Menudo disgusto se ha llevado Pablo Casado al enterarse de que el partido que preside desde 2018, del que fue director de gabinete de Pizarro y José María Aznar y, entre otros cargos, portavoz de campaña en diversas elecciones, tenía una caja B que se nutría del cobro a empresas privadas por concederles contratos públicos.

Imagínense la decepción del líder de la oposición con sus compañeros de partido, por haberle hecho el vacío durante tantos años. La de risas que habrá provocado su bendita inocencia, mientras los principales dirigentes del PP se repartían sobres a su espalda. La noticia ha sido tan inesperada, que Casado sigue sin poder asimilar lo que Bárcenas ha confesado a la fiscalía, y prefiere pensar que en realidad se trata de una artimaña del malvado Pedro Sánchez para hundir a su partido justo antes de las elecciones catalanas, en las que tan buenas expectativas tiene el PP.

Por eso, por el desconcierto que le ha provocado la confesión del extesorero del PP, hay que disculparle sus declaraciones contradictorias. Dice Casado que desconfía por completo de lo que pueda decir Bárcenas porque:  "ese señor que está en la cárcel y que cambia la versión de los hechos diez veces en diez años, tiene una credibilidad nula". Pero justo después, en la misma intervención, asegura que "ese PP ya no existe " y ahora el partido se rige por la "ejemplaridad que he impuesto". Vamos a ver Pablo, si dices que Bárcenas miente y, por lo tanto, el PP es un ejemplo de honestidad, ¿qué PP no existe? y, ¿qué ejemplaridad has impuesto si sois honrados de nacimiento?

En ninguna de sus recientes declaraciones Casado, ni ninguno de los actuales dirigentes del partido, hace mención alguna de Rajoy, Cospedal o Aznar. Me temo que sobre ellos está a punto de caer la maldición que persigue al PP en lo que llevamos de siglo XXI. Una extraña amnesia entre quienes eran sus compañeros, que les hace cambiar sus nombres por pronombres demostrativos como "ese" o "esa".