“El futuro será verde o no habrá futuro” es una de las grandes consignas que dejó para la posteridad la ecologista alemana Petra Kelly, quien sabía muy bien, ya en la década de los 70, que la especie humana estaba en el macabro camino de aniquilar la vida natural y, por tanto, de aniquilarse también a sí misma. En esa década ya se percibieron evidencias claras de que la emisión descontrolada y la acumulación en la atmósfera de GEI (gases de efecto invernadero) iban a provocar graves cambios en el clima del planeta. De eso ya hace cincuenta años.
Aunque la contaminación intensiva empezó con la Revolución Industrial, se ha multiplicado de manera exponencial desde la llegada del neofascismo, o neoliberalismo en los 90, que se manifiesta, en lo económico, en un feroz ultra capitalismo que desprecia los derechos humanos y sólo persigue, pasando por encima de todo, dinero, dinero y dinero. De tal manera estamos dañando a la naturaleza que estamos acabando con muchas especies animales al dejarles sin hábitat y sin alimento para sobrevivir. De hecho, estamos asistiendo a la sexta extinción masiva de especies, la única provocada por la actividad humana. Se estima que en 2100 más de un 60 por cien de las especies que aún sobreviven habrá desaparecido. Las consecuencias para el planeta y para el ser humano serán, si no se remedia antes, terribles y devastadoras. Pero eso a las derechas, les importa un bledo.
En el Acuerdo Climático de París de 2016 se acordó considerar un objetivo clave: no sobrepasar el aumento de temperatura de 1,5 grados respecto de la temperatura anterior a la industrialización, haciendo todos los esfuerzos necesarios para no llegar a una situación crítica. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de científicos, expertos, investigadores por concienciar a la población mundial del grave peligro que ocasiona la contaminación del planeta a manos humanas, nunca ha llegado a calar del todo en la conciencia colectiva, y no se le ha dado la importancia enorme que tiene este asunto en la supervivencia humana, ya a corto plazo; ni por parte de los gobiernos, ni por parte de la población en general. Y ya se ha alcanzado ese aumento de 1,5 grados. Mucho antes de lo previsto.
El ex vicepresidente norteamericano Al Gore es, desde mediados de los 70, uno de los grandes ejemplos de compromiso en la concienciación sobre el cambio climático. Desde que asistió a las audiencias en el Congreso sobre cambio climático, residuos tóxicos y calentamiento global, reconoció la importancia de divulgar lo que llamó, en su película documental de 2005, “una verdad incómoda”; ha estado en contacto continuo con científicos e investigadores, ha tenido reuniones con los gobiernos del mundo, se le ha recorrido dando charlas y conferencias en una lucha personal que es admirable. Su objetivo era y es despertar la conciencia del público internacional sobre el cambio climático, e impulsar el movimiento ecologista. Un compromiso en el que, incansable, aún continúa.
En sentido contrario, existen numerosas plataformas (de ideología de derechas y extremas derechas), financiadas por petroleras y grandes grupos empresariales, que promocionan y difunden bulos negando la realidad del cambio climático, ocultando datos, desdiciendo la información veraz, y, como digo, cobrando mucho dinero de esas grandes empresas interesadas en que la verdad no se difunda. La afirmación negacionista que hizo Rajoy en 2007 aludiendo a su primo biólogo y negando el cambio en el clima no fue algo casual, sino parte de una consigna de los neoliberales que están al servicio de quienes pretenden seguir destruyendo el planeta sin frenar un ápice sus beneficios. Ésta es la cuestión de fondo. Pretenden seguir desangrando a la naturaleza, robándole sus recursos naturales y envenenándola sin ningún tipo de traba. Y es que los humanos nos hemos creído los dueños del planeta, de la vida natural, de los animales, según nos narra la propia fábula cristiana de la creación, que, sorprendentemente, aún se sigue enseñando en las escuelas.
La evidencia es ya alarmante. ¿220 muertos en una tragedia climática nunca vista en Valencia, donde ha llovido en unas horas más que en un año entero, o más de 2000 muertes el último verano por las altísimas temperaturas, sólo en España, no es suficiente evidencia para las derechas y extremas? Parece que no. Siguen negando la realidad. Porque no les mueve la verdad, les mueve sus intereses económicos y de grupo. Y el fanatismo, como muestra, por ejemplo, el acoso agresivo que está recibiendo el científico del CSIC Fernando Valladares en redes sociales, por divulgar las causas y las consecuencias del cambio climático.
En palabras del pensador, lingüista y escritor peruano Marco Aurelio Denegri, “el capitalismo siempre ha sido un crimen organizado. Lo que hace en esencia es robarle a la naturaleza la riqueza que tiene, y robarle a la gente su tiempo, su fuerza, su inteligencia, su trabajo. Roba naturaleza y trabajo para convertirlo en ganancias para sólo unos pocos”. En el siglo XXI el ultra capitalismo ha multiplicado el daño que se le hace a la vida natural por mil, de manera directamente proporcional al engrosamiento de las grandes fortunas del planeta. Contra todo lo cual los políticos del mundo entero tienen que legislar, y los ciudadanos demócratas tenemos que denunciar, rechazar y condenar si queremos seguir teniendo futuro.