Luego se sorprenden los políticos de la desafección de los ciudadanos por su clase. Estamos hartos de ellos. Cansados de que, en vez de solucionar nuestros problemas nos los generen. Agotados de cómo nos faltan el respeto faltándoselo ellos y a nosotros, pues se supone que nos representan, en un espectáculo bochornoso de gritos, insultos y demás desmanes, impropios de los dirigentes de un país moderno y civilizado como se supone el nuestro. Por si nos faltaban más muestras, las escaramuzas vividas esta semana pasada en el Congreso de los Diputados demuestran la falta de educación, a secas, de modales, además de cultura básica que evidencia, una vez más, que por mucho que lo deseen, algunos no están capacitados no ya para liderar un país, o un partido, sino ni siquiera el bingo del hogar del jubilado.

En una comparecencia del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, en el que se iba a dar cuenta del estado de alarma y de los fondos de reconstrucción europeos, cada uno se retrató como es. El detonante fue, en esta ocasión, aunque es evidente que cualquier excusa es buena, la cita de Sánchez al recordar el 90 aniversario de la conmemoración de la II República española. Elogió la proclamación de la República como uno de los tres hitos que han convertido a España en “un gran país”, junto al día que se aprobó la Constitución y al que se firmó el tratado de adhesión a la UE. El presidente añadió: “Aquel ambicioso proyecto buscaba la modernización del Estado y de la sociedad, la consolidación de la paz, la derrota de la dictadura y anteponer el valor de la democracia".

Pablo Casado, el líder del PP, acusaba sin tardanza a este, ante el recuerdo del presidente, de señalar una fecha que divide a los españoles: “No celebramos fechas que han dividido a los españoles, celebramos el Estado de derecho y la Constitución”. En un tono faltón y casi en el grito, a pesar de presumir de ser un niño bien de toda la vida, aseguraba que la conmemoración de la II República “es una efeméride que ni siquiera el líder histórico del PCE, Santiago Carrillo, consideraba que se debía de rememorar”. Debe hablar de otro Santiago Carrillo porque, sus declaraciones en libros, ensayos, conferencias, entrevistas de radio y televisión, por no hablar de su círculo personal, al que tuve la suerte de acceder por su relación y la mía con el histórico Teodulfo Lagunero, evidenciaban lo contrario.   

Por si faltaba alguien en la ceremonia del odio histórico, el dirigente de Vox, el inefable Santiago Abascal, adoquín en mano, acusó a Sánchez de ninguneo” al jefe del Estado, Felipe VI, y de haberle “querido amenazar desde la tribuna invocando ese régimen criminal. Secuestrado por socialistas y comunistas y que llevó a España a la guerra civil”. El lamentable espectáculo de adoquines y gritos, me resulta menos grosero, siéndolo mucho, que el desprecio o desconocimiento de la realidad histórica de este país. El abrazo de la anaconda que ata, después de la deriva esquizofrénica de la nueva lideresa del PP en Madrid, Isabel Díaz Ayuso, al Partido Popular y a Vox, que nació en su seno, es una realidad obstinada. Ninguno parece conocer que, aquella realidad de la II República fue una democracia constitucional, votada por los ciudadanos después de la huida y endeudamiento del país para cuestiones personales del rey Alfonso XIII.

Una democracia que conquistó, entre otras muchas cosas, el divorcio, o el derecho al voto femenino, mientras en otras democracias europeas aún eran quimeras, como en Francia o Alemania. Parecen desconocer que, aquellos liberales conservadores que también ayudaron a construir esa democracia, con figuras como el conservador Niceto Alcalá Zamora, cabeza del partido Derecha Liberal Republicana, que presidió la república, fueron artífices, juntos con otros dirigentes de partidos de izquierdas de algunas de las reformas más revolucionarias y transformadoras, como la educativa o la reforma agraria, que se habían llevado a cabo en nuestro país, hasta la fecha, y que ya no volverían a suceder hasta la democracia. Estos deberían ser los antecedentes a reivindicar de una derecha moderna en España, si esto llegara a existir.

La fecha que divide a los españoles es la infame fecha del 18 de julio de 1936 en la que unos golpistas atacaron la democracia ciudadanamente votada y constituida, y a la que el señor Pablo Casado y sus correligionarios siguen anclados, frente a las peticiones de todos los partidos conservadores europeos, con Merkel a la cabeza, que les han pedido muchas veces que condenen, de una vez, la dictadura. Casado, sin embargo, se abraza a la quimera de gobernar, como está haciendo en muchas comunidades después de sacar los peores resultados de su partido en la historia, al negacionismo histórico y democrático de Abascal, que añora un tiempo de opresión y privilegios, de exilios y zanjas, de muertos sin identificar en cunetas y fosas comunes. Un tiempo de fusilar a “millones de hijos de puta”, que es como denominan sus amigos de wasap a todos aquellos que no piensan como ellos. No es sólo una cuestión de mala educación, sino de mal camino y mala entraña, de un proyecto de revancha e imposición de ideas muy alejadas de la justicia, de la verdad, y de la democracia. Es curioso como todos los dictadores, se creen en posesión de la verdad, y la imponen aún a costa de muerte y destrucción. Hoy el marco sociopolítico europeo es otro, pero no bajemos la guardia…Hitler también ganó unas elecciones…