La derecha española observa a Grecia con admiración. No por su historia o su cultura, sino por el modelo laboral que acaba de imponer el gobierno conservador de Kyriakos Mitsotakis: jornadas de hasta 13 horas diarias y seis días a la semana. Lo llaman “flexibilidad”, pero lo que han legalizado no es más que explotación laboral a gran escala.
Feijóo ya puso a Mitsotakis como ejemplo de “estabilidad y crecimiento”, dejando clara su hoja de ruta: una economía basada en el sacrificio del trabajador. ¿Quieren también Feijóo y Abascal jornadas de 13 horas en España? ¿Ese es el modelo que proponen?
Frente a esto, quienes viven de su trabajo y votan a la derecha deberían pensarlo dos veces. Porque votar al PP o a Vox siendo asalariado, autónomo o precario es votar en contra de uno mismo. Es apoyar a quienes quieren que trabajes más, cobres lo mismo y vivas menos.
Mientras el Gobierno de Pedro Sánchez impulsa la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales sin pérdida salarial, PP y Vox votan en contra. No por matices técnicos, sino por convicción. Ya se opusieron a la subida del salario mínimo, a la reforma laboral y a cada paso que ha hecho avanzar a la clase trabajadora. Su modelo es claro: más horas, menos derechos y salarios estancados.
Son dos visiones opuestas. Mientras el Gobierno progresista defiende que el bienestar se mide también en tiempo libre y calidad de vida, PP y Vox siguen anclados en una mentalidad del siglo XIX, donde el trabajador debía agradecer poder trabajar de sol a sol aunque no llegara a fin de mes.
Y no es un caso aislado. En Grecia, el gobierno de Mitsotakis ha legalizado jornadas de 78 horas semanales. En Argentina, Javier Milei —referente de Abascal y Ayuso— intenta lo mismo. En España, Feijóo y Abascal rechazan reducir la jornada laboral. Es una agenda compartida por la derecha internacional: menos Estado, más mercado, y que el trabajador aguante.
Feijóo llegó a decir que España debería “seguir el modelo griego”. Pues bien, ese modelo ya tiene consecuencias: trabajadores agotados, salarios bajos y beneficios empresariales en alza. Mientras el Gobierno busca repartir tiempo y bienestar, la derecha propone repartir el cansancio. La pregunta es simple: ¿queremos vivir mejor o retroceder a una época en la que la fábrica dictaba la vida de las personas?
El Gobierno griego defiende su reforma diciendo que “los empleados podrán elegir sus horarios”. Pero quien depende de su salario para pagar la hipoteca o llenar la nevera no elige: obedece. Es la misma “libertad” que defiende Milei en Argentina o Garamendi en España: libertad para el empresario, obligación para el trabajador.
Detrás de estas políticas hay un viejo mito: que cuanto más se trabaja, más crece la economía. Falso. Los países más productivos del mundo —Alemania, Países Bajos, Dinamarca— trabajan menos horas que la media europea. La productividad no nace del agotamiento, sino del equilibrio. Reducir la jornada mejora la salud mental, la conciliación, la innovación y el reparto del empleo.
En España, la reducción a 37,5 horas semanales no es un capricho: es una medida de justicia social. No se trata de trabajar menos, sino de vivir mejor. Pero PP y Vox la rechazaron con los argumentos de siempre: “No es el momento”, “perjudica a las empresas”, “no se puede”. Son las mismas excusas que se usaron hace un siglo contra la jornada de ocho horas. Toda conquista social ha tenido enfrente a quienes decían que no era posible.
Y quienes lideran esa oposición no tienen precisamente autoridad moral. Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, desde su sillón de cuero y con más de 400.000 euros al año, exige que los trabajadores se “esfuercen como Nadal o Alcaraz”. Y si no aceptas trabajar por 800 euros, dice que “es porque no quieres trabajar”. Claro, él no tiene que hacerlo 13 horas al día. Tampoco habla de las 2,6 millones de horas extra que se hacen en España, la mayoría sin pagar.
Feijóo tampoco da ejemplo. Llegó a cobrar tres sueldos públicos —como senador, líder del PP y presidente del grupo parlamentario— y se opone a que millones de trabajadores disfruten de más tiempo para vivir. Dice que “no hay que tocar” las 40 horas semanales, como si el mundo no hubiera cambiado desde 1983. Mientras Europa avanza hacia jornadas de 35 horas en Francia, 34 en Alemania o 33 en Austria, él quiere que España se quede atrás.
Y aquí está la paradoja más sangrante: quienes más cobran y menos sufren por llegar a fin de mes son los que deciden cuánto descanso merece una cajera, un camarero, una enfermera o un repartidor. ¿Con qué legitimidad alguien con tres sueldos públicos habla de “sacrificio” a quienes viven con mil euros al mes?
Lo más grave es que muchos trabajadores siguen creyendo que la derecha defiende sus intereses. Pero la realidad es otra: votar a PP o Vox es votar por jornadas más largas, menos derechos y menos tiempo para vivir. Es votar para volver al pasado.
Conviene decirlo alto y claro: si gobiernan Feijóo y Abascal, España puede seguir el camino de Grecia. Lo que hoy parece exagerado, mañana puede ser ley. Nadie pensaba que en 2024 un país europeo volvería a legalizar jornadas de 13 horas, y ya ha ocurrido.
Por eso es vital no dejarse engañar por discursos vacíos de “libertad”, “mérito” o “esfuerzo”. Porque detrás de esas palabras está el deseo de recortar derechos conquistados durante décadas. Lo que está en juego no es solo el salario, sino el tiempo. Y con él, la vida.
La reducción de jornada no es ideológica. Es una apuesta por la igualdad, la salud pública y una economía centrada en las personas. España tiene récord de empleo, beneficios empresariales históricos y productividad al alza. Hay margen para repartir mejor el tiempo y la riqueza.
Mientras en Grecia los sindicatos gritan “nos devuelven al siglo XIX”, en España PP y Vox votan en contra de cada avance social. La derecha se alinea con los modelos más regresivos del planeta. Feijóo se inspira en Mitsotakis. Abascal, en Milei. Sánchez apuesta por la Europa moderna, que avanza hacia jornadas más cortas y vidas más dignas.
Los derechos laborales no se pierden de golpe. Se erosionan poco a poco, ley a ley, hasta que un día descubres que vives peor que tus padres. Por eso cada elección importa. Porque la política no solo decide tu salario, también decide tu tiempo, tu descanso y tu salud.
Que nadie se confunda: cuando Feijóo aplaude a Mitsotakis, está aplaudiendo jornadas de 13 horas. Cuando Abascal habla de “libertad”, habla de libertad para el empresario. Y cuando un trabajador vota a esos partidos, vota contra su propio descanso, contra su familia y contra su derecho a ser libre. Porque, al final, la política también decide cuánto vale una hora de tu vida.
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