Descubre Hellín, en la provincia de Albacete, conocida por su espectacular Semana Santa y su representativa Tamborada, una fiesta única declarada de Interés Turístico Internacional, además de ser reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Con una gran historia cultural, esta ciudad es una de las más antiguas de España, como demuestran sus impresionantes pinturas rupestres en el Abrigo Grande de Minateda, evidencia de la presencia humana en la zona desde el Paleolítico Superior.
Este conjunto artístico cuenta con más de 600 figuras que narran la vida, las creencias y los ritos de quienes habitaron estas tierras hace miles de años, un auténtico tesoro que ha sido bautizado como la Capilla Sixtina del Neolítico y, además, son Patrimonio de la Humanidad, el segundo de esta localidad milenaria.
Una tamborada que estremece el alma
La Semana Santa de Hellín, una de las más impactantes de España, ha convertido a la Tamborada en un fenómeno único, declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Cada año, el estruendo de miles de tambores golpeando al unísono inunda las calles, creando una experiencia sonora que se graba en la memoria de quienes la presencian. Esta celebración, más allá de lo religioso, ha convertido a la ciudad en una referencia a nivel nacional e internacional.
Tamborada en la Semana Santa de Hellín (Foto: Turismo de Castilla-La Mancha)
La tamborada de Hellín y Agramón (una pedanía de la ciudad) es un espectáculo que estremece el alma, cuando el clamor de miles de tambores resuena al unísono en una una fusión perfecta entre el sentimiento religioso y la música popular de una orquesta inigualable. Para profundizar en su historia y significado, se puede visitar el Museo de la Semana Santa, tomando la calle de la Asunción. Primero, pasarás por lo que antiguamente fue la casa del Conde, la cual se ha convertido en un espacio que conserva y muestra el legado de una de las tradiciones más emocionantes de Hellín.
Nazarenos en la Semana Santa de Hellín (Foto de Pepe Martínez Esparcía. Ayuntamiento de Hellín)
El impresionante legado de una ciudad milenaria
Hellín puede presumir de un impresionante legado arquitectónico que atrae a numerosos visitantes, una naturaleza única en Europa, donde ríos, sierras y una espectacular chimenea volcánica crean paisajes espectaculares, y una gastronomía repleta de sabores tradicionales que conquistan el paladar.
Su origen se remonta a tiempos inmemoriales, teniendo una historia fascinante desde el mismísimo Paleolítico. Sus primeros habitantes dejaron huella a pocos kilómetros de Hellín, como en el Tolmo de Minateda, donde íberos, romanos y visigodos ocuparon la zona, y en el Abrigo Grande Minateda. Allí se puede contemplar un friso con más de seiscientas figuras rupestras que representan escenas de caza y animales (ciervos, caballos, cabras...) es incluso figuras humanas con vestidos y adornos corporales.
Yacimiento Arqueológico de Tolmo de Minateda (Foto: Turismo Castilla-La Mancha)
Un viaje por la historia de Hellín y su arquitectura
El casco histórico de Hellín fue declarado Bien de Interés Cultural – Conjunto Histórico en 2007 y presenta el entramado típico de las ciudades árabes con callejuelas estrechas llenas de encanto. Conservan el encanto de la arquitectura popular, combinada con la huella de la aristocracia local y la burguesía.
Para los amantes de la arquitectura religiosa, la iglesia de la Asunción es una visita imprescindible. En su parte trasera se encuentra el Arco del Salvador, una estructura que pudo haber sido una de las puertas de la antigua muralla de la ciudad musulmana, reflejando la transición del gótico al inicio del Renacimiento. También destaca el Convento de los Franciscanos, considerado el monasterio más importante de la Diócesis de Cartagena.
Tomando la calle de la Asunción, se llega al Callejón del Beso, una de las vías más estrechas del pueblo. Recibió este nombre porque era el callejón donde los familiares podían despedirse de los condenados a muerte. Continuando por el Callejón del Beso, uno de los puntos más visitados del pueblo, se encuentra la Casa Mascuñán, una vivienda del siglo XVI en la que, según la tradición, se dice que se hospedó Carlos I.
El recorrido no estaría completo sin una visita al Ayuntamiento, en la Calle del Rabal, donde se encuentran la Casa Justo Millán y el Casino Cultural, joyas arquitectónicas con un estilo ecléctico. Además en la Calle Benito Toboso se ubica el Museo Comarcal, dedicado al patrimonio histórico y natural de la localidad, un lugar ideal para finalizar la visita.
Callejeando por el casco antiguo de Hellín (Foto: Ayuntamiento Castilla-La Mancha)
Naturaleza viva entre ríos, sierras y volcanes
Además de su rico patrimonio histórico, Hellín también atrae a los visitantes con su fascinante naturaleza, llena de rutas y actividades para todos los gustos.
Para quienes buscan experiencias acuáticas, los embalses del Talave, Camarillas y Cenajo son opciones magníficas para la pesca y el entretenimiento, además de ofrecer la posibilidad de un refrescante baño.
Por Hellín pasan los famosos ríos Mundo y Segura, donde se cultiva su reconocido arroz "Bomba". Los Puentes de Isso, sobre el río Mundo, destacan como un destino único, con un puente mayor del siglo XVIII y restos de otro de origen desconocido.
Los Puentes de Isso (Foto: Turismo Castilla-La Mancha)
Los amantes del senderismo y la aventura pueden explorar la Sierra de los Donceles, la Sierra del Baladre y la Sierra Seca, donde abundan los pinos doncel y carrasco. Sin duda, el punto más destacado es la Chimenea volcánica de Cancarix, declarada Monumento Natural, que sorprende con sus singulares columnas basálticas.
Finalmente, para los observadores de aves y amantes de la ecología, la Laguna de los Patos es un espacio protegido con un centro de interpretación ideal para conocer su rica avifauna.
Sabores tradicionales de Hellín
La gastronomía castellano-manchega brilla con platos llenos de historia y sabor en esta popular ciudad. El arroz con conejo y caracoles es el plato estrella de Hellín, gracias al cultivo de arroz bomba en las riberas del Mundo y el Segura. Visitar los arrozales de las Minas de Hellín ofrece una experiencia única entre los destinos naturales que envuelven el muncipio.
Otros manjares incluyen gazpachos manchegos, conejo en patagorrina, habas con cebolla y michirones, todo ello acompañado de vinos y aceites con Denominación de Origen Jumilla. Para el toque dulce, los panecicos y los tradicionales caramelos cilíndricos son imprescindibles.
De una confitería en Hellín al Congreso de los Diputados
Aquí nació un dulce que terminaría conquistando el Congreso de los Diputados. Se trata de los llamados Caramelos del Congreso, una especialidad artesanal elaborada con azúcar tostado y yema de huevo confitada, cuya historia está ligada a dos confiterías locales que comenzaron su andadura en 1850, el mismo año en que Isabel II inauguró el edificio del Parlamento en Madrid.
Por aquel entonces, en Hellín ya funcionaban La Esperanza—hoy conocida como La Elisa—y La Pájara, dos establecimientos dedicados a la elaboración de turrones, yemas, peladillas, carne de membrillo y caramelos, que pronto se hicieron un nombre en toda la región. Fue en 1905 cuando Alfonso XIII concedió a Elisa Arsenal Collados, alma mater de La Esperanza, el privilegio de anunciarse como proveedora de la Casa Real, un reconocimiento que impulsó aún más la fama de sus caramelos.
El salto definitivo a las altas esferas llegó de la mano de un diputado hellinero, que introdujo estos dulces en el Congreso, donde rápidamente se convirtieron en una delicia habitual entre parlamentarios y visitantes. Tal fue su popularidad que, en 1896, Emilia Pardo Bazán se hizo eco en su columna de La Ilustración Artística de la polémica surgida en la Cámara Baja: el presupuesto anual destinado a caramelos y azucarillos había despertado suspicacias, pues cada día se repartían cientos de ellos por indicación del presidente del Congreso, tanto entre los diputados como entre quienes se sentaban en la tribuna de invitados.
El debate fue creciendo hasta que, años más tarde, aquella partida fue suprimida. Sin embargo, lejos de caer en el olvido, los Caramelos del Congreso han perdurado en el tiempo y, más de un siglo después de aquella controversia, siguen endulzando la vida de quienes los descubren, manteniendo intacto el sabor de su historia.