Al plantearme si los animales tienen derechos, lo hago a sabiendas de que me censurarán que no me muestre preocupado –aparentemente– por los derechos de los embriones humanos o los espermatozoides que se desperdician en un preservativo y luego se tiran. Pero asumiré tales críticas procedentes del fundamentalismo que suele regir en la mente de quienes así razonan, porque ni el aborto ni el uso del preservativo es el terma que quiero abordar. Ya de entrada, lamento tener que reincidir en una cuestión tan manida como son los hipotéticos derechos de los animales, pero la falta de disposición y el interés espurio de muchos por politizar algo tan simple y natural, me obliga a retomar el asunto aunque sea más allá de los habituales enfoques antitaurinos, caza del zorro o el maltrato infligido a animales en cautividad en los circos y zoológicos así como a tantos seres vivos sólo por ser considerados 'inferiores' a ese súmmum de la creación que es el hombre (entendiendo 'hombre' como genérico de ser humano y sin connotaciones sexistas).

Mi respuesta a la cuestión que se plantea en el titular no puede ser más clara y sucinta: creo firmemente que los animales son merecedores de tener sus propios derechos.

A poco que reflexionemos, se concluye sin esfuerzo que los animales sí que poseen derechos, aunque no sean tales sino sólo los deberes de los humanos para con ellos, impuestos por la legislación de cada país y cultura. Sin embargo, lo que planteo en el titular es más complejo por abordar la existencia o no de un derecho intrínseco de los animales a tener derechos más allá de los que los que le otorgue el hombre.

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