Quienes se han dedicado a propagar odio, a expandir mentiras y a manipular la realidad no deberían salirse con la suya el próximo 23 de julio porque sería un fracaso del juego limpio en democracia. Si en el cine se dice que siempre ganan los buenos, en política se puntualiza que es la vida real de la gente, razón por la que los que propagan odio no pueden ganar.

La cacería por tierra, mar y aire contra el presidente del Gobierno que ha ejecutado la derecha durante cinco años ha propiciado que, por ejemplo, hace pocos días yo mismo escuchara en un restaurante a varios comensales mofarse de que “alguien debería pegarle dos tiros a Pedro Sánchez”, dicho así con pecho hinchado y voz en alto por quien se siente impune de decir semejante disparate en lugar público sin temor a reproche social porque el relato público imperante es que hay que “acabar con Sánchez”.

Creo que muchos lectores de este artículo entenderán de lo que estoy hablando con este ejemplo porque habrán visto y oído en sus entornos a personas sobrepasar los límites del civismo y la educación en la conversación política contra todo lo que suene a PSOE y a Pedro Sánchez. Ese odio no es casual, está construido políticamente. Y no podemos permitir que triunfe.

Un odio que está construido bajo una mentira: que el PSOE gobierna con ETA. Una ignominia intolerable porque en primer lugar a ETA la derrotamos los demócratas y derrotada es donde debe quedarse y, en segundo lugar, porque el PSOE no tiene ningún acuerdo de gobierno con Bildu y el hecho de que Bildu haya votado favorablemente leyes sociales del Gobierno como en otras leyes han hecho Ciudadanos o PP, no lo convierte en socio. La realidad parlamentaria llevada a una simplificación interesada y mentirosa es muy peligrosa para la democracia. Ese odio que campa a sus anchas es ruidoso y maleducado, pero no mayoritario y por eso los progresistas tenemos que pronunciarnos en las urnas. Es una responsabilidad que no podemos eludir.

Lo que de verdad es cierto y compartido por una mayoría de españoles es que las enormes dificultades que hemos vivido como país y como sociedad en estos años de pandemia y guerra han sido gestionadas con éxito por parte del Gobierno de Pedro Sánchez. España crece económicamente alcanzando cuotas de empleo digno y estable nunca vistas. Hemos salido de esta etapa de dificultad ampliando derechos, generando avances sociales, liderando Europa y con una paz social y territorial que no veíamos en décadas. Solo nos queda derrotar del todo a la inflación y en este propósito vamos mejor que ningún país de nuestro entorno. España está funcionando bien en todos los sentidos. Y las políticas desplegadas por el Gobierno tienen mucho que ver. Muy pocos dudan de esta realidad.

Paradójicamente todas las medidas que lo han hecho posible han contado con el voto en contra del PP y de Vox, que anuncian derogar todo lo avanzado. España debe saber que todo lo que ha hecho posible la realidad económica del país puede irse a la basura y que España vuelva a las políticas de precariedad y recortes llevadas por el partido al que la justicia llamó organización criminal en un posible gobierno con Vox, partido de ultraderecha declaradamente antieuropeo y anti ONU, machista, homófobo y racista. Es difícil creer que esto sea aceptado por una mayoría de españoles. Pero hay que hacerlo ver. Es el futuro de nuestros hijos e hijas lo que está en juego.

En estas elecciones no se la juega el PSOE. Ni Sánchez. Nos jugamos qué España queremos. Si avanzamos o retrocedemos a saber a qué siglo, con una extrema derecha reaccionaria en el poder. El odio no puede ganar al progreso en el siglo XXI. Los progresistas estamos llamados a parar la ola reaccionaria con cabeza alta y papeleta en mano. El 23 de julios hagámoslo en las urnas, ya lo hemos hecho otras veces.

Ignacio López Cano, diputado por Málaga y miembro de la diputación permanente del Congreso