El 15 de mayo se celebra una de las fiestas más importantes de la capital, muy especial para los habitantes y amantes de Madrid: San Isidro. Los residentes se visten de chulapos y chulapas, con vestidos, mantones de Manila y faldas de lunares, todo ambientado en verbenas y conciertos. Además de los platos típicos de la comunidad, lo que nunca falta en estas fechas son las rosquillas, el dulce más típico, entre ellas las conocidas rosquillas listas y tontas

¿Por qué son típicas las rosquillas de San Isidro? 

Pero, ¿a dónde nos retrotrae esta tradición? Cuenta la leyenda que una mujer se paseaba por la fiesta de San Isidro vendiendo rosquillas. Poco a poco, fue adquiriendo popularidad, hasta que se convirtió en una tradición. El origen concreto se desconoce, pero los historiadores intuyen que al menos en 1890, las rosquillas ya eran las protagonistas de la fiesta.

¿En qué se diferencian las rosquillas listas y tontas?

Las dos rosquillas más famosas son las listas y las tontas. Aunque comparten una base común en su receta, se diferencian en su acabado y sabor, lo que les da sus nombres característicos y las convierte en el centro de una tradición culinaria muy apreciada por los madrileños.

Las rosquillas tontas son más sencillas, no llevan ningún tipo de cobertura, solamente la masa horneada. Se elaboran a partir de harina, huevos, azúcar y anís. Tras freir la masa, se presentan sin más adornos, mostrando un aspecto más humilde pero con un sabor profundamente arraigado.

Sin embargo, las rosquillas listas son más sabrosas, dado que se les añade una cobertura de azúcar, huevo y limón, lo que les da un sabor más especial y dulce. La historia cuenta que originalmente, las "tontas" eran las rosquillas que no lograban ser "listas" al no salir bien glaseadas, pero con el tiempo, ambas versiones ganaron su lugar en la celebración de San Isidro, representando, respectivamente, la sencillez y la festividad.

 

De Santa Clara y francesas

Además de las listas y tontas, que son las más típicas, hay otras dos rosquillas que capturan la esencia de la repostería madrileña: las de Santa Clara y las francesas. Las primeras las empezaron a elaborar las monjas de Santa Clara en el Monasterio de la Visitación y son conocidas como “rosquillas blancas” por el merengue seco que llevan por encima. Este recubrimiento les aporta una textura única y un sabor dulce que se equilibra por el contraste de la masa, más simple y menos dulce de la rosquilla en sí.

Las rosquillas francesas, por su parte, se remontan a la época de de Fernando VI y su esposa, a quien su cocinero endulzó las rosquillas tontas con almendra picada y azúcar. Se podría decir que se trata de la versión 'más lujosa' de esta familia de dulces. Su masa incluye almendras molidas, lo que les proporciona una textura más densa. Después de freírse, se les añade un glaseado de limón que les confiere un toque cítrico y un brillo atractivo. Este contraste entre el dulzor del azúcar y la acidez del limón, junto a la masa de sabor más profundo, hace que las rosquillas francesas sean muy apreciadas.

Qué llevan las rosquillas más famosas de Madrid

Los ingredientes de este suculento dulce son: harina, huevo, azúcar, aceite y anís para la masa. La cobertura más tradicional lleva zumo de limón, azúcar glas y claras de huevo. Cada tipo de rosquilla de San Isidro ofrece una experiencia única para esta fiesta, representando la riqueza de la gastronomía madrileña.

Más información sobre las fiestas de San Isidro en sanisidromadrid.com.