando se vacíe un sillón se sentará otra persona”, argumenta.

¿Se arrepiente Máximo Huerta de su paso por el Ministerio? “Ese libro no está en mi estantería. Mi mirada está puesta en la literatura, en contar historias y en disfrutar de la creación”, contesta.

En esta nueva etapa de su vida ha vuelto a sus orígenes. Presenta en la televisión autonómica valenciana ‘A punt’ un magacine de tarde, ‘Bona vesprada’ y vive a caballo entre Madrid y Buñol, el pueblo en el que creció.

Máximo Huerta con su perra, una gran aliada, dice, que le ha ayudado a escribir mejor. (Foto: Greg A. Sebastián)
Máximo Huerta con su perra, una gran aliada, dice, que le ha ayudado a escribir mejor. (Foto: Greg A. Sebastián)

Reconciliarse con todo

“Vivo en la casa de siempre, con mi madre y mi perra, que es mi ‘Platero’ y me ha ayudado a escribir mejor porque lo miro todo desde la curiosidad de un animal que es mucho más fresco y más intuitivo”, asegura. Esa vuelta a los lugares de siempre, añade, le han ayudado a reconciliarse con todo. “Ahora me permito la calma y la copa de vino, no bebérmela de un trago, disfrutar de los sabores y de volver a casa”.

Disfruta, entre otras cosas, de la compañía de su madre, Clara, a quien ve envejecer desde la serenidad. “Quiero que los días vayan más lentos. La felicidad no sé en qué cajón de mi casa está, La alegría está en una tarde de vinos y cenas con amigos, pero la tranquilidad me parece que es más perdurable. Y eso es como los buenos amigos. El amor tienes que regarlo todos los días. En cambio, a los amigos los ves cada cierto tiempo y siguen siendo tus amigos”.

Precisamente en esta vuelta a sus orígenes ha experimentado el que considera el mejor encuentro que ha tenido con lectores. Fue el día en que inauguró una biblioteca infantil en Utiel, el pueblo en el que nació. “Corté la cinta y cientos de niños, futuros lectores, entraron y desmontaron las estanterías. Los libros se caían, pero esa felicidad de niños y niñas, futuros lectores, jugando con los libros fue una experiencia maravillosa”.

Él también fue un niño lector y tras devorar la biblioteca de su casa solía visitar la biblioteca. Como muchos de su generación, esperaba con ansiedad el pedido trimestral del Círculo de Lectores. “Ahora mis libros están en esa biblioteca a la que yo iba a sacar los libros. Es un regalo para alguien que amó lo libros de esas estanterías y que fueron refugio de muchas cosas”, concluye.