Decía Raquel Orantes, refiriéndose a su madre, Ana Orantes: “A ella le hubiera gustado escribir un libro con la historia de su vida y, sin embargo, ha conseguido ser parte de la historia de este país y escribir miles de líneas”.

Ella y las 1.165 mujeres contabilizadas desde 2003 asesinadas por el hecho de serlo merecen miles de líneas, todo un sistema integral que prevenga esta barbarie, la protección cuando sufres la violencia machista, la recuperación de quienes sobreviven y la persecución del delito. Merecen un Pacto de Estado que luche contra esta brutalidad manifiesta contra las mujeres por ser consideradas por sus agresores carentes de sus derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión. Pero también merecen de la más firme condena por parte de toda la sociedad, además de que cada uno y cada una de nosotras hagamos desde el ámbito público y privado todo lo posible por erradicarla.

He escrito muchas líneas, he levantado mi mano muchas veces para votar a favor de medidas para luchar contra la violencia machista, he invertido mucha saliva, porque nunca es gastarla y en ese camino continuamos muchas que seguimos luchando por los Derechos Humanos, porque la violencia contra las mujeres es una violación de los mismos.

Extractemos principios fundamentales de hitos imborrables. La Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género señala en su exposición de motivos: “La violencia de género se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad, se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo por ser consideradas por sus agresores carentes de los derechos mínimos de Libertad, respeto y capacidad de decisión”. Como decía nuestra portavoz, Lidia Guinart, “nos asesinan aquellos que piensan que si nosotras ganamos, ellos pierden”.

Nuestro país ratificó el Convenio de Estambul, el cual es vinculante y del que recojo: “Este convenio reconoce que la violencia contra las mujeres es una violación de los derechos humanos, que es una manifestación del desequilibrio histórico entre la mujer y el hombre que ha llevado a la dominación y a la discriminación de ésta, privándola así de su plena emancipación”, y es que definitivamente, la violencia contra las mujeres es una violación de los derechos humanos de todas las mujeres del mundo y de más de la mitad de nuestro país.

Entendimos que la violencia machista no es una cuestión del ámbito privado, sino público y lo elevamos a una cuestión de Estado mediante el Pacto de Estado en materia de Violencia de Género, cuya renovación se acordó el pasado 25 de noviembre de 2021, como compromiso firme de que debemos combatirla con todos los medios y desde todos los frentes.

De él señalo: “La violencia de género es la manifestación más cruel e inhumana de la secular desigualdad existente entre mujeres y hombres que se ha producido a lo largo de la historia, en todos los países y culturas con independencia del nivel social, cultural o económico de las personas que la ejerce y la padecen”, es firmemente una cuestión de Estado, en la que no vale ponerse de perfil o de frente, y por tanto no son merecedores los negacionistas, ni de un minuto de nuestro tiempo, siempre y cuando la mayoría de esta sociedad no de ni un paso atrás.

Nuestro compromiso es firme y lo digo en nombre de quienes vivimos como feministas socialistas, volvimos a levantar la mano para votar a favor de la puesta en marcha de la Subcomisión para la renovación y actualización del Pacto de Estado en materia de Violencia de Género.

Esperen pues miles de líneas y muchas luchas. Porque por desgracia, no nos pararan en la lucha continua por Derechos Humanos.