España se refuerza como la locomotora económica de Europa. Así lo confirma el Fondo Monetario Internacional (FMI), que acaba de revisar al alza sus previsiones y sitúa a nuestro país como la gran economía avanzada que más crecerá del mundo en 2025: un 2,9% del PIB, más del doble que la media de la eurozona (1,2%) y muy por encima de Alemania, Francia e Italia. En 2026, solo Estados Unidos nos superará por una décima. Son datos contundentes, verificables, y sobre todo, incompatibles con el relato catastrofista que el PP y Vox repiten cada semana como si la realidad no existiera.

Si estas cifras se hubieran publicado con un gobierno de Aznar o Rajoy, los telediarios de la derecha se habrían teñido de euforia y se hablaría de “milagro español”. Pero como el informe llega con un presidente socialista en La Moncloa, los mismos que se autoproclaman patriotas callan, minimizan o directamente niegan lo evidente: España es hoy un referente económico y político internacional, con más empleo, más inversión, salarios al alza, menos déficit y una gestión que la comunidad internacional aplaude.

El FMI no es precisamente un organismo de izquierdas. Su reconocimiento tiene un valor doble: valida los resultados económicos y desactiva el mito de que la derecha gestiona mejor. El Fondo destaca la fortaleza del mercado laboral español, capaz de absorber la inmigración y seguir creando empleo neto; la estabilidad de precios, con una inflación del 2,4% en 2025 que bajará al 2% en 2026; y una deuda pública en reducción. España crecerá más que Alemania (0,2%), Francia (0,7%) o Italia (0,5%). Dicho sin rodeos: mientras Europa frena, España acelera.

El FMI mejora incluso las previsiones del propio Gobierno, y coincide con la OCDE, que hace pocas semanas también revisó al alza el crecimiento español. Cuando todos los organismos internacionales coinciden, el relato de la derecha se desmorona. Por eso el PP y Vox evitan hablar de economía: cada vez que lo hacen, los datos les contradicen.

La derecha insiste en que subir el salario mínimo, reforzar la negociación colectiva o aumentar el gasto social son políticas “irresponsables”. Pero los hechos dicen lo contrario. Desde 2018, el Gobierno ha elevado el SMI un 54 %, y lejos de destruir empleo, España tiene 21,2 millones de afiliados a la Seguridad Social, máximo histórico. Las empresas siguen invirtiendo y el consumo se mantiene fuerte.

El Gobierno ha impulsado una combinación de políticas progresistas y gestión técnica eficaz: ha aprovechado los fondos europeos para transformar el tejido productivo, ha mantenido el diálogo social con sindicatos y patronal y ha protegido a las familias en los momentos más difíciles —pandemia, inflación y crisis energética— sin caer en la austeridad que hundió a medio país hace una década.

Esa mezcla de protección social y crecimiento es la que hoy permite a España avanzar en bienestar sin dejar a nadie atrás. Lo que la derecha llama “intervencionismo” es, en realidad, una política económica inteligente y moderna: la que impulsa el crecimiento desde la base, no desde la especulación.

Durante años, el PP repitió que la izquierda solo sabía gastar y que la derecha “arreglaba la economía”. Pero el FMI, la OCDE y la Comisión Europea acaban de demostrar lo contrario. Con Pedro Sánchez en el Gobierno, España lidera el crecimiento económico y la creación de empleo en Europa, reduce la deuda, estabiliza los precios y mantiene el Estado del Bienestar.

Feijóo y Abascal, atrapados en su discurso apocalíptico, reaccionan con negacionismo. Pronostican “ruina” mientras la economía crece, hablan de “paro masivo” mientras el desempleo baja, y denuncian “inseguridad jurídica” mientras España atrae inversión extranjera récord. Es un ejercicio de cinismo político que bordea el ridículo. Necesitan que al país le vaya mal para justificar su estrategia, pero la realidad los desmiente una y otra vez.

El crecimiento del PIB no es solo un número frío. Es empleo, salarios, consumo y confianza. Cada décima de crecimiento se traduce en miles de contratos indefinidos, en más ingresos fiscales para financiar sanidad y educación, y en menos desigualdad. España no solo crece más: crece mejor.

La reforma laboral aprobada por este Gobierno progresista consolidó la estabilidad en el empleo. La subida del SMI reforzó el poder adquisitivo de los trabajadores. Frente a los recortes de antaño, este Gobierno apostó por la inversión pública y los escudos sociales, y la economía respondió con fortaleza. No hay milagros, hay gestión. Todo ello en un contexto internacional complejo, con guerras, inflación y tensiones comerciales.

No es casualidad que medios internacionales como The Washington Post, Politico o Financial Times hayan destacado la estabilidad y el crecimiento de España en contraste con la deriva populista o ultraliberal de otros países. Mientras algunos gobiernos europeos caen en crisis o bloqueos, España combina estabilidad política, crecimiento económico y cohesión social.

El FMI reconoce que el mercado laboral español es un ejemplo de resiliencia. Lo que la oposición llama “fracaso” es, según los expertos, una de las claves del crecimiento. Por eso conviene recordarle a Feijóo —tan propenso a hablar de “inmigración descontrolada”— que el FMI destaca precisamente nuestra capacidad para integrar y aprovechar el talento migrante como un activo económico.

Mientras España recibe elogios internacionales, la derecha española reza por malas noticias. Se alegran de los aranceles de Trump, de las tensiones en Europa o de cualquier turbulencia que pueda erosionar al Gobierno. Pero la realidad es terca: la economía española aguanta, mejora y lidera. Cada revisión del FMI, cada informe de la OCDE, cada dato del INE les deja sin discurso. Son los patriotas de hojalata, los que confunden amar a España con odiar a su Gobierno. Los que nunca celebran una buena noticia si viene acompañada de la palabra “socialista”.

España no solo crece más: crece mejor, con más empleo, más derechos y más cohesión. Y mientras la oposición se ahoga en su propio ruido, el país sigue avanzando. La economía española ha dejado de ser la “enferma de Europa” para convertirse en su motor. Y lo ha hecho con políticas de izquierda, con diálogo social, con inversión pública y con confianza en la gente. El FMI lo certifica, la OCDE lo confirma y la calle lo percibe. España no se hunde: lidera. Y esa es la verdad que ni el ruido ni las mentiras de la derecha podrán tapar.

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