Hablarte de la vida a través del Club Deportivo Castellón. El fútbol como excusa para hacer antropología y unas cuantas más disciplinas que acaban en -ía. A través de una conversación telefónica días antes de Navidad, Enrique Ballester, periodista y autor de El último libro de fútbol (Libros del KO), reflexiona sobre su carrera, la evolución del periodismo deportivo y el impacto del fútbol en su vida personal. En cómo las nuevas narrativas en el deporte se han convertido en la alternativa al periodismo tradicional o cómo la nostalgia hace mella en tu vida. También la ilusión de poder revivir los sentimientos y la pureza de la niñez a través de los ojos de tu propio hijo.
P: Tras la DANA, el AS tituló una información así: “El Valencia sale del fango”.
R: Hay veces que ocurren las malas ideas basadas en la buena intención. Conozco al periodista que tituló así la crónica y nos puede pasar que no nos damos cuenta de la repercusión que puede llegar a tener lo que escribimos, más aún si tratamos de jugar con los dobles sentidos. No era el momento, el día ni la expresión adecuada. Lo que quiso ser un homenaje se convirtió en algo que ofendió, con razón, a mucha gente. Son cosas que pasan.
P:Dice Jesús Gallego que en España se hace el mejor periodismo deportivo del mundo.
R: Eso me recuerda a un día en el que mi madre le dijo a mi hijo Teo: “Ahora sí que estás muy guapo”. Él le contestó que antes debía ser muy feo. No consumo prensa de otros países para poder comparar, pero creo que en España hay mucho producto y puedes elegir el que más te gusta. Tengo pocos problemas con la prensa deportiva porque consumo la que me gusta y, como hay diversos formatos, encuentro lo que necesito.
P: La llegada de las redes sociales ha provocado una mejoría en la calidad del producto. Antes, los medios tradicionales eran los dueños del prao y ahora han surgido muchos proyectos periodísticos nacidos desde la pasión y no tanto pensando en el factor económico.
R: Yo he vivido una experiencia particular porque empecé por el final. Lo primero por lo que me pagaron fue, a los 23 años, como columnista en un periódico de papel. Es algo que no suele ocurrir, pero ocurrió. Escribía en una web las crónicas del Castellón y, de forma inexplicable, me empezó a leer bastante gente. Uno de los periódicos de mi ciudad me ofreció trabajo. En ese momento me iba de Erasmus a Suecia, y les dio igual. Querían que escribiera opiniones sobre el Castellón desde Suecia. Como no podía ver todos los partidos, estaba obligado a escribir cosas relacionadas con los alrededores del fútbol. Al volver, me contrataron e hice información local al uso. También me adoptaron en Diarios de Fútbol, un blog colectivo en el que aprendí mucho y donde escribía gente a la que admiro, como Galder Reguera, Miguel Gutiérrez (La Libreta), Sergio Cortina, Ramón J. Flores, Borja Barba, Antonio Agredano o Pol Gustems. Venía de escribir en un microcosmos muy reducido y tuve la oportunidad de encontrar un océano gigante en el que podía hacer lo que quería y escribir con libertad. Me dio pie a utilizar el fútbol para escribir desde lo particular a lo universal, y a través de él, contar lo que me diera la gana. Ahora mucha gente se ha visto reflejada en esa forma de hacer periodismo: menos agresiva, sin intención de pontificar ni convencer. No sé si es mejor, pero es un periodismo más sano en todos los aspectos.
P: Pienso en Twitter, por ejemplo. Esa red social ha revolucionado el periodismo.
R: Yo ya he crecido con la respuesta inmediata de lo que la gente pensaba sobre lo que escribía. Sin embargo, he notado que la generación anterior a la mía lo ha llevado muy mal. Antes también se opinaba, pero en el bar físico, no en el bar de borrachos virtual. Solo que tú no te enterabas porque no estabas ahí ni podían hacer “arroba” a tu nombre. Los periodistas veteranos no han llevado muy bien la crítica. Antes de las redes sociales, el periodismo vivía en una especie de burbuja y se pensaba que todo era maravilloso. Entonces, han experimentado un golpe de realidad.
P: Leyendo una entrevista que te hacen en El Mundo, te definen como el articulista de culto más conocido. Esa etiqueta “de culto” es muy futbolera y pienso en jugadores como Alexander Mostovoi o Dmitri Radchenko.
R: Hay que tener cuidado con esas etiquetas porque, a mí que me gusta la música, el músico de culto siempre ha acabado mal en la vida. Y el futbolista de culto es el que no gana 5 Champions. Noto que los que estáis en Madrid me veis como una cosa un poco exótica: este que está ahí en Castellón, que es de un equipo un poco raro, que hace sus columnas de opinión sin dar su opinión.Quedarme en mi ciudad podría haber sido una desventaja y al final no lo ha sido. Estoy muy a gusto aquí, trabajando con quien trabajo y cómo trabajo, con el tipo de vida que tengo y la libertad que disfruto. Siempre he tenido jefes que están lejos, y los marrones se los comen los que están cerca. Me ven ahí y me dejan hacer un poco lo que quiero. A nadie le importa si escribo de la actualidad, de Mbappé o de lo que sea. Y eso ha sido bueno para el desarrollo de la columna.
P: Tu hijo Teo es una figura clave en tus textos. ¿Cómo es ver el fútbol a través de sus ojos?
R: Me ha dado una vida extra. La vida te lleva a estar algo saturado y desencantado con el fútbol. Volver a verlo con él ha sido un redescubrimiento. Ver que, a pesar de todo, el fútbol continúa provocando fascinación en los niños. No sé por qué, pero les atrapa de alguna manera. Te introduces en un mundo misterioso y lo vas descubriendo. La primera vez que vas al estadio, los ruidos, los colores… Es un viaje iniciático a la vida adulta antes de tiempo que te asusta, pero a la vez te atrae. Todo eso lo he vuelto a vivir con él. Aunque tiene 8 años, ya juega al fútbol. Y a veces pienso qué he hecho en la vida para tener tanta suerte de tener un hijo zurdo que juega de centrocampista. Si me hubiesen dado a elegir qué tipo de niño me habría gustado ser, habría elegido ser Teo. Es muy buen compañero, tiene la actitud correcta respecto al fútbol, no es egoísta y sabe esforzarse. Hemos visto el documental que ha hecho en Prime Video José Larraza sobre la Selección Española campeona de Europa. Se ve lo que mola pertenecer a un equipo, y es lo que más echo de menos del fútbol. Esas rutinas de vestuario y la capacidad de este deporte de juntar gente tan diferente que se une por un objetivo. Esto te lo da muy poquitas cosas en la vida, y una es el fútbol. Solo tengo una crítica, y es sobre la charla de Morata en la que dice que tienen que ser campeones por todas aquellas personas que madrugan para ir a trabajar. ¿Qué pasa con los que escribimos artículos de madrugada? ¿O los que se despiertan con resaca? ¿Esos no merecen que ganes la Eurocopa?
P: Los adultos tendemos a pontificar nuestra época de niñez y decimos que antes se jugaba mejor al fútbol.
R: Intento no hacerlo, pero a veces es inevitable. En diciembre, Coolligan, la marca de ropa que hace equipaciones clásicas, sacó una camiseta en homenaje a la segunda equipación del Castellón del año 91, nuestro último año en Primera. Está inspirada en un futbolista soviético llamado Igor Dobrovolski, que luego jugó en el Atlético de Madrid y acabó ganando una Copa de Europa con el Olympique de Marsella. Era el típico melenudo con mucha clase y que acabó estampando un Opel Kadett en Castellón. Una leyenda. Pues tú ves sus estadísticas y jugó 14 partidos, metió 3 goles, tuvo una expulsión y acabó descendiendo al equipo. Es imposible luchar contra la nostalgia en el fútbol porque el recuerdo siempre será mejor que la realidad.En el fútbol, la nostalgia es inofensiva; sin embargo, en otros ámbitos puede ser bastante peligrosa. Recuerdo que en aquella España de finales de los 80 y principios de los 90 tenía que ir saltando jeringuillas al ir a clase. Se habla mucho de una supuesta seguridad en esa época. ¿Qué seguridad, si la gente iba pegando tirones? No sé si ahora se jugará mejor o peor, pero en España se juega muy bien al fútbol. Me parece milagroso que, tal y como está la dirigencia de la Federación Española en los últimos tiempos, haya una estructura formativa tan buena. El futbolista español se adapta a cualquier tipo de partido y de liga. Es diferencial en su forma de entender tan bien el juego. Qué respuesta tan larga para justificar que me voy a comprar la camiseta de Dobro.
P: Te entiendo muy bien porque el Racing de Santander está haciendo bastante caja reeditando equipaciones nostálgicas.
R: Se ha dado un fenómeno en las últimas décadas en el que equipos de capitales de provincia o de ciudades que estaban acostumbradas a estar en Primera División ya no lo están. Tú imagínate en Zaragoza cómo debe estar la nostalgia. El problema no es cuando bajas, sino cuando a nadie le extraña que estés en Segunda. Es importante subir pronto para no mimetizarte con el paisaje. El otro día vi cómo uno de los Logroñeses eliminó al Girona.
P: Y parando el penalti, el hijo de Arnau.
R: Es la historia del año. Puse el partido y escuché que lo contaba Carlos Marañón. No me lo podía creer. Don Fútbol. Hay un guionista oculto en este deporte. A veces no funcionan bien las ficciones sobre fútbol porque la realidad es tan inverosímil que, si lo ves en una película, piensas que está demasiado forzado.
P: Me ha fascinado la historia reciente del Castellón y su presidente, Bob Voulgaris. Un millonario griego-canadiense que fue mano derecha de Mark Cuban en los Dallas Mavericks. Leí el otro día que ganó 1.665.000 dólares de premio en un torneo de póker. Además, el equipo practica un fútbol hiperofensivo con el entrenador holandés Dick Schreuder. Todo muy random.
R: Tiene su punto de gracia. Crecí con el equipo que ascendió en el 89, cuyo entrenador era Luiche, un tipo que salía con gafas de sol en los cromos y, en el colegio, pensábamos que estaba ciego. Para subir necesitaba dos puntos y empató dos partidos a 0. Un ídolo. Equipo barraquero y amarretegui. Vino a Castalia el Madrid de Toshack, que batió récords de goles, y sacó otro empate a 0. Siempre he defendido un fútbol defensivo y mi partido perfecto era 1-0 con gol en propia meta del rival.También era descreído del big data y el análisis. Siempre decía que los gafitas y los que, en el patio del colegio, se quedaban fuera del campo son los que han cogido el poder del fútbol ahora con sus tablas de Excel y sus datos. ¿Entonces qué pasó? A mi equipo llegó un tipo que se hizo millonario aplicando el análisis de datos a las apuestas deportivas y luego lo aplicó al rendimiento en su etapa en los Mavericks. Compró el Castellón y aplicó su modelo. Le ha salido bien porque el Castellón es un equipo muy divertido de ver y efectivo. Suelo estar en contra de casi todos los cambios y las novedades en el fútbol hasta que funcionan o me benefician. Además, es muy divertido ir a Castalia. Antes, mi hijo se aburría viendo el fútbol. El año pasado, el primer día que fue a ver a estos, dijo: "Papá, juegan como nosotros". Me parece una buena definición. Ya veremos cuánto dura.
P: La derrota también tiene su punto de inspiración.
R: De eso ya he tenido suficiente. Me ha tocado escribir columnas durante siete años de un equipo en Tercera División. Ahora quiero escribir peores columnas, pero ganar más partidos.
P: Me gusta mucho el podcast que haces con Javier Aznar, Los últimos de la lista: podcast.
R: El otro día contó en el programa algo que luego piensas… Dijo que se pidió, no sé si para su cumpleaños o Navidad, un albornoz del Valladolid. Lo vio en un escaparate, le moló el escudo y se lo pidió. ¿Qué clase de niño pide eso? En fin, historias.