Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) presentó este jueves en La Mistral, en Madrid, su nuevo libro, 'El verano de Cervantes' (Seix Barral), un relato surge después de toda una vida leyendo al autor más universal de las letras castellanas. “Don Quijote es todo lo contrario de un clásico, que suena muy intimidante. Es una obra experimental, hecha a tientas por alguien que iba escribiéndola sobre la marcha, se ve en las contradicciones”, subrayó el académico.

'El verano de Cervantes' es una obra híbrida que incorpora ensayo, memoria y narrativa. El Quijote ha acompañado a Muñoz Molina desde su juventud y las reflexiones sobre su no tan triste figura —considera que es una obra fundamentalmente de humor— han ocupado numerosos cuadernos que constituyen la base de esta obra.

Una novela de humor, muy disruptiva

“Era un libro de risa que, cuando se publicó, no entraba en ninguna categoría literaria. Entonces, la aspiración era hacer un gran poema épico, una novela heroica, del género pastoril o de caballerías”, explicó el académico y Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Cervantes, en cambio, optó por un camino nuevo, con un lenguaje popular y una estructura en la que se parodian continuamente los géneros literarios. “Desarrollar una escena en una venta es como si ahora lo hiciéramos en una gasolinera”, añadió, en alusión al carácter disruptivo de la obra cervantina.

Preguntado por la edad adecuada para leer el 'Quijote', recurrió a la música como comparación. “Cuando una composición te gusta, la escuchas muchas veces. Lo mismo pasa con el Quijote: el libro llega de forma distinta en cada edad, cada lectura y cada lector. Según lo vas leyendo, encuentras cosas nuevas”. Recordó que su primera edición fue infantil, al igual que ocurrió con autores como Flaubert —quien poseía una edición coloreada de 1828—, o Stendhal, que lo leía a escondidas de su padre y fue lo que despertó en él la primera sonrisa tras la muerte de su madre.

La huella de Cervantes

Muñoz Molina destacó además la influencia de Cervantes en la literatura inglesa, por encima incluso de Shakespeare. “Marcó el discurrir de la novela en inglés”, afirmó, citando como ejemplos 'The Female Quixote' de Charlotte Lennox, protagonizada por una aspirante a Dulcinea, o 'La abadía de Northanger', la primera novela de Jane Austen, “completamente quijotesca”.

Por el contrario, lamentó que la huella de Cervantes en la literatura española sea escasa hasta la llegada de Galdós y Clarín en el siglo XIX, y más tarde con Luis Martín-Santos o Eduardo Mendoza en el XX. “Es la gran paradoja española”, apuntó. Atribuyó este vacío a la obsesión histórica por la limpieza de sangre y al papel de la Inquisición, que limitó la circulación de ideas y frenó el desarrollo de una clase media lectora.

Ficción y realidad

Durante la presentación también reflexionó sobre la relación entre ficción y realidad, uno de los temas centrales del 'Quijote'. “El delirio era un tema crucial en Cervantes”, dijo. “El cerebro es muy fácil de engañar; por eso, en aquella época había gente que enloquecía con las lecturas”. Puso como ejemplo a Santa Teresa y su hermano, que, tras leer libros de caballerías y de santos, se escaparon de casa con la intención de morir como mártires en las Cruzadas.

“La literatura sirve para distinguir la realidad de la ficción, y ese aprendizaje es fundamental para manejar las apariencias de las cosas”, subrayó. Advirtió además de los riesgos contemporáneos asociados a las tecnologías y, en particular, a la inteligencia artificial, capaz de generar ficciones que imitan la realidad con peligrosas consecuencias. “Ahora, el poder de la mentira es tan gigantesco, que no es una continuación de nada. Es algo nuevo, maligno y destructivo, que no sabemos hacia dónde va. Estamos en manos de poderes económicos y tecnológicos que aspiran al dominio del mundo y al robo de la conciencia humana".