“Convendría que alguien creara unos Comités de Defensa de la Realidad”. Me lo decía un buen amigo, psiquiatra de profesión, uno de estos días de agobiante bochorno canicular. Comentábamos con preocupación y perplejidad los últimos actos protagonizados por los autoproclamados Comités de Defensa de la República (CDR). Además de realizar escraches contra el juez Pablo Llarena, los dirigentes del PP Alberto Fernández Díaz y Enric Millo, contra otros líderes políticos y numerosos locales de C’s, del PSC y del PP -evidentemente, por ser todos ellos notorios enemigos de la patria-, algunos de estos CDR han atacado últimamente varios locales del PDECat y de ERC, e incluso de la mismísima CUP. Y es que, instalados ya en el fanatismo más irracional, los afanes de estos nuevos inquisidores reducen una y otra vez el círculo de aquellos a quienes consideran todavía como verdaderos creyentes en la única auténtica fe: la de una nonata e inexistente República Catalana.

El tan traído y llevado “proceso de transición nacional”, eso que denominamos “el procés”, ha empantanado toda la vida de Cataluña de estos últimos años. Poco importa ya si los años dilapidados han sido seis, ocho o diez. Lo grave, lo realmente trascendente y por desgracia ya irreversible, es que nada ni nadie va a permitir que recuperemos todo cuanto hemos perdido en este tiempo. En convivencia social interna, en relación con el resto de España, de Europa y del mundo mundial, en actividad económica y financiera, en gestión política, en vida artística y cultural… Los sucesivos gobiernos de la Generalitat presididos por Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra han estado y siguen estando tan obstinadamente ocupados y preocupados en “hacer República” que se han olvidado, y siguen olvidándose, de gestionar e intentar resolver los problemas reales de la ciudadanía de Cataluña. Ya lo advertía el presidente Tarradellas en los inicios de la plena recuperación del gobierno de la Generalitat, entonces con Jordi Pujol como su sucesor: “En lugar de “hacer país”, deberían gestionarlo, porque el país ya existe”.

Lo grave, lo realmente trascendente y por desgracia ya irreversible, es que nada ni nadie va a permitir que recuperemos todo cuanto hemos perdido en este tiempo

¿A quién le inquieta o preocupa que más de la mitad de las familias catalanas no lleguen a final de mes? Conste que no se trata de ninguna falsedad inventada o difundida por la “caverna españolista”; son datos oficiales de la misma Generalitat, de su Idescat. Pero es mucho más fácil apelar a emociones, sentimientos y sensaciones que intentar razonar. Es mucho más fácil crear una realidad virtual, y por tanto falsa, que asumir la realidad verdadera, aunque sea con la firme voluntad de cambiarla.

Lleva razón mi amigo psiquiatra. No solo sería conveniente y oportuno; es cada vez más imperioso y urgente crear en Cataluña los Comités de Defensa de la Realidad. Nada se construye desde el fanatismo irracional y sectario, existente también en el bando contrario como réplica también emotiva y sentimental. Unos y otros se siguen negando a aprovechar la espléndida ventana de oportunidad abierta con la oferta de diálogo institucional y política ofrecida por Pedro Sánchez desde el mismo inicio de su mandato presidencial. Unos y otros viven y sobreviven gracias al conflicto, gracias al enfrentamiento.

Si “el procés” tiene una banda sonora, esta es sin duda la célebre pieza de Cole Porter “Begin the beguine” (“Volver a empezar”). Aunque mucho me temo que también podría ser aquella canción de Raimon escrita y compuesta en los últimos años de la dictadura franquista, en concreto en 1969, “Quan creus que ja s’acaba”, aquella que nos advertía que “quan creus que ja s’acaba, torna a començar” (“cuando crees que ya se acaba, vuelve a comenzsr”).