No hace falta ser un lince para entender que la actual legislatura de Pedro Sánchez, dure mucho o poco, solo él lo sabe, va a estar determinada por, al menos, tres aspectos: la situación internacional; Cataluña y, sobre todo, la vivienda. Para empezar, pronto sabremos quién será el nuevo inquilino, o inquilina, de la Casa Blanca, y podremos vislumbrar el futuro de la OTAN y, por lo tanto, la implicación española en el conflicto de Ucrania. Allí cerca tenemos a nuestros pilotos, en el Báltico, defendiendo el flanco este.
También la ONU tendrá que mover ficha con respecto a Israel y veremos la respuesta europea. De todo ello depende el futuro de nuestra presencia militar en Líbano. De momento, nuestros casi 700 hombres y mujeres pasan la mayor parte del tiempo encerrados en sus cuarteles. Es un momento muy sensible y cualquier afectación personal a uno de nuestros militares, allá donde estén, tendría consecuencias en la política actual. Todo ello, además del presumible incremento del precio de los combustibles fósiles, que se notará más adelante, cuando comience 2025.
En segundo lugar, el Cupo Catalán, ese Sísifo permanente de PP y PSOE que ahora corresponde gobernar a un Pedro Sánchez debilitado, pero consciente de lo que se juega. Y el presidente ya ha demostrado sus habilidades para correr en el alambre, lo que desespera y exaspera al gallego y sorprende en Europa, donde, para colmo e ira de la derecha, es cada vez más respetado. Cataluña siempre estará ahí y hay que navegar por ese mar embravecido con respeto y miras a largo plazo. No hacerlo genera muchos titulares cortoplacistas, pero poco más. Más de un barón del PP ya se ha dado cuenta.
Finalmente, el problema social de la vivienda. Paradójicamente, es un tema que sustituye al del empleo, que ha mejorado y dejado de ser la principal preocupación para los españoles. Aquí sí que se la juegan Sánchez y Feijóo. O articulan un cortafuegos o van a comenzar a surgir nuevos modelos populistas a los que esa clase media desfavorecida se acabará agarrando, buscando una salida. Es hora de convencer a esa otra clase media propietaria que no puede hacer negocio a costa de los más pobres e, igualmente, poner coto a un turismo de baja calidad que acude a los pisos turísticos, muchos de ellos en situación de ilegalidad. No se puede hacer negocio a base de esquilmar a otros. Es indigno de un país como el nuestro. Hay que parar los pies a esos fondos de inversión creados a miles de kilómetros de aquí, con vaya usted a saber qué tipo de ingresos, pero que fagocitan nuestro derecho constitucional a una vivienda.
Está en juego el modelo social y de desarrollo urbanístico, que no puede basarse en la destrucción del tejido sobre el que se han sustentado siempre nuestras ciudades. Es importante no olvidar que las políticas de vivienda están transferidas a las comunidades autónomas y a ellas corresponde su gestión. El Estado puede regular aspectos como los alquileres, pero el resto corresponde a cada autonomía. Dicho de otro modo, la situación de Madrid o Andalucía, por ejemplo, no puede achacarse a Pedro Sánchez. Pero claro, cuando el enemigo exterior no sirve para justificar nuestras acciones, entonces corremos un velo o gritamos más alto, según el caso.
Los equipos de gestión de cada presidencia deberían señalar en rojo destacado esta cuestión de la Vivienda, porque si se les va de las manos, habremos perdido todos y, probablemente, acabaremos de echar a perder a la generación más preparada de la historia.