La epidemia de estos tiempos surge de falsas noticias que contagian la difamación a toda la sociedad. Las redes sociales y algunos medios de comunicación propagan tales infundios que destrozan reputaciones y arruinan a las personas y a sus familias. Pocas veces se desmienten y siempre queda el poso de la duda sobre la víctima.

El juez Manuel García Castellón, de la Audiencia Nacional, ha dictado un auto relacionado con las mentiras propagadas por el tal comisario José Manuel Villarejo que intentó obtener una cantidad millonaria de un empresario a punto de ser extraditado desde Guatemala, asegurándole que el juez Baltasar Garzón obraría en su favor a cambio de una importante cantidad de dinero.

En lo que se ha demostrado que era una rotunda falsedad, se incluía también a la entonces fiscal Dolores Delgado, hoy ministra de Justicia, y a un funcionario de aquel país americano, comisionado del órgano contra la impunidad de Guatemala.  En su auto, el magistrado señala que tales extremos eran “carentes de toda verosimilitud y sin soporte probatorio alguno,” como ya se puso de relieve recientemente la propia Fiscalía Anticorrupción y reconocieron además los propios investigados en sus declaraciones posteriores.

Hasta llegar a este punto los afectados han pasado un auténtico calvario. Alguien, probablemente próximo a la investigación, filtró a determinados medios de comunicación una parte del sumario -entonces secreto- haciendo hincapié en ese presunto “pago” al juez.  Dichos medios lo publicaron, sin quitar una coma. La Fiscalía de la Audiencia Nacional y la Fiscalía Anticorrupción negaron oficialmente las acusaciones; los afectados las desmintieron por activa y por pasiva. 

 ¿Qué ocurrió? Que cuando el sumario del caso se hizo público, los mismos medios volvieron a publicar la misma historia, sin quitar tampoco una coma, pese a las rectificaciones. Si a ello añadimos el interés poco sano de algún que otro personaje a sustituir en su cargo a la ministra de Justicia, podremos entender mucho mejor el juego de titulares que sugieren que el caso Villarejo “obstaculiza” que Dolores Delgado pueda repetir al frente del Ministerio.

Los afectados las desmintieron por activa y por pasiva. 

Resulta muy grave que sobre la piedra angular de la mentira se construya con insistencia una realidad paralela que acaba por descabalgar a la verdad.  La cultura del pelotazo que tuvo su máximo esplendor en los 90 incitó a eliminar el esfuerzo como herramienta básica para el crecimiento personal. Esta nueva cultura del todo vale del siglo XXI es aún más peligrosa, porque arrincona la ética y la moral. Han sido demasiados años de gobierno del Partido Popular que ha permitido y se ha beneficiado de la corrupción y de la impunidad. Confío plenamente en que los nuevos aires que trae el socialista Sánchez limpiarán este ambiente de hipocresía y artificio.