Si hace unos días hablábamos aquí de un agradable descubrimiento (El buitre, Gil Scott-Heron, Hoja de Lata Editores), una novela policiaca escrita por un autor negro, podemos afirmar que esta otra novela policiaca escrita por otro autor negro también es, como aquella, dinamita pura. Cuesta creer que libros como éstos no se hubieran publicado antes en España: pero al final siempre son las editoriales independientes quienes hacen el trabajo sucio (y el trabajo limpio).


Si al comentar El buitre mencionábamos The Wire y a Tarantino, aquí sucede algo similar. Vern E. Smith (quien, en la actualidad y según consta en la solapa del volumen, acaba de terminar su segunda novela) pone a bailar a sus personajes en un marco que vuelve a recordarnos a la serie de David Simon (y también a sus imprescindibles libros), pero esta vez, además, los diálogos, que son jodidamente buenos y eléctricos, me han traído a la memoria la prosa de George V. Higgins (que, en España, está publicando Libros del Asteroide) y de Richard Price. Y de ahí, de Higgins y de los ambientes "motherfucker" y de los peinados afro y de las canciones de Aretha Franklin, a Quentin Tarantino y sus personajes y sus charlas, sólo hay un paso. Porque a nosotros nos encanta Tarantino y nos encantan los autores antes mencionados y la serie de Simon. Por eso flipamos con El buitre y con Los reyes del jaco.


En The Jones Men, título original de la novela, hay un chaval negro apodado Lennie Jack que planea arrebatarle el cetro de poder al rey de la droga de la zona oeste de Detroit: Willis McDaniel, un tipo cuya sola mención hace temblar a quienes saben de qué va la vaina, y cuánto tardas en palmarla si le das por el culo. Si empleo este lenguaje en este texto es por contagio de la manera de hablar de los personajes, algo con lo que ha lidiado su traductor, Güido Sender, que cumple con un trabajo magnífico.


A partir de ahí llegan las tormentas: los dealers que dan el soplo, los camellos que hablan más de la cuenta, los asesinos a sueldo recién venidos de otra ciudad para convertir en fiambres a quienes molestan, las mujeres que acaban con las punteras para arriba sólo porque están liadas con los soplones, los tipos que no hablan y sólo sacuden e interrogan, los policías que se vuelven locos tratando de descifrar el rompecabezas de movimientos y crímenes, los palos para quitar la cocaína y los maletines llenos de dinero a quienes están en mitad de una operación…


El libro empieza con un funeral en el que sirven champán y cocaína. Desde entonces todo va hacia arriba. Y todos, que son jóvenes y aguerridos, saben lo mismo que sabían los parias de The Wire: que, en ese negocio, sueles vivir muy poco.