Sería necesario que la mastodóntica maquinaria política y diplomática de la Unión Europea fuera más ágil. Estamos viendo cómo, demasiado a menudo, como en el caso de la falta de cumplimiento de los compromisos contractuales con la Farmacéutica AstraZéneca, tardan en decidir acciones, sanciones y políticas activas. Un ejemplo más, y gravísimo, es lo que acaba de suceder en Hungría, país miembro de la Unión, con la aprobación de una ley represiva contra los homosexuales, por parte del reaccionario primer ministro húngaro, Viktor Orban. La ley, por llamarla de alguna manera, emula las legislaciones represivas de la Rusia de Putin, equiparando la homosexualidad con la pederastia, y aplicándoles penas similares a estos crímenes. Se prohíbe, como en Rusia, la manifestación de esta orientación sexual, su pedagogía, y realidad misma.

Fue este martes cuando el Parlamento de Hungría aprobó un paquete legislativo impulsado por el Gobierno ultraconservador del primer ministro Viktor Orbán que prohíbe la “promoción” de la homosexualidad y de la reasignación de género ante menores de 18 años, una normativa controvertida que, en la práctica, impide abordar la homosexualidad en programas educativos en la escuela y que ha sido calificada de homófoba por el grueso de la oposición. Esta prohibición figura dentro de un paquete legislativo que incluye, por otra parte, medidas de protección de menores contra el abuso pedófilo –introducidas en una enmienda constitucional con las que la oposición estaba sustancialmente de acuerdo-, como forma de enmascarar este atentado contra la diversidad afectivo sexual. Han salido en bloque contra esta nueva ley la mayoría de las oenegés de derechos humanos y activistas del colectivo LGBTBIQ que la consideran perversa en tanto que vincula ambas cuestiones, y equipara una cuestión de identidad con un delito contra los menores. Más de 5.000 húngaros se habían manifestado el lunes por la tarde en Budapest contra esta iniciativa, manifestaciones que han sido reprimidas por considerarse ya, con esta ley, apología de la homosexualidad.

Orbán ha ido incorporando, sistemática y palatinamente, leyes que limitan los derechos de las personas LGTBIQ. Ya en el pasado diciembre, el Parlamento húngaro aprobó otro paquete legislativo que impide definitivamente a las parejas de gais y de lesbianas adoptar niños, e indica como definición de sexo el consignado en el nacimiento. Entidades de derechos humanos en Hungría han comparado el paquete legislativo adoptado este martes con una ley rusa del 2013 que prohíbe la denominada “propaganda” gay. Según organizaciones como la asociación Háttér de defensa de derechos LGBTI, Amnistía Internacional y Budapest Pride, esa ley ha conducido a un incremento de la homofobia en Rusia, alentada y ejercida también, institucionalmente.

En respuesta a estas leyes represivas en Hungría, los concejales alemanes del gobierno de Múnich han presentado una moción para iluminar el Allianz Arena con la bandera con los colores del arcoíris en el encuentro que la selección disputará el miércoles contra Hungría: “Múnich apoya la diversidad, la tolerancia y la igualdad genuina en el deporte y en la sociedad”, recoge la moción que todos los partidos con representación en el Ayuntamiento de Múnich ha dirigido al alcalde de la localidad, Dieter Reiter, y que este se ha encargado de remitir a UEFA que es quien tiene ahora la última palabra, pues hay que dilucidar si es una cuestión política, que lo prohibiría, o humanitaria, pues atenta contra los derechos Humanos.

Una iniciativa con la que Múnich pretende plantar cara a la homofobia del gobierno de Orbán. “Con motivo del partido entre Alemania y Hungría, el consejo desea enviar un mensaje visible de solidaridad a la comunidad LGBT que está sufriendo por la reciente legislación aprobada por el gobierno húngaro”. “Esta ley representa un nuevo punto más bajo en la privación de derechos de lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero, la última de una serie de medidas a lo largo de los años que constituyen una restricción sistemática del estado de derecho y las libertades básicas en Hungría”, subraya la moción. En esta situación, tan pronto después de la aprobación de esta legislación, el partido de la selección alemana contra Hungría ofrece una plataforma pública en la que enviar el mensaje de que Múnich representa una sociedad diversa y tolerante. El deporte, y el fútbol en particular, también representan estos valores”, sentencia el escrito de los concejales de la capital bávara. Hay que recordar que el capitán de la selección alemana, el portero Manuel Neuer, lleva varios partidos portando el brazalete con la bandera arcoíris, y es uno de los futbolistas de élite que más se ha pronunciado en contra de la homofobia en el mundo del deporte. También que, desde el propio país, representantes del partido filonazi Alternativa por Alemania, han criticado esta acción del portero, insultándole, diciéndole que “debe portar la bandera alemana, y no la bandera de los maricones”. Los jueces alemanes deberían empezar por recordarle en un juzgado  a este señor, cuyo partido está siendo investigado por la inteligencia germana, que portar la bandera alemana y del arco iris es compatible. Lo que no lo es, es proferir ese tipo de exclamaciones que constituyen un delito de odio. Munich está dando un ejemplo y la cara por los Derechos Humanos. La Unión Europea, sin embargo, tarda, una vez más, en decirle a este país socio que, para formar parte de esta comunidad, hay que respetar las reglas democráticas del juego, que empiezan por respetar y hacer cumplir, y no vulnerar como están haciendo ellos, los Derechos Humanos.  De seguir sin hacerlo, están tardando en indicarles la puerta de salida.