Ser una copia ridícula de la ultraderecha siempre pasa factura. Y Alberto Núñez Feijóo lo está comprobando. Tres años después de aterrizar en la política nacional, el líder del PP atraviesa su peor momento: su partido se desploma en las encuestas, Vox capitaliza sus errores y el electorado de la derecha empieza a abandonarlo sin disimulo.

El diagnóstico es compartido por medios tan dispares como El País y El Mundo: Feijóo se hunde, y el gran beneficiado es Santiago Abascal. El barómetro de 40dB revela que el PP marca su peor dato desde las generales de 2023, mientras Vox crece. La estrategia de mimetizar el discurso ultra no ha frenado las fugas de votantes, las ha multiplicado. Feijóo va cuesta abajo y sin frenos.

El CIS de la semana pasada fue aún más contundente: el PSOE se dispara nueve puntos por delante del PP. Los populares obtendrían su peor resultado en toda la legislatura, su mínimo desde marzo de 2022 y casi diez puntos por debajo del resultado electoral de 2023. Un dato clave: el 10% de los votantes del PP ya prefiere a Abascal.

Pero hasta el ABC, poco sospechoso de ser de izquierdas, pronostica en su última encuesta el desplome del PP y la subida de Vox a costa de los de Feijóo y le achacan a su menguante líder la responsabilidad por la pésima estrategia que está siguiendo.

Los números no mienten. El PP pierde intención de voto y credibilidad. En lugar de ampliar su base electoral, la reduce. Vox se alimenta de cada error, de cada silencio, de cada concesión. La tibieza con Abascal ha tenido un precio: el votante conservador prefiere el original.

Pero el retroceso de Feijóo no se limita a Vox. También lo arrinconan desde dentro. Ayuso lo ningunea sin reparos. Lo desautoriza públicamente cuando le conviene y nunca ha rendido cuentas por los múltiples escándalos que rodean a su gobierno en Madrid. Un líder firme exige responsabilidades y marca límites. Feijóo, en cambio, calla. ¿Qué teme de Ayuso? ¿Por qué evita confrontarla? La respuesta es clara: carece de liderazgo.

Otro ejemplo es Mazón en la Comunitat Valenciana. Tras la mayor tragedia meteorológica reciente, con más de 200 muertos, nadie ha aclarado su paradero durante las horas críticas. Mientras tanto, sus presupuestos pactados con Vox recortan fondos para combatir la violencia de género y priorizan propaganda institucional. ¿Y Feijóo? Silencio cómplice. Ni una crítica. Ni una exigencia. Prefiere mirar hacia otro lado antes que enfrentarse a sus barones territoriales.

El resultado es un PP dividido, débil y entregado a la ultraderecha. Desde el primer día, Feijóo permitió que Vox entrara en gobiernos autonómicos y municipales. Con ello, legitimó sus discursos y facilitó políticas que suponen un retroceso en derechos y libertades. Han desaparecido recursos para la igualdad, la memoria democrática, el colectivo LGTBI o la cultura. Todo con la complicidad silenciosa de Feijóo. Hoy, el PP es rehén de Vox. Y Abascal lo sabe: cada día que pasa, la sangría de votos populares lo favorece.

En Europa, la debilidad de Feijóo es aún más evidente. Cada visita a Bruselas la aprovecha para desacreditar a España. Ha llegado a pedir que se bloqueen fondos europeos, ha augurado catástrofes económicas que nunca ocurrieron y ha despreciado medidas como la excepción ibérica, que alivió la factura eléctrica de millones de hogares.

El resultado es el aislamiento. Dentro del Partido Popular Europeo, Feijóo genera desconfianza. España, una de las principales economías del continente, tiene un líder de la oposición irrelevante, sin aliados ni propuestas. Un fracaso de proporciones históricas.

Tampoco en el Congreso el PP ha sabido construir una alternativa. Se ha opuesto a la revalorización de las pensiones, a la subida del salario mínimo, a las ayudas al transporte, a las becas, a la Ley de Dependencia y a las medidas contra la inflación. Todo lo vota en contra.

La contradicción es escandalosa: exige presupuestos al Gobierno central mientras guarda silencio ante las sucesivas prórrogas presupuestarias en comunidades gobernadas por el PP. Ayuso ha prorrogado tres veces las cuentas en Madrid; Mañueco lleva cinco prórrogas en seis años en Castilla y León. Pero esas incoherencias no importan. Solo sirve criticar a Sánchez.

Así, Feijóo se encamina a ser el peor líder de la historia del Partido Popular. Ni Aznar despertó tanto rechazo. Su legado será el de un dirigente sin autoridad, sin proyecto y sometido a la ultraderecha. Hoy, es el líder nacional peor valorado, incluso entre sus propios votantes. Abascal lo supera en popularidad.

Tres años después de llegar a Madrid, sigue sin presentar un plan de país. No tiene propuestas económicas, sociales ni medioambientales reconocibles. Su discurso es plano, su hoja de ruta, inexistente. Su única consigna es que Sánchez se marche. Pero eso no es un proyecto político: es una queja sin alternativa.

El colmo es su supuesta defensa de la patria. Feijóo ha permanecido en silencio ante las amenazas de Trump que perjudican sectores clave de la economía española. No ha defendido a nuestros agricultores, ni a nuestros exportadores, ni a nuestra soberanía comercial. Su patriotismo es puro gesto vacío.

Gobernar implica sumar, proponer y construir. Feijóo, sin embargo, ha optado por la confrontación como único eje. Cambia de opinión según sople el viento, lanza mensajes contradictorios, alimenta la crispación y se limita a dividir. Su política es la del “cuanto peor, mejor”.

Y eso tiene consecuencias. Mientras el Gobierno ha subido pensiones y salarios, ha aprobado becas, defendido los servicios públicos y combatido la inflación, el PP ha votado en contra de todo. No por ideología, sino por cálculo. Por miedo a que Sánchez acierte.

La gran pregunta es inevitable: ¿merece Feijóo seguir al frente del Partido Popular? La respuesta parece cada vez más clara: no. No lo respalda su partido, ni lo apoyan sus socios europeos, ni lo prefieren sus votantes. No lidera, no propone, no convence. Ha quedado reducido a lanzar insultos que copia de otros.

La derecha parte del supuesto de que solo ella tiene derecho a gobernar. Feijóo representa esa visión: si no los votas, estás equivocado. Desde esa lógica autoritaria justifican sus mentiras, su radicalización y su desprecio por las urnas.

Pero el futuro de España no pasa por Feijóo. Ni por un PP atrapado por Vox. Pasa por un proyecto que defienda el empleo, la convivencia, el progreso y un Estado del Bienestar fuerte. Ese proyecto existe, y hoy por hoy tiene nombre y apellido: Pedro Sánchez.

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