El Partido Socialista Obrero Español nació el 2 de mayo de 1879. Pablo Iglesias, su fundador, fue el hombre que dedicó la mayor parte de su vida a la construcción de un partido marxista-socialista, que defendiera los derechos de los trabajadores. Esta causa le llevó a la cárcel. Había encabezado numerosas manifestaciones en favor de una huelga general, que también apoyaban otras organizaciones. El propósito era defender los derechos de los trabajadores y de la UGT. 

El PSOE a, lo largo de su dilatada historia, sufrió varias escisiones. La más polémica condujo a la creación del Partido Comunista de España (PCE), porque se había desbordado el límite de lo que parecía razonable. El PSOE era un partido de corte marxista, aunque no comunista. Más tarde, el Partido Socialista Obrero Español abandonó el marxismo manteniéndose, eso sí, en el territorio del socialismo de izquierdas.

Antes, había muerto por fin el  dictador, Francisco Franco, y la democracia apuntaba en España. Pero no fue hasta 1982 que el Partido Socialista consiguió el Gobierno. Con Felipe González y con Alfonso Guerra este país comenzó a cambiar, caminando hacia el Estado del Bienestar. Y fueron los más desfavorecidos los que resultaron beneficiados. Después, el Gobierno de Rodríguez Zapatero consiguió subir muy alto el listón de las libertades civiles.

Como es sabido, la crisis se llevó por delante muchas de esas conquistas. Y recuperarlas y ampliarlas es hoy el reto acuciante al que se enfrenta el PSOE. Pedro Sánchez lo ha explicado con claridad: el Partido Socialista no ha de girar a la izquierda, ni al centro. Debe ser la organización de izquierdas que fue, y ocupar el lugar que le pertenece.

Mientras tanto, la situación política se deteriora y  los escándalos de la corrupción siguen floreciendo. Las peleas entre diversas opciones progresistas desdibujan los valores esenciales del socialismo. Es decir, una mejor distribución de la riqueza y una sociedad más justa e igualitaria.

Cuanto más tarde y con más enfrentamientos el PSOE vuelva a ponerse a la tarea, más difícil será recuperar el camino iniciado por el viejo tipógrafo Pablo Iglesias. De lo contrario, tomará unos derroteros que le llevarán a la peor situación: sangre, sudor y lágrimas.