Puede que Nicholson Baker sea la clase de autor que, pese a su descomunal talento y a la originalidad de sus propuestas, suele pasar desapercibido en nuestro país. Hubo un tiempo en el que uno de sus más celebrados libros, La Fermata, sí tuvo cierto impacto. En la actualidad, sin embargo, la mayor parte de su obra no se puede encontrar en las librerías de novedades, sino en los locales de saldo, a precios irrisorios. Yo sólo había leído El antólogo, una espléndida obra que aquí publicó Duomo (y más tarde editaron La casa de los agujeros, pero creo que ésta me pasó desapercibida incluso a mí) y que será fácil de rastrear en librerías de viejo. Durante un tiempo fue Alfaguara la encargada de difundir aquí sus libros. Parecía que ya estaba inmerso en el olvido hasta estas últimas semanas, que regresa por partida doble: Debate reedita su Humo humano y La Navaja Suiza ofrece una nueva traducción de La entreplanta, que fue su primera novela (The Mezzanine es su título original).

La entreplanta es una catedral de la prosa, un libro extraordinario para gourmets de la literatura. El argumento no puede ser más sencillo: cuenta lo que ve y lo que siente un oficinista llamado Howie mientras sale del edificio donde trabaja y va a comprarse unos cordones porque se le han roto los que usaba. Más o menos una hora, en total: entre que se levanta, charla con compañeros, sale de la entreplanta, va a la tienda, almuerza, etcétera. Es sólo eso, pero Nicholson Baker lo convierte en una especie de aventura total, en un esfuerzo minimalista por analizar, computar, designar y revisar todo cuanto este hombre (que también es quien nos narra su "aventura" cotidiana) se encuentra alrededor, y cuando digo "todo" no exagero, pues su análisis con lupa abarca las pajitas o cañas para sorber, las toallitas de papel de los servicios públicos, los momentos incómodos cuando uno orina cerca de otras personas, las escaleras mecánicas, los recuerdos y las asociaciones que cada uno de nuestros actos suele comportar, el modo en que se hacen las palomitas al microondas, la historia de las cubiteras… Cualquier cosa, cualquier objeto, cualquier gesto de alguien es susceptible de ser desmenuzado y, sobre todo, nombrado en cada una de sus partes: Baker sabe nombrar hasta los últimos detalles y mecanismos de las máquinas que nos rodean.

Si James Joyce convirtió en una aventura los paseos de un hombre por las calles de Dublín durante un día, la odisea homérica de Nicholson Baker con su protagonista sube otro peldaño, pues va directa al detalle, a lo minúsculo, a eso en lo que a menudo ya no nos fijamos porque rodea nuestras vidas y lo hemos convertido en costumbre. Lo gigantesco, parece decirnos Baker, también se encuentra ahí mismo: en unos cordones de zapatos que se rompen y debemos calcular por qué fallaron, con cuánta frecuencia pueden rasgarse y a qué obedece esto, y cómo todo desemboca en sentencias merecedoras del subrayado: Los zapatos son la primera máquina adulta que nos entregan para que dominemos.

Esa obsesión por el detalle, por lo mínimo y por el lenguaje ha obligado a su traductor (Ce Santiago) a sudar tinta china, como suele decirse, para salir vivo de la tarea, y además con éxito, pues creo que esta traducción es una de las mejores del año. Baker también incluye extensas notas al pie, costumbre que luego practicarían algunos de sus seguidores, David Foster Wallace entre ellos, convirtiendo la nota no en un apunte, sino en una historia en sí misma, como si fueran pequeños cuentos o ensayos. No sólo celebra el mecanismo de cuanto nos rodea, sino que es una celebración de la literatura.