Desde un túnel cerca de las Cuatro Torres de Madrid, Elio Sagüés cuenta que a menudo Lucifer le llama al móvil. El diablo le pide que deje de revolverse y se deje engullir por la industria. Le tienta como a Eva la serpiente pero con sus propias manzanas: rólex, palcos en el Metropolitano y colaboraciones millonarias. Pero Toffana no sucumbe a los encantos del infierno ni cede ante tirones de orejas. 

Hace dos semanas, el rapero madrileño lanzaba su último tema, Llamadas del diablo, como radiografía de la corrupción del panorama musical actual. En él, el artista hace un repaso por algunas calamidades paridas de la escena representadas bajo nombres propios. Entre ellos, menciona al artista y productor Kiddo Manteca, acusado recientemente de haber robado beats para sus proyectos, a Ceciarmy o Bizarrap, como ejemplos de una cultura podrida que no corresponde al arte con pureza, sino que le agravia a golpe de apariencias, trampas, codicia y billete. Si la maquinaria de la industria es el diablo, estos son sus pecados capitales

Tengo llamadas del diablo diciendo ven a mi/
piensan en los Grammys y premios MTV/
Colab con Bizarrap, una produ de Kiddo/
Por meter dos arreglos llevarte seis mil

Cuando el negocio absorbe la pureza

Por supuesto, y como ya es habitual en el rapero, guarda un hueco para mencionar la estratificación social del panorama, donde una élite produce éxitos impersonales y desechables dentro de una rueda que nunca frena, aplastando todo atisbo de identidad propia. El talento y el buen hacer quedan a la sombra del consumo y las lógicas del capital. Oferta y demanda en un panorama plagado de significantes pero vacío de significado. 

¿Que la cultura es la riqueza de los pobres?/
Anda, llámame ya, te espero en el palco del Wanda/
Deja de hacerlo así, empieza a vivir feliz/
Olvida la música negra, que te esperan los hits

De esta manera, Elio se erige como interlocutor superviviente a esta catástrofe que crea, destruye y devora a los artistas. El ex integrante de Acqua Toffana hace especial hincapié en la degradación del rap como género que, en la órbita de la cultura del hip hop, nace acunado por capas infinitas de códigos, valores y leyes propias, y que ahora se vende al mejor postor. Deja ya el gangster rap, introduce el folclore, le dice el diablo al protagonista, instándole a seguir con lo establecido -lo que funciona, lo rentable- mientras el rapero se resiste empeñado en su herencia y legado musical

Radiografía en tiempos de polémica

En el entramado que Elio no tiene reparo en exponer y representar como demoníaco, por supuesto la hipocresía opera casi como totalizador del éxito. Cuantas más contradicciones y falsedades puedas sostener en el tiempo, más próspera será tu carrera. En este sentido, Toffana se pone a la orden del día en un momento en el que el panorama mira en muchas ocasiones para otro lado cuestiones sociales y políticas, como el genocidio que tiene lugar en Palestina o las acusaciones permanentes de agresiones y abusos sexuales dentro de la escena

No escuchaste a ese trapero pero 'Rest in Peace'/
Viste de gala y usa trenzas de colores/
Disfruta en el sofá mientras escriben tus canciones/
Olvida la política, empieza a ganar millones

Es en este tablero de juego donde es fácil caer en la tentación y ceder ante productos culturales raquíticos e insustanciales, alejados del verdadero motor de creación: la pasión. Así, con Llamadas al diablo Toffana también insta al resto de la comunidad que resiste a la invitación de los infiernos a seguir marcando su propio camino alejado de los circuitos corruptos e interesados. 

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