Argentina es un desastre. Un gran quilombo hecho país. Cualquier visitante que lo haya pisado ha llegado a buen seguro a la misma conclusión, como a buen seguro se ha enamorado de su caótico encanto. Estos últimos días, con motivo de la impepinable derrota del presidente liberal Mauricio Macri en las PASO (primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias), Argentina ha copado titulares de prensa y tiempo de radio y televisión. Y no he podido evitar sorprenderme con lo escrito en varios medios de comunicación internacionales. Cualquiera que lea las crónicas y columnas de estos días podría pensar que el país se acerca al abismo por la derrota de Macri. ¡Como si en los últimos cuatro años del señor Macri la prosperidad económica, la estabilidad, el progreso y la justicia social hubieran sido el denominador común! Y lo que es mucho peor: se ha culpado a la propia democracia, que ha sido reducida a un rol subalterno que debiera estar supeditado a un poderoso abstracto llamado mercado capitalista.

El candidato kirchnerista (peronista) Alberto Fernández superó en 15 puntos a Macri (47% a 32%). La reacción de los mercados fue inmediata: la cotización del dólar y el Riesgo país se fueron a la estratosfera. Una auténtica sacudida a los cimientos económicos del país. Si a partir de este punto usted espera un sesudo análisis económico sobre la correlación de tejidos que ha provocado semejante sismo, puede cerrar la pestaña visualización. Estas líneas son otra cosa: una crítica a un presidente que ganó en 2015 con un discurso cuyo pivote fundamental era la esperanza del cambio, que no supo -ni quiso- atajar muchos de los problemas que asolaban (y asolan) la Argentina, y que, como consecuencia de su inoperancia, la ciudadanía le ha dado la espalda y el presidente ha optado por culpar del desplome de la Economía a la democracia, a los propios ciudadanos que pasan fatigas día sí día también.

Con Macri el país ya se tambaleaba, sus recetas neoliberales salvajes no han funcionado y la culpa es de su inoperancia, no del pueblo argentino

El presidente compareció en rueda de prensa tras el sismo económico. ¿Y qué dijo? Que los votantes ya estaban avisados de los peligros de votar a otro candidato distinto a él y que la culpa es de todos y cada uno de ellos.

He aquí la primera consideración, señor Macri: el país ha votado. El mismo país y el mismo electorado que le legitimaron en 2015 le ha dado la espalda ahora. Respete su soberanía y no utilice el temor como vehículo urdidor de un discurso que otorga a las altas esferas financieras el derecho de legitimación o invalidación de la voluntad popular.

Lo que dijo durante su rueda de prensa explicando que el mundo ya tiene su opinión sobre el kirchnerismo y los votantes deben responsabilizarse de las consecuencias de su votación, además de ser clasista y paternalista, dibuja un escenario absolutamente irreal.

Una moneda sin valor

Cuando puse un pie por primera vez en Buenos Aires aún no se habían celebrado las PASO de 2015. Recuerdo un país con enormes problemas. Un colega Doctor en Económicas me dijo: “El principal obstáculo que tiene el país y del que derivan el resto de problemáticas es que la gente no confía ni en su propia moneda”.

Pude comprobar en carne propia que aquel profesor no me engañaba. En Argentina existen dos tipos de cambio de menda: el oficial y el blue. Antes de que Macri levantara el cepo cambiario (las medidas puestas en marcha por el Gobierno para impedir la fuga de capitales), un euro equivalía a 10 pesos. Pero el cambio blue era distinto (cambio ilegal).

Los ciudadanos no confían en su moneda, hasta tal punto de que son capaces de comprar (ilegalmente) euros o dólares para preservar sus ahorros en una divisa estable. El entramado era bárbaro. No solo se compraban euros o dólares en la Calle Florida a grito pelado y a un cambio que llegó a 1 euros/17 pesos; sino que existían poderosas estructuras perfectamente organizadas y listas para prestar un servicio ilegal con aparente respeto normativo.

El modus operandi era el siguiente: seleccionabas una web del entramado, en mi caso, descubrí que la mayoría de las personas utilizaban Smallworld. Realizabas una transferencia a la cuenta indicada y seleccionabas la agencia, esto es, el punto de recogida. Fácil, sencillo y aparentemente legal. Pero no era más que un entramado que denotaba una profunda desconfianza en su propia divisa.

Al visitar la casa en la cual acabé alquilando una habitación, el casero, de ascendencia andaluza, insistió en que no tenía problema en cobrar mediante una transferencia a su cuenta en España. Él era perfectamente consciente del cambio blue y quería beneficiarse de él. Si le pagaba en pesos argentinos ganaría menos que si le pagaba en euros. Maquilló la realidad: “Te resultará más fácil”. Lo que no sabia era que yo también conocía las prácticas habituales del cambio de dinero. Me negué.

Otro ejemplo. Tuve que cambiar un billete de avión y, en consecuencia, pagar 300 euros por la modificación. Me personé en la sede central Aerolíneas Argentinas y me informó de que, por normas de la compañía, al ser extranjero el pago debería efectuarse mediante tarjeta de crédito y en dólares o euros. No tuve más remedio.

Macri ganó. Por la mínima, pero ganó. Eliminó el cepo al dólar y, en cuestión de horas, el euro se situó en torno a los 20 pesos.

Lo que quiero decir con estos tres ejemplos cotidianos es que la Economía Argentina es frágil (que no débil) y volátil. Y esto ha trascendido a los años. En otras palabras: señor Macri, los ciudadanos no tienen la culpa del sismo financiero por el simple hecho de que no le han votado a usted. No quiera sustituir la soberanía popular por la voluntad de unos poderes económicos. Porque quiero recordarle que durante su legislatura se han sucedido las protestas, como la del movimiento feminista; movilizaciones contra los tarifazos, la inflación… Un par de datos. Argentina, país de carne vacuna por excelencia, ha registrado el consumo más bajo desde enero de 1985. Su precio ha subido un 20% y la cesta de alimentación básica acumula una subida del 7,57%. Los jubilados no pueden permitirse comer carne. Y todo esto antes de las PASO del pasado fin de semana.

Argentina ya era un desastre antes de que usted cayera derrotado, y atemorizar a la población e intentar aleccionar con el discurso de habéis votado mal no va a mejorar la situación. Sus recetas de neoliberalismo salvaje no han funcionado. Haga el favor de respetar la soberanía popular y no atentar contra la democracia que se han dado. Sus palabras solo fomentan la lapidazión de su propio sistema. Deje paso a otros programas que, sin entrar a valorar si son mejores o peores, han sido legitimados (por el momento) para reconducir la agenda del país.

PD: Mientras escribía este artículo, Macri ha pedido disculpas por su conferencia de prensa. Solo faltaba… Igual debiera haber pensado antes lo de dudar de su propia democracia.